Qué probabilidad hay de que pueda haber una nueva crisis financiera? En septiembre, los analistas de Oxford Economics le hicieron esta pregunta a 162 empresas globales. Su respuesta promedio fue de 20 por ciento en los próximos dos años.
Eso es dos veces más alto del riesgo percibido de una segunda ola global de la pandemia del coronavirus (Covid-19) también, lamentablemente, la probabilidad de que llegue pronto una vacuna efectiva.
Estos temores ya tienen consecuencias tangibles: redujeron más la confianza empresarial en la encuesta de Oxford de lo que justificaban los datos sólidos. “Nuestro análisis sugiere que los temores a la crisis financiera explican gran parte del pesimismo”, dijo Jamie Thompson, economista principal de la encuesta.
Esto debería preocupar, aunque no por la probabilidad de que estalle una crisis financiera en este momento, al menos no en el estilo que acaparó los titulares de las noticias de 2008. Hay dos factores que mitigan ese riesgo.
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En primer lugar, la Reserva Federal (Fed) de Estados Unidos (EU), y otros bancos centrales dejaron en claro que harán “lo que sea necesario”, para citar la promesa de Mario Draghi de 2012, para mantener los mercados funcionando durante la pandemia. Los acontecimientos de marzo fueron un buen ejemplo: cuando el mercado de bonos del departamento del Tesoro de EU se congeló, la Fed intervino con un extraordinario apoyo de liquidez.
En segundo lugar, los bancos no son la fuente de la crisis económica de este año. También están mucho mejor capitalizados en EU y la mayor parte de Europa que en 2008. “Los grandes bancos estadunidenses entraron en esta crisis en condiciones fuertes, y la Fed realizó una serie de pasos importantes para ayudar a reforzar la resiliencia de los bancos”, dijo Randal Quarles, un alto funcionario del banco central. O como dice Morningstar, un grupo de datos financieros: “El riesgo de insolvencia y una crisis de capital para el sistema financiero estadunidense parece ser mucho menor esta vez”.
Sin embargo, hay un problema: una crisis financiera no siempre se materializa de la misma manera que lo hizo con el colapso de Lehman Brothers. A veces, el estrés financiero surge de una manera más insidiosa. Los puristas pueden objetar si tal escenario merece ser descrito como una “crisis”. Pero el punto clave es que el estrés crónico puede ser muy debilitante económicamente, como seguramente sabían los que respondieron a la encuesta de Oxford.
Un problema que acecha, como señala Carmen Reinhart, economista jefe del Banco Mundial, es que el apalancamiento en muchas instituciones estaba por las nubes incluso antes de covid-19. “Si nos fijamos en las vulnerabilidades del sector financiero, a largo plazo es difícil no ser bastante triste”, me dijo durante un seminario web.
A esto se suma que todavía es imposible calcular la magnitud de las eventuales pérdidas crediticias por el covid-19 mientras la pandemia continúa con fuerza en el mundo, especialmente porque la política generalizada de tolerancia crediticia oculta gran parte del daño. “Aunque los bancos no fueron el origen de la crisis, no pueden esperar permanecer ilesos”, señaló Hyun Song Shin, economista jefe del Banco de Pagos Internacionales. “La fase de liquidez inmediata de la crisis ahora está dando paso a la fase de solvencia, y sin duda los bancos sufrirán las consecuencias”.
Los grandes bancos estadunidenses aumentaron sus reservas para hacer frente a esto. Pero Reinhart teme que los de países como India e Italia estén menos preparados. Además, las tasas de interés ultrabajas erosionan la rentabilidad de los bancos.
Ella dice...“No es de extrañar que Oxford descubriera que los temores sobre las finanzas estaban envenenando la confianza; o que la posibilidad de una recuperación económica en forma de "V" parece cada vez más baja”
Otra cuestión es que es difícil modelar los riesgos futuros debido a la falta de precedentes históricos. “Las crisis suelen ocurrir debido a un ciclo de auge a quiebra y los inversores saben cómo se ve eso. Esto es diferente”, agrega Reinhart. Como mucha más actividad financiera fluye a través del sector no bancario, por medio de los mercados de capitales, pueden estallar sorpresas desagradables.
El detonante de que se congelaran los bonos del Tesoro de EU, por ejemplo, se encuentra entre los fondos de cobertura, un sector que los reguladores conocen menos que los bancos. Si las tasas de interés suben, o cuando suban, podrían surgir más conmociones de este tipo. Como Deutsche Bank dijo a sus clientes: “Vemos un riesgo cada vez mayor de disrupción financiera en el futuro debido a la creciente sobrevaloración de los activos y el aumento de los niveles de deuda”.
Por supuesto, ese tipo de disrupción tal vez no merezca los acalorados titulares, al tener en cuenta todas las demás noticias más inmediatamente preocupantes en este momento. Pero los inversores deberían recordar esto: si los bancos reaccionan a un aumento sigiloso de los incumplimientos de pagos —y, lo que es más importante, al temor a un estrés futuro— esto podría endurecer las condiciones crediticias a pesar de las políticas de los bancos centrales.
“Las encuestas ya muestran un endurecimiento significativo de los estándares de préstamos”, hizo notar Shin. O como señala Reinhart: “Una crisis crediticia parece muy probable”. No es de extrañar que Oxford descubriera que los temores sobre las finanzas estaban envenenando la confianza; o que la posibilidad de una recuperación económica en forma de ‘V’ parece cada vez más baja.
srgs