Las grandes crisis del petróleo de la década de 1970 le enseñaron a los políticos de Occidente una importante lección sobre el poder de las superpotencias de energía del mundo. Cincuenta años después, la lección se repite.
Rusia se defiende de las sanciones de Occidente restringiendo el suministro de gas a Europa. La perspectiva de un corte total del gas ruso provoca algo cercano al pánico en Europa, mientras Alemania y otras grandes economías contemplan el racionamiento de energía este invierno. Mientras tanto, Joe Biden —preocupado por el aumento de los precios de la gasolina antes de las elecciones de mitad de mandato— tuvo que olvidar su retórica de campaña sobre tratar a Arabia Saudita como un paria (persona considerada de clase inferior). El presidente estadunidense viajará a Riad el próximo mes para pedir a los saudíes que produzcan más petróleo.
La lección parece ser simple y desalentadora. En 2022 —al igual que en 1973— los principales productores de petróleo del mundo todavía pueden hacer que las mayores potencias políticas del mundo bailen a su melodía.
Pero si vemos más allá de los titulares inmediatos, la geopolítica de la energía es mucho más compleja. Rusia tiene una fuerte influencia a corto plazo, pero su posición empeorará mucho en los próximos tres años. Estados Unidos tiene un gran problema en el corto plazo, pero su posición es fuerte a largo plazo.
Es la Unión Europea la que tiene los más problemas a corto y mediano plazo. A pesar de los valientes discursos sobre la diversificación y la descarbonización, los europeos todavía están muy lejos de encontrar una nueva estrategia viable de energía.
Rusia y la Unión Europea se encuentran en una carrera contrarreloj. El objetivo de Rusia es, sin duda, provocar una crisis económica en Europa este invierno, y de esta manera debilitar el apoyo de región europea. El gobierno de Hungría, conocido por su actitud indulgente con Vladímir Putin, ya está presionando para que se produzca un rápido alto el fuego en Ucrania, alegando la amenaza de una catástrofe económica.
Los europeos tienen varios meses antes del invierno para prepararse para el próximo apretón ruso, pero incluso si las tácticas de presión de Moscú funcionan a corto plazo, con el paso del tiempo Putin estará destruyendo uno de los principales pilares del poder ruso.
Europa aprendió una amarga lección sobre los peligros de la dependencia energética que tiene con Rusia y está decidida a no volver a ser tan vulnerable. Un alto funcionario alemán afirma: “Antes de la invasión, Rusia se planteaba 30 años más de ingresos garantizados por gas y petróleo. Ahora se buscan tres”.
Incluso a corto plazo, cortar las exportaciones de gas a Europa es un juego peligroso para Rusia. A las arcas rusas siguen llegando alrededor de mil millones de euros al día, principalmente desde Europa. Si Putin sacrifica esos ingresos, su capacidad para fines bélicos disminuirá con rapidez.
Rusia puede encontrar mercados alternativos para su petróleo con relativa facilidad, como demuestra el entusiasmo con el que India y China están aumentando las importaciones de su petróleo con descuento, pero su gas se exporta por gasoducto y los principales ductos se dirigen a Europa. La construcción de nuevos hasta China llevará años, por lo que Rusia puede encontrarse pronto con un activo bloqueado.
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La seriedad de los esfuerzos europeos por liberarse de la dependencia de la energía rusa se puede ver en las agendas de viaje de sus dirigentes. Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, acaba de estar en Israel y Egipto, donde firmó un nuevo acuerdo de gas. Olaf Scholz, canciller alemán, visitó recientemente Senegal y apoyó el desarrollo de un nuevo yacimiento de gas en ese país.
Sin embargo, aún hay una gran interrogante sobre la rapidez y la facilidad con que Europa puede sustituir la energía rusa. Algunos altos cargos de la industria de energía se muestran escépticos en privado. Es probable que la situación en los próximos cinco años deje a Europa en una posición incómoda, con la disminución de la necesidad de energía rusa, pero no eliminada, mientras los consumidores se enfrentan a precios cada vez más altos y la industria a inseguridad de los suministros.
EU, en cambio, se encuentra en una posición mucho más cómoda en el largo plazo. Según Dan Yergin, uno de los principales analistas de energía, Estados Unidos desplazó a Rusia como principal exportador mundial de energía.
El aumento de los precios de la energía es un dolor para los consumidores estadunidenses, pero es una bendición para la industria del gas de esquisto de EU. Una lección de la invasión a Ucrania es que es peligroso para un país depender de un adversario geopolítico para su energía. Estados Unidos es ahora un gran exportador neto de energía, mientras que China sigue dependiendo en gran medida de las importaciones.
Pero la producción de EU por sí sola no puede proteger a los consumidores locales del aumento mundial del petróleo.
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