El intento de Draghi por salvar a Europa de la fragmentación

El informe del presidente del BCE plantea al bloque de países un “desafío existencial” en un mundo con fragilidades

Mario Draghi, ex presidente del BCE, aboga por la industria europea. Angelo Carconi/EFE
Martin Wolf
Londres /

“Dentro de nuestro mandato, el Banco Central Europeo está dispuesto a hacer lo que sea necesario para preservar el euro. Y créanme, será suficiente”. Estas 24 palabras pronunciadas por Mario Draghi, como presidente del BCE en julio de 2012, calmaron el pánico que se apoderaba del euro. La semana pasada, el mismo hombre publicó 393 páginas sobre eso.

Como presidente del BCE, Draghi enfrentó una crisis inmediata con los instrumentos que poseía. En la actualidad aconseja a políticos asustados, a burócratas asediados y a un público desencantado sobre por qué y cómo hacer un gran esfuerzo. El objetivo es, una vez más, salvar el proyecto europeo que ama de lo que él llama un “desafío existencial”.

El informe señala: “Si Europa no puede volverse más productiva, nos veremos obligados a elegir. No podremos convertirnos de inmediato en un líder en nuevas tecnologías, un faro de responsabilidad climática y un actor independiente en el escenario mundial. No podremos financiar nuestro modelo social. Tendremos que reducir algunas, si no es que todas, nuestras ambiciones”. La Unión Europea corre el riesgo de fracasar.

El mundo actual es inadecuado para la Unión Europea. La era del comercio dinámico y el multilateralismo está muriendo. El bloque perdió a su proveedor más importante de energía barata, Rusia. Sobre todo, está entrando en una era de conflicto geopolítico en la que se corre el riesgo de que las dependencias económicas se conviertan en vulnerabilidades.

Peor aún, la Unión Europea está entrando en este nuevo mundo con muchas fragilidades.

De acuerdo con el informe, “el ingreso disponible real per cápita ha crecido casi el doble en Estados Unidos que en la Unión Europea desde 2000”. Gran parte de la razón es que el bloque se ha quedado muy por detrás de EU en la revolución digital. Solo cuatro de las 50 principales firmas de tecnología del mundo son europeas. Los precios de la energía en la Unión Europea son altos en comparación con los de EU. La demografía del bloque también es terrible. Así, “si la Unión Europea mantuviera su tasa promedio de crecimiento de la productividad desde 2015, solo sería suficiente para mantener el PIB constante hasta 2050”. Y no menos importante, los europeos no pueden protegerse a sí mismos, como quedó demostrado con la invasión a Ucrania.

La Unión Europea no puede cambiar el mundo, pero puede —y debe— cambiarse a sí misma para hacerle frente. Lo que se desprende con mayor claridad de este informe son los hilos comunes que conectan estos diversos males. Los más importantes son la fragmentación, la regulación excesiva, la regulación inadecuada, el gasto insuficiente y el conservadurismo excesivo. De ellos, la fragmentación es el más perjudicial.

Estos males aparecen repetidamente en el informe, que señala que “Europa está atrapada en una estructura industrial estática, en la que surgen pocas empresas nuevas que provoquen una disrupción en las industrias existentes o desarrollen nuevos motores de crecimiento. De hecho, no hay ninguna firma de la Unión Europea con una capitalización de mercado superior a 100 mil millones de euros que se haya creado desde cero en los últimos 50 años, mientras que las seis compañías estadunidenses con una valoración superior al billón de euros se crearon en ese periodo”. En consecuencia, la lista de los tres principales inversionistas en investigación e innovación está dominada por las automotrices desde hace 20 años. Europa corre el riesgo de convertirse en un museo industrial.

¿Por qué? La fragmentación es la respuesta principal. El mercado único no existe, en términos de productos o insumos. El sector universitario también está fragmentado, al igual que el apoyo público a investigación e innovación. La falta de escala y de toma de riesgos significa que las fuentes de fondos estadunidenses son mucho mayores que las de la Unión Europea. Como resultado, “muchos empresarios europeos prefieren buscar financiamiento de capitalistas de riesgo estadunidenses y ampliarse en el mercado estadunidense”.

El exceso de regulación también es un gran problema. Esto se debe en parte a un conservadurismo excesivo, pero también a la tendencia de los estados miembros a sumar sus propias regulaciones a las de la Unión Europea.

La fragmentación también afecta a la política de energía y de seguridad. Por ejemplo, no existe un mercado energético integrado. La Unión Europea tampoco ha logrado integrar sus industrias de defensa ni su adquisición de equipo militar. Esto aumenta los costos y reduce la eficiencia. Ese tipo de fragmentación es inasequible, sobre todo cuando se cuestiona la credibilidad del compromiso de defensa de EU.

Inevitablemente y con razón, se presta atención a la mesurada y sofisticada adopción por parte de Draghi de políticas comerciales e industriales más intervencionistas. Una justificación es la preocupación por la seguridad. Otra es que la Unión Europea está obteniendo una política industrial de todos modos, pero está fragmentada y el gasto en ella está dominado por los grandes países miembros. La última es que sabemos que, si se hace bien, la política industrial puede mejorar la competencia y el bienestar global. ¿Quién piensa ahora que crear Airbus fue un error? Ha sido un triunfo. La lección es que esas grandes intervenciones deben hacerse juntas, a gran escala y con objetivos claros. La creación de un nuevo sistema energético sin emisiones de carbono requerirá todo eso. También un sector de defensa eficaz.

Por desgracia, las explicaciones de muchos de los problemas que describe Draghi, en particular la fragmentación y el conservadurismo, son también las razones por las que es poco probable que se adopten sus soluciones radicales. Como señala, “las políticas industriales exitosas hoy requieren estrategias que abarquen inversión, impuestos, educación, acceso al financiamiento, regulación, comercio y política exterior, unidas en torno a un objetivo estratégico acordado”. Para que la Unión Europea logre esto se necesitan reformas radicales.

El creciente nacionalismo de la actualidad dificultará aún más la implementación de esas reformas. Los europeos corren el riesgo de olvidar las lecciones de su pasado: solo si actúan juntos pueden tener la esperanza de dar forma a su futuro. Los británicos lo olvidaron. ¿Los otros pueden recordarlo y actuar?

Financial Times Limited. Declaimer 2021


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