El mes pasado, el índice S&P 500 subió 7 por ciento, al parecer porque los inversionistas empezaron a pensar (o a esperar) que unas tasas de inflación más bajas iban a desacelerar los incrementos del costo del dinero de la Reserva Federal.
Sin embargo, los mercados de capitales de Estados Unidos sufrieron ayer su mayor caída en dos meses, ya que los sólidos datos económicos desataron una avalancha de rumores sobre la perspectiva de un mayor endurecimiento por parte de la Fed.
Esto arrastró a la baja a otros índices e intensificó las discusiones entre los analistas (como el equipo de investigación de Morgan Stanley) que consideran exagerada la euforia del mercado de enero y los que (como Jim Cramer, el famoso presentador de Mad Money) piensan que son los bajistas los que están “en negación”.
No cabe duda de que este debate no cesará, sobre todo al tener en cuenta que las últimas minutas de la Fed sugieren que ni siquiera los banqueros centrales de EU se mostraron del todo unánimes sobre las perspectivas; sin embargo, mientras los inversionistas esperan la próxima tanda de datos económicos o las últimas palabras de Jerome Powell, también necesitan con urgencia ampliar su mirada hacia lo que está ocurriendo con los grandes bancos centrales fuera de las costas estadunidenses.
Esto no es algo que las luminarias de la televisión de EU y los expertos hagan a menudo. No es de extrañar: los inversionistas (y votantes) estadunidenses son famosos por su miopía, y los periodistas están entrenados para explicar las oscilaciones del mercado en términos de noticias económicas y corporativas importantes y de actualidad, pero ahora mismo esos flujos mundiales de los bancos centrales, a menudo ignorados, son importantes, ya que está ocurriendo algo sorprendente, por no decir contrario a la lógica.
En particular, desde la primavera pasada la Fed ha intentado combatir la inflación subiendo las tasas y pasando de la expansión cuantitativa al endurecimiento cuantitativo. Así, el balance se redujo de 8.96 billones de dólares en abril a 8.38 billones en la actualidad. En un principio, esto se debió a la disminución de las reservas de los bancos comerciales, pero más recientemente se debe a que la Fed agotó los valores.
La lógica económica puede sugerir que este endurecimiento cuantitativo debió creado condiciones financieras más restrictivas, pero ese no es el caso. Un aspecto inesperado de los últimos meses, que complicó el reto de la política de la Reserva Federal, es que el índice nacional de condiciones financieras de la Fed de Chicago cayó a -0.45, frente a -0.13 el pasado mes de septiembre. (Un número más negativo representa una mayor relajación).
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¿Por qué? Una razón puede ser el optimismo de los inversionistas sobre el crecimiento; sin embargo, según Matt King, estratega de mercados globales de Citi, es más probable que se deba a los flujos de los bancos centrales no estadunidenses. Aunque el balance de la Fed se ha ido reduciendo, el Banco Popular de China inyecta más liquidez en el sistema y el de Japón mantiene sus políticas del denominado control de la curva de rendimientos.
Mientras, el comportamiento del Banco Central Europeo ha sido un tanto inesperado. Al igual que la Fed, el BCE ha subido las tasas y lo seguirá haciendo, pero su balance aumentó de forma marginal debido a algunos cambios misteriosos en los depósitos del gobierno.
El resultado neto, según los cálculos de Citi, es que estos tres bancos centrales ya inyectaron de manera colectiva casi un billón de dólares de liquidez adicional en el sistema mundial desde octubre (ajustado a los tipos de cambio). Esto compensa con creces lo que ha hecho la Fed. Llámenlo, si quieren, un antiendurecimiento cuantitativo accidental.
Y King cree que este impulso de un billón de dólares ayuda a explicar el alza de las acciones de enero. Sus modelos históricos muestran que, en los últimos años, “se ha producido una ganancia de 10 por ciento en los capitales (en MSCI world y S&P)” por cada billón de dólares de nueva liquidez suministrada por los bancos centrales.
Torsten Slok, economista jefe de Apollo, está de acuerdo: “Las compras de bonos del gobierno japonés por parte del banco central para mantener bajos los rendimientos son ahora más grandes que el endurecimiento cuantitativo de la Fed”. Añade que “el resultado es que los bancos centrales están agregando de nuevo liquidez a los mercados financieros mundiales, lo que (probablemente) contribuyó al repunte de los capitales y el crédito en enero”.
Si este análisis es correcto (como creo que lo es), plantea otra pregunta: ¿durará este antiendurecimiento cuantitativo y seguirá apoyando los precios de los activos? King cree que no, y espera que los mercados se suavicen este año. Una de las razones es que es poco probable que el Banco Popular de China siga relajando su política porque los funcionarios chinos no quieren avivar más burbujas inmobiliarias. Otra es que el Banco de Japón se verá presionado para reducir sus políticas de control de la curva de rendimientos cuando cambie de gobernador en abril.
Pero hay algunos grandes comodines en la baraja. La Fed puede verse presionada para desacelerar el endurecimiento cuantitativo si se produce una crisis del techo de deuda estadunidense. Los flujos en torno a las reservas de bancos comerciales y gobiernos pueden volverse aún más sorprendentes. Después de todo, como han señalado economistas, dado que el endurecimiento cuantitativo nunca antes se ha realizado a esta escala, el sistema en torno a este proceso no se ha probado y no está claro.
Y lo que es aún más importante, nadie sabe si el Banco de Japón tendrá el valor de abandonar el control de la curva de rendimientos, ya que el hombre designado como próximo gobernador (Kazuo Ueda) ha hablado muy poco sobre la expansión cuantitativa. Esto afecta a muchas clases de activos.
Por tanto, el punto clave para los inversionistas estadunidenses es el siguiente: aunque sigan dando seguimiento a los datos de inflación, las ganancias corporativas y los discursos de la Fed en su país, también deben estar atentos a lo que hace gente como Ueda. Tal vez Cramer debe presentar su próximo programa desde Tokio o Pekín.