Hace dos décadas, Arturo Cifuentes, un financiero chileno, utilizó sus habilidades cuantitativas para analizar derivados financieros con gran eficacia: mucho antes de 2008, advirtió que se avecinaba una crisis financiera (algo que influyó en mi propio periodismo).
Ahora Cifuentes tiene otra misión: vuelve a desplegar sus habilidades para analizar el arte, explora cuestiones como el rendimiento relativo y el perfil de riesgo de las pinturas de Jean-Michel Basquiat. (Cálculos complejos en el libro de su coautoría The Worth of Art, sugieren que Basquiat no solo supera el rendimiento de los capitales estadunidenses, sino también a las obras de Renoir y Matisse).
¿Eso es algo bueno? Es un tema interesante sobre el que hay que reflexionar ahora que comienza el Art Basel Miami Beach en medio de fiestas, chismes de celebridades y debates apasionados sobre las tendencias artísticas.
Antes los artistas y coleccionistas preferían pensar en este mundo en términos de creatividad, no en términos financieros. Después de todo, los precios del arte se rigen por cambiantes costumbres culturales, no el valor útil, o, como el sociólogo estadunidense Thorstein Veblen comentó cínicamente, por señales en torno al estatus social. Esto parece desafiar cualquier hoja de cálculo.
Sin embargo, Cifuentes no es el único que analiza la creatividad a través de una lente cuantitativa. Un número cada vez mayor de coleccionistas de arte también centra la atención en un marco de inversión. Esto puede horrorizar a los artistas, pero esa financiarización puede generar un gran beneficio: más transparencia. Y esto es muy necesario, dado que el mundo del arte ha sido tan opaco —y propenso a escándalos— como derivados en décadas pasadas.
Este punto queda subrayado por encuestas recientes. Tomemos un ejemplo bienal que llevan realizando desde 2011 las consultoras Deloitte Private y ArtTactic sobre las “partes interesadas” del arte, como gestores patrimoniales, oficinas familiares y corredores.
El informe de 2023 señala que se produjo “un cambio significativo” en las actitudes hacia el arte durante la última década. En 2014, solo 53 por ciento de los gestores patrimoniales consideraban que tener conocimiento de arte era parte de su industria; sin embargo, en 2016 esta cifra saltó a 78 por ciento y ahora es de 90 por ciento.
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Tres cuartas partes de los gestores patrimoniales ahora ofrecen servicios de arte, en comparación con una cuarta parte en 2011, mientras que 41 por ciento de los coleccionistas ahora citan el valor financiero como “su principal motivación” para comprar arte, el nivel más alto desde que comenzó la encuesta.
Un estudio anual independiente de UBS y Art Basel, que se realizó durante una década, hace eco de este tema, aunque con algunas diferencias en los detalles. Este año encuestó a casi 3 mil personas con un elevado patrimonio neto, que controlan alrededor de 2 billones de dólares de riqueza que pueden utilizarse para el arte. Se citaron los motivos financieros como la segunda razón más importante para comprar arte, solo superada por el “placer personal y la identidad” (excepto en Brasil y Japón, donde en realidad dominaron).
El informe señaló un aumento de las compras “basadas en la investigación” o las que ocurren luego de hacer cálculos en lugar de hacerlo por impulso. Y se produjo una “explosión” en el uso del crédito, y añade: alrededor de la mitad de los coleccionistas afirman que compraron arte mediante préstamos y se utiliza cada vez más como garantía para pedir prestado. En otras palabras, la financiarización se produce en varios frentes.
¿Por qué? Una razón probable es que las personas ricas quieran diversificar su cartera en un momento en que las perspectivas para los activos tradicionales se están volviendo impredecibles, debido a las fluctuaciones de las tasas de interés y el riesgo geopolítico.
Es posible que esta no siempre sea una táctica tan efectiva como la gente espera. En la actualidad, los coleccionistas —o inversionistas— parecen optimistas respecto al mercado y un poco más sobre las acciones: 77 por ciento espera que los precios del arte aumenten el próximo año, según el informe de UBS.
No obstante, el creciente uso del crédito puede hacer que los precios del arte sigan más de cerca el ciclo de las tasas de interés en el futuro. Y el comportamiento de los precios en el pasado ha sido muy desigual. El índice de lujo de Knight Frank, por ejemplo, sugiere que los precios del arte aumentaron 30 por ciento el año pasado, superando a la mayoría de los demás activos; sin embargo, el informe de UBS muestra que algunos sectores, como el de los tókenes no fungibles (NFT), recientemente perdieron valor.
Mientras tanto, el informe de Deloitte señala que el índice de bellas artes Artnet solo arrojó una tasa de crecimiento anual compuesta de 2.5 por ciento entre 2008 y 2023. Esto es más bajo que el del S&P 500, el sector inmobiliario y el oro (8.5, 3.8 y 4.9 por ciento, respectivamente).
La segunda cuestión que impulsa esta financiarización es la transparencia. Como señala el informe de Deloitte, más de 80 por ciento de los gestores patrimoniales creen que en el futuro habrá más visibilidad en torno a los acuerdos, las comisiones y las fuentes de financiamiento, debido a la rápida expansión del uso de la tecnología digital.
Las subastas de arte en línea, que proliferaron durante la pandemia, son un ejemplo de esto. Otros son los registros digitales de ventas y precios y el uso de tecnologías blockchain para establecer la procedencia.
Hasta ahora los resultados han sido irregulares, algunos rincones del mercado se mantienen muy opacos, pero a medida que sea más creíble y transparente, más probabilidades tendrá de atraer a nuevos inversionistas, que a su vez esperarán más transparencia, en un ciclo que se refuerza a sí mismo.
No esperen que esto desate mucho debate en las galerías de Miami esta semana. En las ferias de arte, la financiarización sigue siendo una mala palabra, pero si esta tendencia lleva más dinero al mundo del arte, los artistas deberán tener motivos para brindar por eso. Como dice Cifuentes, incluso los algoritmos pueden crear belleza.