¿Cuál tipo de guerra es el que libran Estados Unidos y China?

Siempre que una potencia gobernante es desafiada por un rival de rápido ascenso, los atrapa un patrón que puede desencadenar un conflicto armado, indica Graham Allison retomando a Tucídides

Ambas naciones ya se enfrentan en los ámbitos cibernético y comercial. Reuters
Gillian Tett
Londres /

A principios de noviembre, el estimado profesor de Harvard Graham Allison acudió al Senado de Washington para impartir una lección de historia griega. El tema era el historiador ateniense Tucídides que, por supuesto, escribió el relato de la guerra entre Esparta y Atenas en el siglo V antes de Cristo.

Este tipo de conflicto solía entusiasmar solo a los estudiantes de los clásicos. Pero en 2017 Allison escribió un tomo titulado Destined for War: Can America and China escape Thucydides’s Trap? (Destinado a la guerra: ¿Pueden Estados Unidos y China escapar de la trampa de Tucídides?) y se convirtió en un sorpresivo éxito de ventas.

Allison argumentó —como el propio Tucídides señaló por primera vez— que siempre que una potencia gobernante es desafiada por un rival de rápido ascenso, los atrapa en un patrón que puede desencadenar fácilmente la guerra. La dinámica entre Esparta y Atenas fue un ejemplo de ello.

Ahora los senadores estadunidenses se preguntan si la historia está a punto de repetirse. ¿Las bravuconadas en torno a Taiwán o las recientes revelaciones del FT sobre las pruebas de misiles hipersónicos chinos ayudarán a crear de nuevo la “trampa”?

El mensaje de Allison es a la vez alentador y deprimente. Empezando por lo segundo: lo principal que hay que entender de la historia, me explicó (y a los senadores), es que los cambios de poder crean problemas en torno a tres “P”: percepción, psicología y política (interna). En particular, una potencia dominante que empieza a sentirse insegura ante un rival suele reaccionar de forma exagerada y a tener errores de cálculo.

Lo mismo ocurre cuando una potencia emergente se siente desairada. Si esto se combina con una política interna febril, los pequeños agravios pueden salirse rápidamente de control, por ejemplo, cuando el archiduque Francisco Fernando fue asesinado en 1914 en Sarajevo, lo que desencadenó la primera guerra mundial.

Esas tres “P” están a la vista en este momento, y la inseguridad, la beligerancia y los malentendidos siguen surgiendo. “Cuando una potencia en rápido ascenso amenaza seriamente con desplazar a otra ya establecida, se produce una dinámica previsible”, afirma Allison. “Si se observa a China y a EU como una potencia en ascenso y gobernante, parece que hacen todo lo posible para mantenerse en este guión”.

Afortunadamente, hasta ahora se han evitado las hostilidades directas, pero esto no significa que la guerra no sea un riesgo real. Al contrario, como señala la luminaria de los fondos de cobertura Ray Dalio, una característica sorprendente del mundo del siglo XXI es que los conflictos pueden estallar en muchos frentes, no solamente en el cinético.

Como me dijo Dalio recientemente, “hay cinco tipos de guerra, y no todas son guerras en las que hay disparos. Hay una guerra comercial, una tecnológica, una geopolítica, una de capitales y podría haber una militar. Ciertamente estamos en diversos grados en las cuatro primeras...y hay buenas razones para preocuparse por el quinto tipo”.

Por otro lado, el hecho de que la guerra pueda librarse de tantas formas en el siglo XXI podría reducir la necesidad de un conflicto militar real. Es un triste consuelo para los que están en el extremo receptor, pero si China quiere amenazar a Taiwán, no tiene que hacerlo necesariamente con tanques o bombas. Puede utilizar ataques cibernéticos u otras armas financieras y comerciales.

Esto ya está ocurriendo en el conflicto entre EU y China. Un senador me dijo recientemente que la nación asiática le roba a Estados Unidos entre 300 mil y 500 mil millones de dólares en propiedad intelectual al año y, aunque es imposible que alguien externo verifique la cifra, el hecho de que se esté barajando sugiere que ya se está librando una guerra cibernética, en ambas direcciones.

Del mismo modo, esta semana en Washington surgieron nuevos indicios de una guerra de capitales después de que un informe de una comisión bipartidista al Congreso afirmó que China está utilizando los flujos de capital para atacar a Estados Unidos. Esto también es alarmante, especialmente para los líderes de Wall Street, como Jamie Dimon o Larry Fink, que quieren hacer negocios allí, y para aquellos que esperan que la integración de capitales pueda reducir la posibilidad de conflicto. Pero la amenaza de una guerra de capitales, o guerra comercial, sigue siendo menos aterradora que la de tipo militar.

Por supuesto, algunos como Dalio pueden replicar que lo primero puede conducir a lo segundo. Pero hay una razón más para un mínimo de optimismo en los detalles de los datos históricos de Allison, expuestos con claridad en un sitio web administrado por el Belfer Center de Harvard. En él se enumeran todos los conflictos al estilo de Tucídides en los siglos pasados y se muestra que, mientras 12 de los 16 cambios geopolíticos de este tipo produjeron una guerra abierta, cuatro no lo hicieron.

La pregunta es: ¿fueron los cuatro una casualidad? ¿O una señal de que los humanos se están volviendo más sensatos? ¿Los lazos de globalización que nos unen, como internet o los flujos de capital, pueden significar que la trampa de Tucídides no es tan relevante en la era digital?

No lo sabemos (todavía). Sin embargo, Allison tiene una última perla para compartir: desde que se publicó su libro, no solo se ha convertido en un éxito de ventas en EU, también en China.

Explica que el pasaje más popular entre los lectores chinos es una descripción de cómo Gran Bretaña y EU evitaron un momento de Tucídides a inicios del siglo XX al no ir a la guerra. A veces, se puede escapar de una trampa.


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