Dos de las principales tendencias empresariales de los últimos años han sido el número récord de acciones sindicales y el aumento de los casos antimonopolio. Tan solo en este año, por ejemplo, Estados Unidos registró el mayor número de días laborables perdidos por huelgas en casi un cuarto de siglo, y también logró ver las acciones sobre competencia más agresivas en décadas. Estos dos fenómenos, que también están presentes en Europa y otros lugares, son una reacción a décadas de consolidación corporativa y utilidades récord.
Aunque alguna vez parecía que el aumento de la inflación salarial y la tendencia a la desregulación de la cadena de suministro en la pandemia empezarían a erosionar el poder corporativo, el último Informe sobre el Comercio y el Desarrollo de las Naciones Unidas muestra que eso aún no ocurre. De hecho, tanto la consolidación como las utilidades aumentaron de forma drástica durante el covid-19, con repercusiones preocupantes como el aumento de precios y la inseguridad alimentaria.
Si la concentración es motivo de preocupación en el mundo rico, lo es aún más en los pobres. Los altos niveles de exportaciones entre las 2 mil empresas más grandes a escala global aumentaron en la pandemia. Esto fue cierto en las economías en desarrollo, donde los datos muestran que 1 por ciento de las principales empresas exportadoras dentro de cada país recibieron entre 40 y 90 por ciento de los ingresos de exportación de la nación en su conjunto. La tasa promedio de concentración de las exportaciones corporativas en una base de datos de 30 países en desarrollo asciende a la friolera de 40 por ciento.
Los autores del informe de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (Unctad, por su sigla en inglés) señalan que este aumento durante la pandemia plantea “preocupaciones por el control del mercado y la distribución de los beneficios del comercio” en países que antes contaban con la expansión comercial para dar trabajo a más personas.
El aumento de la concentración empresarial también refleja el continuo descenso de la participación de mano de obra a escala mundial, que cayó de 57 por ciento en el año 2000 a 53 en la actualidad. En palabras de los autores: “El descenso de la proporción de mano de obra y el aumento de las utilidades (de las multinacionales) apuntan al papel clave que desempeñan las grandes empresas en el dominio de las actividades internacionales… (y) en el aumento de la desigualdad funcional de los ingresos a escala mundial”.
Esta división tiene efectos perniciosos en los mercados de materias primas. A pesar de la moderación de la demanda, los precios de muchas materias primas no regresaron a los niveles previos a la pandemia. En particular, los precios de los combustibles y los productos agrícolas siguen elevados, lo que provoca la inseguridad alimentaria de millones de personas.
La financiarización desempeña un papel clave en esta situación. “La creciente importancia de las actividades financieras como parte del modelo de negocio de las empresas se convirtió en un amplificador de su poder”, dijo Richard Kozul-Wright, director de la división de globalización y estrategias de desarrollo de la Unctad.
Según el informe, “la actividad no regulada en materias primas contribuye a aumentos especulativos de precios y a la inestabilidad del mercado” que ha exacerbado la crisis alimentaria mundial. Incluso llegan a culpar al alza de precios de las empresas de una gran parte de los altos costos de los alimentos.
De hecho, surgió un círculo vicioso entre mayores costos de producción de energía y alimentos, menores rendimientos agrícolas y mayores precios de los alimentos. El aumento de los precios de los fertilizantes significa que los agricultores los utilizan menos, lo que significa menores rendimientos y mayor inflación. El ciclo de bola de nieve de precios más altos se exacerba por tasas de interés más altas, que elevan el costo de todos los insumos.
Sin embargo, en medio del aumento de los precios, las grandes empresas comercializadoras de materias primas disfrutan de ganancias récord. En julio de 2023, Oxfam estimó que 18 grandes empresas mundiales de alimentos y bebidas obtuvieron utilidades extraordinarias de 14 mil millones de dólares en los dos años anteriores.
¿Qué tanto de eso se debe a la especulación de precios? Es imposible saberlo, pero en un informe de Allianz se estima que 20 por ciento de la inflación de los alimentos se debe a la especulación. En otro estudio de Greenpeace se concluyó que los 10 principales fondos de cobertura que alimentan el impulso ganaron mil 900 millones de dólares negociando precios de alimentos en los primeros tres meses de 2022, cuando comenzó la invasión a Ucrania.
La Unctad encuentra correlación, aunque no causalidad, entre la especulación corporativa, el uso de instrumentos financieros y la volatilidad de los alimentos. Mostrar resultados causales es difícil, en parte porque la cobertura es parte del modelo de negocio de las empresas de materias primas, pero también debido a la opacidad del sector. Solo ocho de las 15 principales empresas comercializadoras de alimentos cotizan en bolsa.
Aun así, existe un fuerte vínculo entre las utilidades históricas de los cuatro principales comercializadores de alimentos —ADM, Bunge, Cargill y Louis Dreyfus— y los periodos de volatilidad de precios. Como mínimo, esto sugiere que debemos examinar cómo las empresas de materias primas utilizan los instrumentos financieros para cubrir sus propias posiciones comerciales, frente a operaciones diseñadas para aprovechar una ola de volatilidad del mercado.
El vínculo entre las utilidades corporativas y el hambre es el ejemplo más indignante del desequilibrio de poder entre capital y mano de obra. Las huelgas globales y las acciones antimonopolio son una reacción a esto y, sin duda, continuarán hasta que el péndulo retroceda, como ocurre lenta pero seguramente siempre cuando los sistemas económicos se desequilibran. Espero que también continúen los llamados a reformar el sistema de comercio global, que en sí mismo es complejo y opaco.