Como la abogada de más tiempo de Julian Assange, Jennifer Robinson ya está acostumbrada a lidiar con comentarios negativos acerca de su cliente más famoso y polémico. Ella ha visto cómo el fundador de WikiLeaks, alguna vez considerado como el futuro del periodismo de investigación, se ganó poderosos enemigos en el mundo. Ella insiste en que Assange es incomprendido.
“La gente debería cuestionar lo que leyó en los medios y lo que provocó esa cobertura”, dice, mientras nos sentamos en el patio de la House of St Barnabas, un club exclusivo para miembros de Soho. “Al fin y al cabo, este caso es más importante que cualquier otro debido al precedente que establece para todos los periodistas en el mundo”.
Nos reunimos poco antes de los dramáticos acontecimientos de hace dos semanas, cuando un tribunal de Londres bloqueó la extradición de Assange para ser juzgado en Estados Unidos. Si el fallo hubiera sido en sentido contrario, el periodista habría enfrentado un cargo por hackeo informático y 17 acusaciones de violar la Ley de Espionaje de 1917 estadunidense, con la posibilidad de hasta 175 años de cárcel en caso de ser condenado. Washington planea apelar, mientras Assange permanece en prisión después de que también fue rechazada su solicitud de libertad bajo fianza.
Hace 10 años que Robinson acompañó por primera vez a Assange a la estación de policía de Kentish Town, poco después de que Suecia emitiera una orden de arresto internacional contra él por acusaciones de delitos sexuales hechas por dos mujeres suecas, justo en el apogeo de las revelaciones de WikiLeaks. (La investigación sueca se abandonó en 2019).
Lo Dice...“Él tenía información y eso lo convertía en uno ode los hombres más peligrosos y poderosos del mundo”
Julian Assange sigue siendo una figura profundamente polarizante. Para sus partidarios, el hombre de 49 años es un defensor de la libertad de expresión y la transparencia que ha revelado la verdad sobre las guerras de Estados Unidos a un gran costo personal.
Pero sus críticos lo describen más bien como una persona irresponsable y arrogante en busca de publicidad. Robinson no hará caso de las críticas al carácter de Jennifer Robinson, abogada especializada en derechos humanos y medios Assange. “Sobre el punto egoísta, Julian tomó decisiones para garantizar que el material esté disponible para el público... sabiendo que sufriría importantes consecuencias personales. ¿Cómo sería eso egoísta?”, dice.
La abogada de 39 años de edad dice que a ella y Assange los siguieron al menos en una ocasión y había gente sentada frente a su casa en coches estacionados. “Tenía información y eso lo convertía en uno de los hombres más peligrosos y poderosos del mundo”, dice.
El gobierno de EU acusó a Assange de poner en riesgo la vida de fuentes secretas de inteligencia al publicar documentos no redactados. “No hay evidencia de que alguien haya resultado lastimado”, responde Robinson cuando menciono esto. Y agrega que si la administración de Barack Obama no procesó a Assange fue por lo que se conoce como el “problema del New York Times”, es decir, que el uso de la Ley de Espionaje por parte del gobierno de Estados Unidos contra Assange sentaría un “precedente aterrador”.
Amor por los casos difíciles
El derecho no era una carrera obvia para la hija mayor de un entrenador de caballos de carreras australiano. Ella disfrutó al lado de cinco hermanos de una “crianza idílica” surfeando, montando a caballo en la playa, jugando netball y trabajando como salvavidas en la playa.
Mucho antes de Assange, otro activista cambió la vida de Robinson. A los 21 años, aún como estudiante de leyes, viajó a Indonesia y conoció a Benny Wenda, un activista por la independencia en Papúa Occidental, sometido a juicio por el gobierno, acusado de incitar a la violencia y de un incendio provocado.
Robinson trabajó en el equipo de defensa de Wenda. “Estaba consciente de que la inteligencia de Indonesia me seguía a todas partes. Me amenazaron con la deportación... fue uno de los momentos más gratificantes y fascinantes de mi vida”.
Debido a la pandemia, en el último año Robinson apenas ha visto a Assange, ya que las visitas de los abogados a la prisión de alta seguridad de Belmarsh han sido canceladas. Pero estuvo ocupada representando a Amber Heard en el juicio por difamación presentado por Johnny Depp, quien demandó al periódico The Sun por afirmar que golpeó a la actriz durante su matrimonio.
Robinson no puede hablar sobre el caso Heard, aunque en Londres ya fue reivindicada, porque la actriz aún enfrenta una demanda de Depp por difamación en EU, por 50 millones de dólares, pero dice que “los ataques en línea con respecto a Amber han sido mucho peores que cualquier cosa que experimenté durante el caso Assange”.
Respecto al caso de Assange, incluso las personas que no quieren al periodista argumentan que el uso de la Ley de Espionaje podría criminalizar el periodismo de investigación. Es probable que Washington inicie un largo proceso de apelaciones, a menos que Assange reciba un indulto presidencial, un tipo de clemencia que parece poco probable. Pero mientras nos ponemos los cubrebocas y nos desinfectamos las manos, pienso que durante el año pasado sucedieron cosas mucho más extrañas.
srgs