El G20 ha fallado en hacer frente a desafíos globales

El grupo de las economías más importantes aún debe lidiar con la pandemia de covid-19 y contra el cambio climático

Janet Yellen representó a EU en la reunión de ministros de Finanzas y gobernadores de bancos centrales en Venecia. Andrea Merola/EFE
Martin Wolf
Londres /

La humanidad se superó a sí misma. Con su ingenio, este simio tribal creó un mundo que su tribalismo no puede manejar. Intelectualmente, sabemos esto: es por eso que creamos instituciones como la Organización de Naciones Unidas (ONU), el Fondo Monetario Internacional y el G20, pero no lo sabemos hasta la médula. Con certeza, sabemos que cada tribu va por su cuenta y que los demás quedan a su suerte. Con certeza, pensamos que la gente que siente de otra manera son “globalistas”, algo que es sinónimo de “traidores”. 

Nos reunimos, fallamos y prometemos hacerlo mejor la próxima vez, pero fallamos de nuevo. No fallamos en todo, pero sí en las cosas importantes. No es lo suficientemente bueno, sabemos eso, pero el conocimiento no es suficiente.

Esa es la historia de la reunión del fin de semana de los ministros de Finanzas y gobernadores de los bancos centrales del G20 en Venecia, una ciudad gloriosa que se hunde bajo el aumento de los niveles del mar. El G20 contiene 63 por ciento de la población global y 87 por ciento de su producción. Tiene a los países más poderosos del mundo y de cada continente. Es nuestra mejor oportunidad para el gobierno económico mundial.

Además, el regreso de Estados Unidos a un gobierno cuerdo marca una gran diferencia. Era imposible lograr algún progreso en los desafíos globales bajo un gobierno tan incompetente y narcisista como el de Trump. El intermedio puede ser breve, pero que alguien tan decente e inteligente como Janet Yellen represente a EU en la reunión de Venecia lo alegra a uno.

También permitió avanzar. De hecho, el comunicado del G20 ofrece una larga lista de logros. En su resumen, Kristalina Georgieva, directora general del FMI, elogia al G20 por el “acuerdo histórico” sobre una tasa mínima de impuestos a las corporaciones. Destaca el reconocimiento del G20 por el papel de fijar un precio al carbono en la respuesta al cambio climático.

También destaca el excelente informe del panel independiente de alto nivel sobre “preparación y respuesta ante una pandemia” y el reconocimiento del G20 de la necesidad de una mayor capacidad mundial para responder a las amenazas sanitarias. Destaca su “profundo agradecimiento” por el “apoyo del G20 a una nueva asignación de DEG (derechos especiales de giro) de 650 mil millones de dólares, la mayor en la historia del FMI y un estímulo para el mundo”. Si los nuevos DEG se canalizan de la manera correcta, pueden resultar en una transformación para los países más pobres y más afectados.

Además, principalmente debido al éxito de los científicos, las vacunas cambiaron el rumbo económico del desastre del covid-19 más rápido de lo esperado. El FMI prevé un crecimiento global de 6 por ciento este año, encabezado por las dos superpotencias: China y EU. Sin embargo, señala Georgieva, “la divergencia entre las economías se está intensificando. El mundo se enfrenta a una recuperación de dos vías”. Peor aún, son los ricos —entre países y dentro de ellos— quienes se recuperan más rápido. No es la primera vez que se les da a los que tienen.

Sin embargo, dados los logros genuinos, ¿por qué soy tan crítico? La respuesta es que la humanidad enfrenta dos desafíos globales: escapar de esta pandemia (y de futuras pandemias) y el cambio climático. Junto a estos, los acuerdos sobre impuestos corporativos e incluso los DEG, aunque sean bienvenidos, no son tan importantes. La cuestión es si podemos cooperar donde debemos.

Sobre la pandemia, la tarea es vacunar al mundo entero y, si es necesario, volver a vacunar. Es la única forma de obtener un control sobre el covid y sus muchas variantes. Como señala Georgieva, el objetivo debe ser al menos cubrir 40 por ciento de la población de todos los países para finales de 2021 y 60 por ciento para mediados de 2022. También señala que “al brindar un acceso más rápido a las vacunas a las poblaciones de alto riesgo, se pueden salvar más de medio millón de vidas este año. Y un retorno a la normalidad de las actividades en todas partes agregará 9 billones de dólares a la economía global hasta 2025, el costo de 50 mil mdd de este plan para afrontar la pandemia palidece en comparación”.

De hecho, lo hace. Sin embargo, hasta ahora, la acción es la que palidece. El déficit de financiamiento para Access to Covid-19 Tools Accelerator —la asociación global para la entrega de tratamientos y vacunas— para 2021 fue de 16 mil 800 mdd a finales de junio. Esto es 0.1 por ciento de los recursos públicos que se gastaron en la lucha contra las consecuencias del covid. Vergonzosamente, el G20 no ha podido resolver esto. Ahora parece que los niños de los países de altos ingresos serán vacunados antes que la mayoría del resto del mundo. Esto es un crimen y un error.

Incluso frente a una amenaza global tan evidente, donde los costos son enormes e inmediatos, parece que no podemos actuar con urgencia. La incapacidad para cooperar en una emergencia de este tipo hace que uno se pregunte si se logrará la necesidad de alta prioridad de una capacidad mundial con una enorme mejora para reconocer y responder a las amenazas para la salud.

Ante esta falta de éxito, es imposible imaginar que hagamos mucho más que tocar el violín mientras el planeta arde. En cuanto al clima, el desafío es más remoto, los cambios de comportamiento que se requieren son mucho mayores y la cooperación necesaria más difícil. Me encantaría que la COP26, la conferencia que se celebrará en noviembre en Glasgow, demuestre que estoy equivocado. También me sorprendería. Yellen señaló el hecho de que EU proporcionará 5 mil 700 mdd en financiamiento anual para el clima a los países en desarrollo para 2024. Sin embargo, en el contexto tanto de la necesidad y el dinero que se gasta dentro del país, este es un término de error.

Nos guste o no (claramente no nos gusta) creamos una civilización global. Todos tenemos fronteras entre nosotros y nos afectamos unos a otros. Es posible que queramos continuar con nuestra actitud tribal. De hecho, al observar las relaciones se surgen entre EU y China, es obvio que sí, pero no funcionará. Vivimos en un mundo globalizado en un planeta compartido. ¿Somos capaces de actuar sobre las implicaciones? Esa es la pregunta más importante del siglo XXI. La respuesta, me temo, es no.


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