El dinero ya evolucionó de las monedas hasta los billetes, las partidas en los balances y los bits en las computadoras. Las instituciones que proporcionan, operan, garantizan y regulan el dinero han crecido con él. Entonces, ¿cómo debe evolucionar en la era digital? La invención de las criptomonedas obligó a todos los implicados y, sobre todo, a los bancos centrales a hacer frente a esta cuestión. Si las divisas digitales no son la respuesta, ¿cuál es?
El Banco de Pagos Internacionales (BPI) —el club de los bancos centrales— ha promovido el esfuerzo por abordar esta cuestión. El último resultado forma parte de su informe anual, que analiza el emergente ecosistema de las criptomonedas, stablecoins (divisas digitales creadas para generar estabilidad al minimizar la volatilidad) y mercados de intercambio.
Este nuevo y valiente sistema (concluye el BIS) es defectuoso. El desplome de las criptomonedas (y la burbuja que las precedió) demuestra que son objetos de especulación más que almacenes de valor. Eso también las vuelve inservibles como unidades de cuenta. Como señala el BPI: “El predominio de las stablecoins, que intentan fijar su valor al dólar estadunidense o a otras monedas convencionales, indica la necesidad en el sector de apoyarse en la credibilidad que proporciona el banco central. En este sentido, las stablecoins son la manifestación de la búsqueda de un ancla nominal por parte de las criptomonedas”.
Sin embargo, sus deficiencias son más profundas que eso. Actualmente existen unas 10 mil criptomonedas. Pueden ser mil millones, pero esta tendencia a la fragmentación, “con muchas capas de liquidación incompatibles disputándose un lugar en el centro de atención”, es, según el BPI, inherente a la lógica económica del sistema, no solo a su capacidad tecnológica de multiplicarse sin límite.
En un buen sistema monetario, mientras más grande sea el número de usuarios, menores serán los costos de las transacciones y, por tanto, mayor será su utilidad. Pero, a medida que más personas utilicen una criptomoneda, mayor será el congestionamiento y más costosas serán las transacciones. Esto se debe a que los validadores con intereses que se encargan de registrar las transacciones en el blockchain. Estos últimos deben estar motivados por recompensas monetarias lo suficientemente altas como para sostener el sistema de consenso descentralizado. La forma de recompensar a los validadores es para limitar la capacidad del blockchain y mantener las comisiones altas: “Así que, en lugar de la conocida narrativa monetaria de ‘mientras más, mejor’, lo cripto muestra la propiedad de ‘mientras más, más disculpe usted’”.
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No se pueden tener las tres cosas: seguridad, descentralización y escalabilidad. En la práctica, las criptomonedas sacrifican la última. El sistema de criptomonedas sortea esta desventaja con “puentes” entre blockchains, pero estos son vulnerables a los hackeos. La conclusión del BPI es que: “Fundamentalmente, las criptomonedas y las stablecoins conducen a un sistema monetario fragmentado y frágil. Es importante destacar que estos defectos se derivan de la economía subyacente de los incentivos, no de las limitaciones tecnológicas. Y estos defectos persistirán incluso si la regulación y la supervisión abordan los problemas de inestabilidad financiera y el riesgo de pérdida implícito en lo cripto”. Un sistema monetario fragmentado no es lo que necesitamos.
¿Qué hay que hacer? Parte de la respuesta es insistir en que las criptomonedas cumplan con las normas que se esperan de cualquier parte importante del sistema financiero. Entre otras cosas, los mercados de intercambio deben “conocer a sus clientes”. Una vez más, los activos y pasivos de las stablecoins deben ser transparentes.
Sin embargo, podemos hacerlo mejor, argumenta el BPI. Lo que necesitamos de un buen sistema monetario es seguridad, estabilidad, rendición de cuentas, eficiencia, inclusión, privacidad, integridad, adaptabilidad y apertura. El sistema actual se queda corto, en especial en lo que respecta a los pagos transfronterizos. El BPI imagina en su lugar un sistema en el que los bancos centrales seguirán proporcionando la “firmeza” de los pagos en sus balances. Pero pueden crecer nuevas ramas en el tronco del banco central. Sobre todo, las monedas digitales de los bancos centrales (CBDC) permiten una reestructuración revolucionaria de los sistemas monetarios.
Así, las CBDC mayoristas ofrecen nuevas funciones de pago y liquidación a una gama más amplia de intermediarios que los bancos comerciales nacionales. Un elemento clave, sugiere el BPI, es ejecutar “contratos inteligentes”. Esto permitirá crear nuevos sistemas de pago descentralizados. Mientras tanto, las CBDC minoristas pueden complementar el desarrollo de los nuevos sistemas de pago rápido, que están desafiando las rentas de los operadores tradicionales. El BPI señala el éxito del nuevo sistema brasileño Pix. Pero solo se obtendrán todos los beneficios de éstos si las CBDC revolucionaran los pagos transfronterizos.
Las CBDC minoristas también permitirán separar los pagos de la asunción de riesgos. De este modo, el dinero que las empresas y los hogares tienen para realizar transacciones pasará a ser responsabilidad de los bancos centrales. Los pagos entonces serán administrados por compañías enfocadas en esta función, que obtendrán sus utilidades de las transacciones en lugar de los préstamos. Entonces ya no será necesario que el Estado asegure a los bancos privados. En lugar de administrar los pagos, estos últimos se centrarán en los préstamos. Además, sus pasivos pueden ser menos líquidos y con un riesgo más evidente que el actual. Esto sí que será revolucionario.
Pero también hay opciones más modestas. La cuestión fundamental es que el universo cripto no proporciona un sistema monetario alternativo deseable, pero la tecnología puede y debe hacerlo. Los bancos centrales deben desempeñar un papel central para facilitar un sistema que proteja y sirva a las personas de una mejor manera que el actual.
Es hora de podar la maraña de las criptomonedas, pero también deben crecer nuevas ramas en el árbol del dinero y los pagos.