En los últimos cuatro años se han producido tres grandes conmociones: el covid, la disrupción del suministro después de la pandemia y la invasión de Rusia a Ucrania y los subsiguientes aumentos de los precios de las materias primas. ¿Ya terminó esta serie de grandes desafíos? El mortífero ataque a Israel y el conflicto en Gaza sugieren que la respuesta puede ser “no”. La reciente agitación en los mercados de bonos es otra señal de la persistente falta de previsibilidad.
Así, el análisis de las últimas perspectivas de la economía mundial del Fondo Monetario Internacional (conocido como informe WEO) tal vez ya esté un poco desactualizado; sin embargo, es, como siempre, muy útil. Lo que nos dice es a la vez alentador e inquietante. La economía mundial se ha mostrado resiliente, pero su desempeño se deterioró a más largo plazo, junto con una divergencia en el desempeño de los países ricos y pobres en relación con las expectativas.
Entonces, empecemos por la resiliencia. Aquí tenemos tres acontecimientos alentadores: el FMI no tuvo la necesidad de introducir cambios significativos en sus pronósticos de abril; las turbulencias financieras de la pasada primavera —con la quiebra de los bancos regionales de Estados Unidos y de Credit Suisse— se aplacaron, y, lo que es más importante, cada vez hay más pruebas de que la inflación puede reducirse hasta el objetivo sin tener recesiones. Así que la desinflación puede resultar más “inmaculada” de lo esperado. El WEO señala que los mercados laborales se mantienen fuertes en muchos países de altos ingresos, sin que haya pruebas de “espirales de precios y salarios”. También hay indicios de “compresión salarial”, con un aumento de los salarios más bajos en relación con los más altos. El WEO sugiere que esto puede deberse al valor de las comodidades del trabajo flexible y a distancia para los trabajadores cualificados: estos últimos están dispuestos a trabajar en casa por una remuneración más baja.
No obstante, persisten importantes riesgos a corto plazo. Uno es que la crisis inmobiliaria de China se agrave mucho más. Otro es la posibilidad de una mayor volatilidad de los precios de las materias primas. Otro es que el consumo se debilite a medida que se agoten los ahorros de la era del covid. También que la inflación se muestre más resiliente de lo esperado. Por último, la política fiscal será más restrictiva en este nuevo mundo. Parece probable que se produzcan nuevas crisis financieras.
Además, la resiliencia no implica un buen desempeño. Por tanto, en 2023 la producción mundial será cerca de un 3 por ciento menor de lo que se proyectó antes de la pandemia. Estas pérdidas son pequeñas en los países de altos ingresos; en EU incluso hay una ligera ganancia. Pero en los emergentes y en desarrollo el impacto ha sido más adverso. Esto refleja la capacidad mucho más grande de los países de altos ingresos para hacer frente a las crisis, en comparación con los más pobres, que carecen de capacidad para crear vacunas o pedir dinero prestado a un bajo costo. Como resultado, la pandemia, la guerra en Ucrania y las crisis climáticas revirtieron las tendencias de décadas de reducción de la pobreza. De acuerdo con el Banco Mundial, hasta 95 millones más de personas vivían en la pobreza extrema en 2022 que en 2019.
Este reciente desempeño económico malo y divergente debe ubicarse en un contexto de más largo plazo. El informe WEO señala que se produjo una disminución de 1.9 puntos porcentuales en las perspectivas de crecimiento global a mediano plazo entre 2008 y 2023 en los pronósticos del WEO. El descenso es generalizado, pero es significativo para los países en desarrollo. El número previsto de años necesarios para que las naciones emergentes y en desarrollo cierren la mitad de la brecha de ingresos per cápita con las economías de altos ingresos aumentó de forma drástica, de 80 años, según las proyecciones del informe WEO de abril de 2008, a alrededor de 130 años, para abril de 2023. La feliz historia de la convergencia económica se está estancando.
Hay más dificultades a largo plazo por delante. Una es el clima: el mes pasado el mundo experimentó el septiembre más caluroso de su historia, después de superar el récord anterior por un “extraordinario” 0.5 grados Celsius. Además, si las tasas de interés reales van a ser más altas, como algunos creen, las condiciones para la inversión y el crecimiento a largo plazo también serán peores, justo cuando se necesita un enorme aumento de la inversión para enfrentar los desafíos climáticos y objetivos de desarrollo más amplios. En el peor de los casos, las cicatrices de los últimos años no solo serán irreversibles, también un presagio de un desempeño dañado permanentemente.
En última instancia, todos estos son problemas esencialmente políticos, lo que es otra manera de decir que son casi insolubles. Disponemos de los recursos y la tecnología necesarios para manejarlos. No hay ninguna buena razón por la que tanta gente deba vivir en circunstancias tan terribles.
Colectivamente somos malos a la hora de pensar y actuar de forma sensata y, en este momento, estamos empeorando, a medida que el caos en Washington, las malas decisiones políticas en China, el conflicto entre Rusia y Ucrania, la imposibilidad de alcanzar la paz entre Israel y los palestinos, y la incapacidad de evitar algunas de las consecuencias de las recientes conmociones para los países pobres, son muestra de esto.
En las reuniones anuales de Marrakech, los responsables de la formulación de políticas deben acordar un enorme aumento de recursos para el FMI y el Banco Mundial. Casi todo el mundo lo sabe. ¿Esto va a ocurrir? Uno tiene que dudarlo realmente, pero sí hacerlo. Ya es hora de que la humanidad madure un poco.