En las últimas semanas he recibido varias comunicaciones de grandes empresas (sobre todo del sector tecnológico), sus áreas comerciales y equipos de relaciones públicas, así como de los grupos de reflexión que financian. Lo que se dice es que la presidenta de la Comisión Federal de Comercio (FTC, por su sigla en inglés), Lina Khan, y la representante de Comercio de Estados Unidos, Katherine Tai, van a acabar con la innovación estadunidense y cederán a China la posición de EU en este frente.
El argumento es que ambas buscan políticas que perjudicarán a las compañías más grandes y supuestamente más innovadoras de Estados Unidos, en un momento en que el país se enfrenta a serias amenazas de autócratas y capitalistas de Estado. Khan por ser agresiva y creativa con la política de competencia (es decir, al poner a las grandes empresas y sus modelos de negocio bajo la lupa como no se hacía en décadas en EU), y Tai por abogar realmente por unas normas comerciales —sobre todo en el espacio digital— que ayuden a los trabajadores, no a las multinacionales gigantes.
El consejo editorial del The Wall Street Journal, portavoz oficial de las grandes empresas, claramente se creyó esta historia, pero, amigos, tengo que decir que soy escéptica. Empecemos con la idea de que las grandes empresas —en especial las del sector de tecnología— son, de alguna manera, patrióticas, defensoras de la libertad de Estados Unidos. Um, no… Son entidades que hacen dinero y quieren obtener las mayores utilidades en la mayor cantidad de mercados que les sea posible. Eso no tiene nada de malo, el problema es cuando pretenden ser otra cosa.
¿Recuerdan a Mark Zuckerberg y sus amigos sentados frente al Congreso diciéndoles a los senadores cómo debían ser los campeones nacionales de Estados Unidos, para descubrir poco después que Facebook se había asociado con un grupo de empresas chinas que EU consideraba amenazas para la seguridad? ¿O qué me dicen de empresas como Apple, que se doblegan ante Pekín con estándares de datos especiales para el mercado chino? Luego está la forma en que un gran número de empresas, como Google o Microsoft, recopilan datos y, en algunos casos, los envían a compañías rusas o chinas. ¿Campeones nacionales? No lo creo.
En cualquier caso, como sostengo desde hace muchos años, más grande no siempre es mejor cuando se trata de innovación. Históricamente, la descentralización es lo que llevó al propio sector de tecnología de Estados Unidos a ser el líder. Hay muchas investigaciones que demuestran que la mayor parte de la innovación proviene de académicos individuales y empresas más pequeñas, algo que cubrí en mi primer libro. Lo que importa no es el tamaño de los presupuestos de investigación, sino los avances que pueden lograr los empresarios y los equipos pequeños que no tienen obligaciones con el capitalismo trimestral. Por cierto, Kai-Fu Lee hace lo mismo sobre el ecosistema chino en su libro AI Superpowers.
El argumento de que EU necesita flexibilizar la regulación para superar a China es equivocado. Necesitamos que las grandes empresas tengan rendición de cuentas ante la comunidad más amplia de partes interesadas. Una política industrial inteligente es valiosa. El oligopolio no lo es. Veamos el escándalo de seguridad de Boeing, que puso de relieve las advertencias de los empleados de la Administración Federal de Aviación (FAA, por su sigla en inglés) de que la empresa tenía demasiado control sobre las aprobaciones de seguridad. Y, por supuesto, esto no es solo una cuestión de EU. La idea de que Alemania creara un banco “demasiado grande para quebrar” aún más grande, me llena de pavor. ¿Nadie recuerda que los Landesbanken, de propiedad estatal alemana, fueron algunos de los que más contribuyeron a la crisis de 2008?
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Es más fácil capitular ante el populismo apoyando a campeones nacionales que diseñar y aprobar estrategias de crecimiento nacional inteligentes. Esto es particularmente cierto en EU, donde las grandes compañías de tecnología, finanzas y atención de salud, entre otras, gastan en conjunto miles de millones en cabildeo y donaciones políticas para impulsar sus propias causas. Ese comportamiento es uno de los factores que provocan una reacción contra el capitalismo de libre mercado y la globalización, pero en realidad está perjudicando a las empresas mismas.
Dicho todo esto, estoy abierta a que alguien demuestre que estoy equivocada. Sin duda, planeo plantear todas las preguntas que recibo de las grandes empresas sobre todo lo anterior a la presidenta Khan en un evento que tendré mañana con ella en el Carnegie Endowment for International Peace. Espero que todos nos sintonicen, pero el hecho de que estoy recibiendo tanto rechazo y tanto troleo en línea de los cabilderos de la industria me hace pensar que los grandes grupos de tecnología en realidad están bastante asustados por los avances que están logrando Khan y Tai.
Peter, ¿estás de acuerdo con el argumento de que “mientras más grande, mejor” que se hace en DC? Y tengo curiosidad por saber de qué cabilderos se escucha más en estos días.
Lecturas recomendadas
-Acabo de terminar de leer el libro de mi amigo Peter Goodman, How the World Ran Out of Everything, que analiza las disrupciones de la cadena de suministro de los últimos años y, en particular, cómo la teoría del mercado eficiente condujo a una concentración excesiva en un puñado de lugares. Es un análisis inteligente y detallado de un tema sobre el que no se había informado en profundidad desde The End of the Line, de Barry Lynn, en 2005.
