Cuando Jes Staley acudió al rescate de Barclays en 2015, prometió cambiar la cultura del banco británico y poner fin a sus polémicas relaciones con los reguladores.
“No se puede retroceder para convertirse en una organización orientada a los valores que se comporta con integridad en todo momento”, escribió.
Seis años más tarde, Staley está de patitas en la calle, después de que su conducta personal se viera envuelta por segunda vez en problemas de regulación. Staley dejó su cargo a principios del mes después de que el Consejo de Administración de Barclays conociera las conclusiones preliminares de una investigación sobre la forma en que caracterizó su relación con el financiero y delincuente sexual Jeffrey Epstein.
Ya es hora de que el Consejo de Administración muestre se temple. Staley se libró por dos veces de intentar descubrir la identidad de un denunciante en 2016. La Autoridad de Conducta Financiera (FCA, por sus siglas en inglés) y la Autoridad de Regulación Prudencial (PRA, por sus siglas en inglés) le impusieron una multa de 642,430 libras y se le descontaron 500,000 libras de su bono. El Consejo de Administración se mantuvo al margen mientras el precio de las acciones caía, un inversor activista atacaba y los reguladores anunciaban su investigación sobre Epstein.
Barclays insiste en que “la investigación no concluye que Staley viera, o tuviera conocimiento, de ninguno de los supuestos delitos de Epstein”. Es una forma extraña de describir una relación que incluyó a Staley, entonces director del banco privado JPMorgan Chase, visitando a Epstein en 2008 mientras cumplía condena por solicitar sexo con una menor.
Es de suponer que el banco quiere decir que no tiene pruebas de que Staley viera personalmente nada inapropiado, ni siquiera cuando navegó con su yate hasta la isla privada del delincuente sexual en 2015.
Nada de esto se ve bien para Barclays. Sus tres últimos jefes han salido bajo presión, y al cuarto se le acusó penalmente (y finalmente resultó absuelto) después de su salida. Bob Diamond renunció en 2012 después de que el Banco de Inglaterra señaló que perdió la confianza en él por el escándalo de la manipulación de la tasa Libor. Antony Jenkins fue destituido tras enfrentarse con el director del banco de inversión. John Varley se marchó voluntariamente en 2011, pero posteriormente se enfrentó a cargos de fraude por una recaudación de capital de 2008.
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Varios bancos británicos y europeos más han tenido problemas de transición de sus directores ejecutivos. Credit Suisse se separó de Tidjane Thiam el año pasado tras un escándalo de espionaje corporativo. Standard Chartered despidió a Peter Sands después de que el banco se involucró en una dura pelea con los reguladores estadounidenses y de que su rendimiento decayera.
Hay un tema común entre estos fracasos. Parece que los directores ejecutivos muy bien pagados acaban actuando como emperadores romanos inmunes a las críticas e incluso a los consejos. En los peores casos, olvidan que las normas no son solo para los demás.
Staley tiene un historial de dar prioridad a sus relaciones personales. Ignoró las advertencias y pidió en repetidas ocasiones al equipo de seguridad de Barclays que localizara al autor de una carta que formulaba acusaciones contra un alto ejecutivo al que el director ejecutivo contrató personalmente.
Parte de esto tiene que ver con el tipo de persona que quiere convertirse en jefe de un banco. Se puede ganar mucho más dinero, y de forma mucho más anónima, en los fondos de cobertura o en el capital riesgo, por lo que quienes optan por los bancos deben disfrutar cortejando el protagonismo y estar dispuestos a arriesgarse a las críticas públicas.
Los Consejos de Administración y los inversionistas también esperan más en estos días. La permanencia de los directores ejecutivos ha ido cayendo a nivel mundial, y en un estudio del Conference Board y Esgauge analytics se descubrió que casi 40% de las salidas forzadas el año pasado en el Russell 3000 se debieron a mala conducta personal, casi tantas como en 2018, cuando el movimiento #MeToo estaba en su punto álgido.
El Dato...40% de las salidas forzadas
en el Russell 3000 se debieron a mala conducta.
Sin embargo, los bancos estadounidenses más grandes no han registrado el mismo nivel de agitación desde la crisis financiera. Michael Corbat dejó Citigroup antes de una reprimenda regulatoria el año pasado y a John Stumpf, de Wells Fargo, lo derribó un escándalo de cuentas falsas en 2016, pero los otros gigantes de Wall Street están dirigidos por “CEOs forever” (directores ejecutivos para siempre).
Sin duda, los bancos estadounidenses son más rentables, por lo que los inversores tienen menos de qué quejarse. Estos jefes de Wall Street tampoco tienen que lidiar con presidentes independientes que observan por encima de sus hombros. Sería bueno creer que Jamie Dimon, de JP Morgan; James Gorman, de Morgan Stanley, y Brian Moynihan, de Bank of America, se han rodeado de ejecutivos fuertes que pueden hacer frente a las malas ideas.
En la antigua Roma, a los generales victoriosos se les asignaba un tipo especial de esclavo durante los desfiles triunfales. La leyenda cuenta que el auriga no solo sostenía una corona de laurel sobre la cabeza del comandante, sino que también le susurraba al oído “memento mori” (recuerda, mueres). Quizá los jefes de los bancos necesiten un servicio similar.
gaf