“Una pandemia que ocurre una vez cada siglo, el estallido de conflictos geopolíticos y fenómenos meteorológicos extremos causaron una disrupción en las cadenas de suministro, provocado crisis energéticas y alimentarias y obligado a los gobiernos a adoptar medidas sin precedente para proteger vidas y medios de subsistencia”, describe el último informe Perspectivas de la Economía Mundial del Fondo Monetario Internacional (FMI) los acontecimientos económicos desde principios de 2020.
Sin embargo, la economía mundial ha mostrado resiliencia; por desgracia, como era de esperar, los países de altos ingresos —bendecidos con más margen de maniobra— muestran más de eso, mientras que los países en desarrollo tienen menos resiliencia. En resumen, “mientras que los primeros recuperaron terreno con la actividad y la inflación proyectadas antes del covid, los segundos presentan cicatrices más permanentes”.
Un hecho notable es que el aumento de la inflación disminuyó a un bajo costo en términos de producción y empleo. Sin embargo, la inflación subyacente también muestra signos de rigidez, señala el FMI. Un aspecto crucial es que “el alza de los precios básicos de los servicios, que se ubica en 4.2 por ciento, es 50 por ciento más alta que antes de la pandemia en las principales economías avanzadas y de mercados emergentes (menos Estados Unidos)”. La presión para que los salarios vuelvan a estar en línea con los precios es el principal motor de la robusta inflación subyacente en los servicios. Pero, a medida que se cierren las brechas de producción, el FMI espera que esta presión salarial también ceda.
Tanto el aumento repentino de la inflación como su caída necesitan explicaciones. Entre ellas, se argumenta en el informe, figuran una disminución más rápida de lo esperado de los precios de la energía y un fuerte repunte de la oferta de mano de obra, impulsado por aumentos inesperados (e impopulares) de la inmigración.
Una explicación más sutil es que la interacción de la creciente demanda pospandemia con las limitaciones de la oferta hizo que la relación entre la holgura económica y la inflación (conocida como “la curva de Phillips”) fuera más pronunciada (o, en la jerga de los economistas, “menos elástica”). Así, la inflación aumentó más de lo esperado cuando se elevó la demanda, pero cayó más rápido cuando se unió con la oferta. La política monetaria cumplió una función en ambas direcciones, estimulando y luego restringiendo la demanda, pero también, cuando se endureció, reforzando la credibilidad de las metas de inflación.
Una característica notable desde 2020 ha sido la cambiante relación entre la política monetaria y fiscal. Durante la pandemia, ambas fueron ultralaxas, pero después de 2021, la política monetaria se endureció, mientras que la fiscal se mantuvo floja, sobre todo en EU. Las tasas de interés más altas entonces aumentan los déficits fiscales; sin embargo, existe una gran divergencia con la eurozona en cuanto a las perspectivas fiscales: según las proyecciones del FMI, la deuda pública estadunidense aumentará a casi 134 por ciento del PIB en 2029; en la eurozona, se espera que la relación entre la deuda pública y el PIB se estabilice en alrededor de 88 por ciento en 2024, aunque con grandes diferencias entre países.
Otra característica es que, desde el ataque de Rusia a Ucrania en febrero de 2022, la tasa de crecimiento del comercio entre “bloques” ha caído más que la interna, con uno centrado en EU y Europa y otro en China y Rusia.
El FMI no ha cambiado mucho su visión y proyecta un crecimiento global cercano a 3 por ciento. Esto supone que no haya grandes conmociones negativas, que el comercio crezca en línea con la producción, la inflación se estabilice, las políticas monetarias se relajen y las medidas fiscales se endurezcan. Sus previsiones muestran que el crecimiento de EU caerá de 2.5 por ciento en 2024 a 1.9 por ciento en 2025, mientras que subirá a 1.3 por ciento en la eurozona. Durante el último periodo, se estima que el crecimiento de Asia en desarrollo será de 5 por ciento, el de China de 4.7 y el de India de 6.5 por ciento.
Los riesgos a la baja son abundantes. La política monetaria del pasado puede golpear más fuerte de lo que se espera, tal vez con recesiones. Si la inflación es más robusta, la política monetaria será más restrictiva, lo que puede afectar la estabilidad financiera. El impacto de las tasas de interés más altas sobre la sostenibilidad de la deuda puede ser más grande, en especial en los países emergentes y en desarrollo. Los problemas macroeconómicos de China pueden ser mayores, ya que sus recortes en el sector inmobiliario y las medidas de política compensatorias aún son limitadas. Si Donald Trump gana y lanza sus medidas comerciales, las probabilidades de una guerra comercial también deben ser considerables, con consecuencias impredecibles para la economía y las relaciones internacionales.
Además, ¿la elección de EU se decidirá pacíficamente? La intensificación de las guerras o el estallido de otras también son posibles. Ese tipo de eventos pueden llevar a nuevos picos en los precios de las materias primas, agravados por cambios rápidos en el clima global.
Todo esto es aterrador, pero vale la pena señalar los posibles beneficios. La reforma y la confianza renovada pueden llevar a un aumento de la inversión. La inteligencia artificial y la revolución energética pueden impulsar la inversión y el crecimiento. Incluso es posible que la humanidad decida que tiene mejores cosas que hacer que aumentar la hostilidad y la estupidez a niveles cada vez más altos.
El FMI subraya la necesidad de garantizar un aterrizaje suave de la inflación y la política monetaria, así como la necesidad de estabilizar las finanzas públicas, al tiempo que se promueve el crecimiento y se reduce la desigualdad. A mediano plazo, espera una reforma estructural más fuerte, que incluya mejorar el acceso a la educación, reducir las rigideces del mercado laboral, aumentar la participación en la fuerza laboral, reducir las barreras a la competencia, apoyar a las startups y avanzar en la digitalización. No menos importante, desea acelerar la transición verde y mejorar la cooperación multilateral.
Ojalá una divinidad obligara a la humanidad a ser tan sensata. En la práctica, como siempre, depende de nosotros.