Detroit está en huelga. Desde el viernes, el sindicato United Auto Workers of America (UAW), que representa a 40 por ciento de los empleados de la industria en Estados Unidos, se enfrenta a los “tres grandes” grupos automotrices de la nación: GM, Ford y Stellantis (antes Chrysler) con el objetivo de que los trabajadores de los vehículos eléctricos pasen a formar parte del sindicato.
Las huelgas de la industria automotriz siempre son importantes, pero esta lo es en particular.
Los sindicatos no pelean solo por unos cuantos dólares. Esta batalla no solo puede determinar el futuro de la transición a la energía limpia en EU, sino potencialmente el resultado de las elecciones presidenciales de 2024, y el futuro del Partido Demócrata. Es una batalla que vale la pena, pero también es una batalla muy arriesgada.
El primer punto que se tiene que considerar es cómo y dónde se fabrican los vehículos eléctricos. Si bien la orden ejecutiva inicial sobre el cambio climático del presidente Joe Biden y el proyecto de ley de estímulo en materia del clima que primero se aprobó por la Cámara de Representantes fueron a favor de los sindicatos, la redacción de la Ley de Reducción de la Inflación o IRA, por su sigla en inglés (que, a pesar de su nombre, es un proyecto de ley en materia del clima), apoyó a la fuerza laboral “nacional” en lugar de estipular el uso de mano de obra sindical.
Este cambio no se debió solo a la reacción de Joe Manchin, el senador demócrata de Virginia Occidental que desempeñó un papel clave para garantizar la aprobación de la IRA. También fue el resultado de un fuerte cabildeo por parte de empresas multinacionales extranjeras, muchas de las cuales quieren utilizar el sur de EU —región hacia donde van muchos nuevos empleos del sector de vehículos eléctricos, ya que los estándares laborales y ambientales suelen ser más bajos en estos estados— como, si fuera, de hecho, su propia China personal.
El hecho de que esta carrera hacia la reducción de estándares se produzca en EU es una de las razones detrás de la huelga. La UAW quiere garantizar que los trabajadores que fabrican baterías eléctricas y otros componentes de los nuevos vehículos eléctricos obtengan prestaciones sindicales.
En cierto modo, esta es una batalla de vida o muerte para el sindicato. Ya se proyecta que la transición a los vehículos eléctricos reduzca el número de puestos de trabajo en el sector a corto plazo, ya que no se necesita el mismo número de componentes y, por tanto, de trabajadores en una línea de ensamble que para fabricar coches de motores de combustión interna. El director ejecutivo de Ford, Jim Farley, dijo a Financial Times en 2022 que la transición a los vehículos eléctricos requerirá 40 por ciento menos trabajadores.
Algunas personas —incluso algunas que promueven los intereses de los trabajadores— pueden decir: “¿A quién le importa dónde estén los empleos, siempre y cuando estén en EU?”, pero hay grandes razones políticas por las que es importante.
Eso nos lleva al segundo punto, que es el posible impacto en las elecciones presidenciales de 2024.
La afiliación sindical tuvo una fuerte reducción en las últimas décadas, pero todavía representa una parte clave de la coalición electoral demócrata. Una de las razones por las que Donald Trump fue elegido en 2016 fue porque los sindicatos en estados indecisos (columpio o en disputa) como Pensilvania votaron por él.
Los dirigentes sindicales han hecho mucho trabajo de base desde entonces para tratar de sensibilizar a los miembros sobre el incumplimiento de las promesas que hizo el ex presidente a los trabajadores, pero si Biden no es capaz de poner fin a la huelga, Trump puede ser el beneficiario, y la democracia estadunidense, la perdedora.
Por eso me preocupan estas huelgas. Por un lado, es difícil culpar a los trabajadores del sector automotriz —que hicieron importantes concesiones durante la crisis financiera de 2008 y sus secuelas— por querer una porción más grande de los cientos de miles de millones en utilidades registradas por las tres grandes compañías automotrices, que aumentaron 92 por ciento en la última década. El propio Biden dijo la semana pasada que “las utilidades corporativas récord” requieren “contratos récord” para los trabajadores. Si hacen que no se quede en el cargo en 2024, no solo van a perder los sindicatos estadunidenses.
De cualquier manera, las huelgas y la transición a los vehículos eléctricos en general están acelerando un momento de ajuste de cuentas para el Partido Demócrata. Los progresistas ricos de las costas que conducen los coches Tesla, que representan 60 por ciento de todos los vehículos eléctricos vendidos en EU, a menudo se preocupan más por solucionar el cambio climático que por los derechos laborales, pero si el Partido Republicano nomina a Trump y él gana, ni el planeta ni los trabajadores estarán más seguros.
¿Cómo puede lograr Biden que cuadre este círculo económico y político? Tal vez ampliando el enfoque de las demandas del UAW a la necesidad de una coalición global más amplia en torno a la fijación de precio del carbono y las normas laborales.
Si bien algunos argumentarán que el hecho de que China inunde Europa con vehículos eléctricos en violación de las reglas de la Organización Mundial del Comercio importa menos que poner en circulación más autos eléctricos baratos, la dura verdad política es que si se percibe que los países occidentales venden a sus propios trabajadores, nosotros vamos a ver un giro más duro y más amplio hacia un populismo autocrático al estilo Trump.
Una mejor idea es que EU y Europa se unan y establezcan estándares laborales y ambientales sobre cómo se fabrican los vehículos eléctricos. Esto ayudará a evitar una carrera hacia el fondo con China o entre sí, y aplicar aranceles a los vehículos que no los cumplan.
Esos estándares deben tomar en cuenta la carga total de carbono de la producción; me gustaría saber cuánta electricidad generada a partir de carbón o cuánta mano de obra de trabajos forzados se utiliza para producir todos los insumos de energía limpia. Hay mucho en juego para otra carrera hacia el fondo.