Durante las últimas décadas, la globalización y la desinflación han ido de la mano. A medida que las compañías crecían más allá de los límites de los estados nacionales, podían utilizar la tecnología, la subcontratación y las economías de escala para bajar los precios. La mano de obra y las materias primas baratas los mantuvieron bajos.
El impulso global hacia la neutralidad del carbono acabará por agregar un impuesto permanente sobre el uso de los combustibles fósiles. La desvinculación entre EU y China significa el fin de las cadenas de suministro “eficientes” (es decir, baratas) pero frágiles. El fin de la expansión cuantitativa y los aumentos de las tasas de interés de la Reserva Federal (Fed) le ponen un tope al dinero fácil.
Dicho esto, no se puede obviar el hecho de que un mundo desglobalizado también será más inflacionario, al menos en el corto plazo. Esto presentará un gran reto tanto para la economía estadunidense como para el resto del mundo.
Como dijo el analista Zoltan Pozsar de Credit Suisse, “la guerra significa industria”, ya sea una guerra que implique combates reales o una guerra económica, y el crecimiento de la industria significa inflación. Esto es lo contrario del paradigma que experimentamos durante el último medio siglo, durante el cual “China se hizo muy rica fabricando cosas baratas…. Rusia se hizo muy rica vendiendo gas barato”. EU, por su parte, “se hizo muy rico haciendo expansión cuantitativa. Pero la licencia para la expansión cuantitativa vino del régimen de ‘baja inflación’ que se pudo lograr por las exportaciones baratas procedentes de Rusia y China”.
Todo esto está cambiando. Y eso significa que incluso los banqueros centrales de línea dura tal vez no sean capaces de controlar el entorno inflacionario.
Los banqueros centrales llevan años rogando a los políticos que complementen sus esfuerzos monetarios con una política fiscal adecuada. Cuando las tasas de interés suben, lo ideal es que haya menos deuda. Para esto es necesario aumentar los impuestos o reducir el gasto.
En cualquier caso, en el corto plazo, el fin de la era de la globalización neoliberal será un impulso para una mayor inflación tendencial. Al igual que la propia desglobalización, esto representa un enorme cambio económico, que anunciará todo tipo de consecuencias inesperadas.
srgs