Del Sputnik al "brexit": competir, el combustible de la innovación

Evolución tecnológica. El divorcio británico de la UE puede funcionar como un choque benéfico que abra el camino para la creación de instituciones de investigación y un gran aumento de gasto público en ciencias.

El escepticismo ha polarizado a Reino Unido. FACUNDO ARRIZABALAGA/efe
John Thornhill
Londres /

Es exagerado decir que la guerra fría creó Silicon Valley. Pero tal vez no tanto. El momento Sputnik de 1957, cuando los soviéticos lanzaron el primer satélite desató el pánico en Estados Unidos y tuvo como resultado el posterior aumento en el gasto de investigación.

Para responder a la amenaza tecnológica soviética, el presidente Dwight Eisenhower creó dos notables instituciones con financiamiento público, la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzada (ARPA), y la Administración Nacional de la Aeronáutica y del Espacio (NASA). También aumentó enormemente el gasto en programas universitarios de ciencias.

“Desde la bomba hasta el proyecto lunar, a la columna vertebral del internet y más allá, el gasto público alimentó una explosión de descubrimientos científicos y técnicos, proporcionando las bases para generaciones de startups por venir” escribe Margaret O’Mara en su historia de Silicon Valley, The Code.

Claramente sería una enorme exageración equiparar el brexit con el Sputnik. Pero existe la posibilidad de que la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea pueda funcionar como un choque benéfico que abra el camino para la creación de nuevas instituciones de investigación y un gran aumento en el gasto público en ciencia, como se anunció en el manifiesto electoral del Partido Conservador.

Esa, al menos, parece ser la intención de Dominic Cummings, el asesor estratégico del primer ministro, quien es un gran seguidor de la innovación impulsada por misión y está a favor de un “reinicio total” de las instituciones británicas. En una publicación de 47 páginas en un blog el año pasado, debatió sobre el éxito de ARPA y Parc, el laboratorio de investigación legendariamente innovador de Xerox en Palo Alto. Mientras la Unión Europea sigue obsesionada con la supervivencia de la zona euro, escribió, Gran Bretaña puede emular a Estados Unidos y la zona costera de China en inventar el futuro .

“Nunca vamos a ser de nuevo la nación de fabricación más importante, pero podemos encabezar los subcampos cruciales de tecnología avanzada. Como demostró ARPA-Parc, pequeñas inversiones pueden crear industrias totalmente nuevas y billones de dólares de valor”.

El apoyo de Cummins a ese tipo de gasto público impulsado por misión refleja el pensamiento revisionista de los economistas, como Marian Mazzucato, autora de The Entrepreneurial State, quien despellejó la noción simplista de que la innovación es solo el producto de superhéroes empresariales en las firmas privadas. La innovación, argumenta, es el resultado de la compleja interacción a largo plazo de tres vías entre gobierno, empresas y mercado. Las tecnologías de internet, GPS y la pantalla táctil que hicieron posible el iPhone de Apple fueron el fruto de los programas públicos de investigación.

Uno no puede evitar admirar el enorme tamaño de la ambición de Cummings y su entusiasmo por impulsar la capacidad de investigación de Gran Bretaña. Pero tres grandes dudas se ciernen sobre si Gran Bretaña alguna vez podrá perseguir con éxito la innovación al estilo de ARPA.

En primer lugar, Gran Bretaña nunca podría soñar con movilizar los recursos que desplegó EU. En la primera mitad de la década de 1960, el gasto en investigación y desarrollo consumió más del 10 por ciento de todo el presupuesto federal de Estados Unidos. Pero durante esos años la rivalidad de las superpotencias superó a todo. “Las tecnologías de guerra fueron los catalizadores de la innovación. Fue el imperativo geopolítico lo que le dio legitimidad política a este gasto”, me dijo la profesora O’Mara en una entrevista telefónica.

En segundo lugar, el calendario para el éxito solo puede contarse en décadas: esto sin duda es demasiado largo para los políticos británicos con trastorno por déficit de atención. La comparación más adecuada e inquietante es probablemente con ARPA-E, el motor de innovación de energía verde que se lanzó formalmente bajo el mandato de Barack Obama en 2009, que aún debe demostrar su valía.

De acuerdo con la profesora O’Mara, ARPA-E nunca había recibido el generoso financiamiento de anteriores programas federales de investigación y que todavía era demasiado pronto para medir su impacto. “La innovación tiene un arco largo y no se puede acelerar”, destacó. “El ciclo electoral y el ciclo de innovación no se alinean. Ese es el problema con la innovación en materia de energía verde en EU”.

En tercer lugar, cualquier ARPA británico tendrá que sobrevivir al tanque de ácido del Tesoro, que corroe todo pensamiento grandioso. Un veterano del gobierno argumenta que sería más fácil darle un nuevo propósito a una institución actual, como UK Research and Innovation o Innovate UK, que ya tienen entradas y salidas financieras y una red de relaciones. Esto será más efectivo que crear algo.

La ironía final es que Gran Bretaña sale de la UE justo cuando la Comisión Europea también se volvió entusiasta de la innovación impulsada por misión.

Con los años, los científicos británicos han disfrutado de un importante financiamiento por parte del Consejo Europeo de Investigación. Reino Unido también puede convetirse en uno de los mayores beneficiarios del Consejo, cuyo objetivo es convertirse en la “fábrica de unicornios” de Europa con una inversión de 100 mil mde en los próximos siete años en prometedoras empresas de tecnología en etapas iniciales.

Aún así, como lo demostró Sputnik, la competencia es a menudo el combustible de la innovación. 

Objetivos

La Unión Europea se marcó tres objetivos para llegar a finales de 2020 a un acuerdo sobre su futura relación con Reino Unido, indicó el negociador europeo Michel Barnier.

Desafío

Ponerse de acuerdo y ratificar un nuevo pacto post-brexit antes de finales de 2020, “representará un inmenso desafío, pero haremos todo lo posible”, aseguró Barnier.

Relaciones

El primer objetivo se enmarca en las cuestiones internacionales en las que la UE “seguirá manteniendo relaciones positivas con Reino Unido, tanto a nivel bilateral como en cumbres internacionales”.

Seguridad

El segundo objetivos es la seguridad y resultará más difícil de cumplir, pues no es posible lograr “los mismos niveles de cooperación en el intercambio de datos” fuera del espacio comunitario.

Comercio

El tercero es que “cualquier acuerdo de libre comercio debe respetar unas reglas equitativas en normas, ayudas estatales y cuestiones fiscales”, explicó Barnier.


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