Para los especuladores de bitcoin, el año pasado fue de bonanza. La criptomoneda comenzó enero de 2020 a 7 mil 194 dólares, y ayer subió por encima de 34 mil dólares, un rendimiento anual de más de 360 por ciento.
Cortesía de la Reserva Federal de Estados Unidos, la pandemia fue estelar para los compradores de activos. Ya sea de bonos del Tesoro o de bonos basura, las carteras de valores y de propiedades de gama alta, la inyección de dinero gratuito, elevó los precios de los activos. No es que la Fed se incline a terminar la fiesta. Este año puede ofrecer un similar auge duradero.
Incluso si no desatan una alta inflación, las intervenciones de la Fed vendrán con un alto precio. Sin duda, menor que si la Fed no hubiera actuado, sobre todo en el corto plazo. Si hubiera renunciado a la expansión de más de 3 billones de dólares a su balance desde marzo pasado, la economía habría entrado en caída libre. Las quiebras corporativas se habrían acumulado y se habría presentado un colapso financiero al estilo del de 2008.
La respuesta a los críticos es la misma hoy que tras la crisis de 2008: la Fed hace lo necesario para prevenir una depresión. Pero el riesgo es que cada nuevo capítulo apriete un círculo de fatalidad en el que el soberano de EU debe considerar la clase cada vez mayor de riesgo que está suscribiendo. La deuda nacional ya supera el ciento por ciento del producto interno bruto (PIB) por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial. Casi se duplicó después de 2008 y una vez más registra aumento. Como ha demostrado Japón, el alto endeudamiento no tiene por qué desatar una crisis. Su deuda nacional supera por mucho el 200 por ciento del PIB. Pero como emisor de la moneda de reserva del mundo, EU tiene que proteger su papel.
La amenaza más visible es para la estabilidad política de EU. La expansión cuantitativa de la Fed aumenta la desigualdad de riqueza al elevar el patrimonio de los que tienen activos financieros, sobre todo acciones y bonos. Los estadunidenses que se encuentran en el 10 por ciento superior son propietarios de 84 por ciento de las acciones del país. El uno por ciento superior es propietario de la mitad. La mitad de abajo de los estadunidenses —la primera línea durante la pandemia— casi no tienen acciones.
Cuanto más se avanza en la escala, mayores son las ganancias. El S&P 500 mostró un rendimiento de 16.2 por ciento en 2020. Muchas de las ganancias fueron para las grandes tecnológicas, como Amazon y Netflix, pero sus ganancias superaron las pérdidas en los sectores más afectados, como los cruceros y los perforadores de petróleo. Todo ese dinero debe encontrar un lugar adonde ir. A principios del año pasado, los bonos del Tesoro con vencimiento a cinco años registraban un rendimiento de 1.67 por ciento. Al final, tuvieron una caída de 0.37 por ciento.
Como ya informaron mis colegas, el sesgo de la Fed hacia los propietarios de activos se combina con la preferencia del sector financiero por el tamaño para producir una recuperación sesgada. Esto beneficia a las grandes compañías, incluso con categoría basura, e impulsa a los ricos por encima de los hogares medios. En 2008, la recuperación coexistió con la “recesión de la gente promedio”. En la actualidad lo llamamos recuperación en forma de K. La mayoría de la gente sufre en medio de un auge en la parte superior al estilo del Gran Gatsby.
Sin importar cómo lo denominemos, la coincidencia es desafortunada para los presidentes demócratas. Barack Obama heredó la Gran Recesión y Joe Biden la gran pandemia. Para Obama, la reacción negativa a su economía de dos velocidades llevó al populismo del Tea Party que al final detuvo su presidencia. No hubo algo notable fiscalmente después de su estímulo inicial de 787 mil millones de dólares en febrero de 2009; la Fed continuó el trabajo de mantener la economía a flote. En 2013, el titular de la Fed, Ben Bernanke, anunció planes para reducir la escala de su programa de compra de bonos, aunque se vio obligado a dar marcha atrás después de que el mercado entró en un taper tantrum (la reacción de pánico del mercado que provocó el aumento de los rendimientos de los bonos del Tesoro).
Biden puede estar en una economía de dos velocidades. El Congreso aprobó un estímulo de 900 mil mdd, que cubrirá a la mayoría de los desempleados hasta marzo y enviará cheques de 600 dólares a quienes ganan menos de 75 mil dólares al año. Es poco probable que se apruebe un paquete mayor para una “mejor reconstrucción” tras asumir el cargo. Jerome Powell, presidente de la Fed, dijo que el apoyo puede ser indefinido. La Fed continuará con su compra de 120 mil mdd de deuda al mes.
Aquí están las semillas de la próxima crisis populista. La Fed hará lo que sea necesario, mientras se ve poco probable que los funcionarios electos se pongan de acuerdo en política fiscal. El énfasis correcto, como Powell le recuerda al Congreso, es al revés. La política monetaria es una herramienta contundente, y el gasto puede dirigirse a quienes lo necesitan y así elevar el potencial de crecimiento.
Lo más probable es que la Fed sea “la única opción, a falta de una mejor”. Esto será una oportunidad perdida y un grave peligro. La oportunidad es que el gobierno tome prestados fondos a largo plazo a tasas cercanas a cero e invierta en capacidad productiva. El peligro de no hacerlo se expresa en una ecuación: QE-F= P. La expansión cuantitativa menos la acción fiscal es igual a populismo.
Johnson: el brexit devolvió libertades
El primer ministro británico, Boris Johnson, se congratuló de que el brexit haya devuelto a Reino Unido “libertades” que no tenía “desde hace 50 años” en el que fue, por lo demás, un año “aciago”. En una entrevista concedida ayer a la BBC, el funcionario abordó los asuntos que marcan la agenda política, como la crisis sanitaria y el acuerdo comercial alcanzado a última hora con la Unión Europea, el pasado 24 de diciembre. Johnson se congratuló por las “libertades” que recupera el país gracias a su salida del bloque europeo. “Tenemos el control de nuestras fronteras, un sistema de inmigración ya establecido basado en puntos”, destacó.