Es muy probable que cuando llegue la primavera en Washington, Frankfurt y Londres, la crisis inflacionaria haya terminado. El ojo de la tormenta ya pasó y en los últimos meses los precios subieron a tasas no superiores a los objetivos de los bancos centrales del mundo.
En los seis meses transcurridos entre mayo y noviembre del año pasado, la tasa anualizada de inflación de los precios al consumidor solo fue de 0.6 por ciento en el Reino Unido y de 2.7 por ciento en la eurozona. En Estados Unidos (EU), la medida equivalente —el deflactor del gasto en consumo personal preferido por la Fed— fue de solo 1.9 por ciento con una tasa general de 2 por ciento.
Los bancos centrales necesitan alinear las tasas de inflación con sus objetivos para evitar un deterioro en los precios. Si es así, pueden cantar victoria.
No hace falta decir que la rápida desaparición de la inflación en ambos lados del Atlántico en la segunda mitad de 2023 fue tan sorprendente como el aumento de precios. El verano pasado, la Fed, el Banco Central Europeo (BCE) y el Banco de Inglaterra esperaban que la inflación se mantuviera por encima del objetivo hasta 2025.
Si bien la mejora de las perspectivas fue bienvenida, el legado de la crisis inflacionaria no va a terminar una vez que los precios vuelvan a subir a tasas normales. Dado que las tasas de interés aumentaron desde un nivel de cero en 2021 a niveles restrictivos de 4 por ciento en la eurozona y de 5.25 al 5.5 por ciento en EU, la batalla por las tasas también entrará en una nueva fase en 2024. La pregunta es cómo y cuándo aliviar la restricción.
Para responder a esa pregunta, es adecuado comenzar examinando lo que ha sido sorprendente en la disminución de la inflación hasta ahora. En comparación con las expectativas del año pasado, EU, la eurozona y el Reino Unido evitaron la recesión y el aumento del desempleo que esperaban la mayoría de los economistas. El crecimiento fue significativamente mejor en EU que en Europa, pero el lado de la oferta de las economías de ambos lados del Atlántico superó las expectativas.
Los bancos centrales generalmente aceptan que bajarán las tasas de interés en 2024, pero se muestran renuentes a actuar rápidamente por temor a los excesos en los mercados financieros y al riesgo de que todavía no se supera la inflación.
Aquí hay una difícil concesión. Es necesario esperar un tiempo antes de recortar las tasas de interés para garantizar que las tendencias de los precios de los últimos seis meses no sean un falso amanecer.
Si los mercados financieros tienen razón al sugerir la conveniencia de una reducción temprana de las tasas, fueron demasiado lejos al sugerir que las tasas de interés bajarán casi tan rápidamente como subieron, calculando reducciones de 1.5 puntos porcentuales tanto en EU como en la eurozona este año. El nivel de desempleo es bajo en todas partes, hay poca capacidad excedente, por lo que existe el peligro de que la inflación se reactive si las economías se calientan demasiado.
El atributo más importante para los bancos centrales este año será la flexibilidad ante los inevitables errores de pronóstico y la capacidad de comunicar una política monetaria que se adapte a las circunstancias cambiantes. Ahora empieza el difícil nuevo mundo.
DJR