-Otro artículo más de un antiguo empleado descontento de The New York Times que quedó atrapado en la guerra de lo woke (progre). Gracias a Dios que no tenemos que disculparnos de que aquí en Financial Times nos gusta Chick-fil-A. Ahora no puedo decir qué pasaría si admitiera que pienso que hay demasiada mayonesa en los sándwiches Pret-a-Manger…
-En Financial Times, dos de nuestros principales colaboradores en DC, el jefe de la oficina James Politi y la subjefa de la oficina Lauren Fedor, opinan sobre la posición de Biden en la carrera contra Trump. Su opinión es que si bien el SOTU (el discurso del Estado de la Unión) proporciona un buen viento favorable para el presidente, aún hay mucho trabajo de base que hacer para reducir lo que todavía parece ser una ligera ventaja de Trump en las encuestas.
Peter Spiegel responde
Rana, cubrí la política de competencia en Washington a principios de la década de 2000, y esa experiencia me inculcó un escepticismo innato sobre la capacidad de las autoridades antimonopolio del gobierno federal para moldear el mercado privado. Me parecía que, con demasiada frecuencia, la Comisión Federal de Comercio y el Departamento de Justicia no daban en el blanco o desataban consecuencias no deseadas que escapaban a su control.
Me inicié en el caso antimonopolio del Departamento de Justicia contra Microsoft (ya que estoy recordando, me gustaría señalar que mi cobertura fue citada en el dictamen del tribunal de apelación de 2001 que revocó la división de la compañía). Incluso cuando el procedimiento legal estaba en marcha, era cada vez más evidente que los acontecimientos estaban superando el caso. El monopolio del sistema operativo de Microsoft no estaba siendo socavado por los reguladores, sino por competidores que estaban creando servicios basados en la red que harían prácticamente obsoleto el software de Microsoft, alguna vez dominante. Tal vez es el caso por excelencia de los reguladores de Washington que malinterpretaron el mercado.
Para responder a tu pregunta más directamente, Rana, desde luego no creo que más grande sea siempre mejor, pero a veces sí. En algunas ocasiones hace falta una compañía grande y bien capitalizada para asumir el riesgo financiero que conllevan las grandes inversiones que cambian paradigmas.
Por ejemplo, las telecomunicaciones. Es posible que empresas como Sprint y Verizon no estén estrechamente relacionadas con la innovación, pero fueron de las primeras en gastar los miles de millones necesarios para construir redes inalámbricas y de internet de fibra óptica a escala nacional, que cambiaron la capacidad de todo el mundo para acceder a servicios web de alta velocidad. Del mismo modo, una pequeña empresa de biotecnología como BioNTech tuvo que recurrir a una compañía farmacéutica grande y bien capitalizada como Pfizer para asumir el riesgo financiero que conllevaba convertir sus innovadoras tecnologías de ARNm en una vacuna aprobada por las autoridades y producida en todo el mundo que ayudó a cambiar la tendencia del covid-19.
Lo que se considera demasiado grande suele depender de los ojos del espectador. En una ocasión, la Unión Europea determinó que un país con cuatro proveedores de servicios inalámbricos experimentaría una intensa competencia de precios y una elevada inversión, mientras que los países que permitieron fusiones que redujeron los proveedores a tres vieron cómo subían los precios y se estancaba el servicio. ¿Sucede algo mágico con cuatro que no sucede con tres?
Más cerca de casa, para el departamento de justicia de Joe Biden, la adquisición de Spirit por parte de JetBlue habría creado una aerolínea estadunidense menos en un momento de aumento de tarifas y caída del servicio, pero también se puede argumentar que una combinación de Spirit y JetBlue —sobre todo en un momento en que Spirit atraviesa dificultades financieras— pudo crear una aerolínea más grande y más sana que podía competir mejor con las compañías como Delta, United y American del mundo.
No es blanco o negro. Y no estoy convencido de que la agresiva postura legal de la administración Biden frente a la industria de tecnología vaya a producir el resultado que desean.
Sus comentarios
Y ahora unas palabras de nuestros lectores de Swamp Notes… En respuesta a :
“La dinámica en Israel es amenazante: 90 por ciento de la inversión israelí en el sector de la alta tecnología la realizan ciudadanos extranjeros. El intento de convertir a Israel en un país no democrático tuvo como resultado el desplome de esta inversión. Si Israel se quedara atrapado en el fango de Gaza y en otros conflictos regionales durante los próximos años (y el deshonesto primer ministro Netanyahu conduce a eso) estos inversionistas se retirarán del país. Aumentará la emigración de alta tecnología, junto con la emigración de médicos, algo que ya comenzó, y de veteranos del Cuerpo de Inteligencia y de la Fuerza Aérea. Los resultados serán un duro golpe para los ingresos fiscales del gobierno, un descenso del PIB per cápita y una disminución de la calidad de las FDI. La administración Biden dio un útil paso hacia adelante con la visita de Gantz”. - Eran Yashiv, profesor de economía de la Universidad de Tel Aviv.