En la década que siguió al anuncio del presidente John F. Kennedy en 1961 de la misión de Estados Unidos de manda un hombre a la luna, el número de doctores en ciencias físicas se triplicó y en ingeniería se cuadruplicó.
Ahora, el país se embarca en un moonshot (proyectos que parecen casi imposibles) para reconstruir la industria de fabricación de semiconductores. Las empresas que quieran una tajada de los 39 mil millones de dólares en incentivos a la fabricación del programa Chips and Science Act pueden empezar a presentar mañana sus solicitudes para los subsidios. Para obtenerlos, tendrán que demostrar que contribuyen a algo que puede ser incluso más difícil que poner un hombre en el espacio: desarrollar una fuerza laboral del siglo XXI.
EU tiene muchos graduados de cuatro años (de licenciaturas) con deudas aplastantes (el promedio nacional de deudas por préstamos federales es de más de 37 mil dólares por estudiante) y perspectivas de empleo decepcionantes. También hay muchos que abandonaron la universidad y jóvenes con títulos de preparatoria que intentan llegar a fin de mes con empleos de salario mínimo complementados con trabajos en la economía de chambas.
Lo que le falta son maquinistas, carpinteros, contratistas y técnicos que construyan las nuevas instalaciones de fabricación. También necesita triplicar el número de graduados universitarios en campos relacionados con los semiconductores, como la ingeniería, en la próxima década, de acuerdo con la secretaria de Comercio, Gina Raimondo.
Raimondo, que va camino de convertirse en la zar de la estrategia industrial de la actual administración, pronunció un discurso en este sentido a principios de mes. En él, no solo subrayó la necesidad de reconstruir la fabricación de chips en un mundo en el que EU y China van a encabezar ecosistemas tecnológicos separados, sino también garantizar que haya suficientes trabajadores nacionales para hacerlo.
“Si hablas con los directores ejecutivos de compañías como TSMC y Samsung (que están poniendo en marcha fábricas en EU) te das cuenta de que están preocupados por encontrar a estas personas aquí”, me dijo Raimondo. Cita el desarrollo de la fuerza laboral —junto con la escala y la transparencia— como los principales obstáculos que deben superarse para alcanzar los objetivos de la administración.
La industria global de fabricación de chips se triplicó en los últimos 20 años, pero el número de trabajadores estadunidenses en este sector se redujo en un tercio. Esto refleja el hecho de que EU optó por enfocarse no en la fabricación de chips, sino en el diseño de la propiedad intelectual que contienen, lo que se conoce como producción fabless (sin fábrica).
Pero también refleja algo más amplio sobre la forma en que el país piensa sobre su economía y sobre lo que constituye una buena educación. Al reducirse los programas de formación vocacional a partir de la década de 1970 (algunos liberales los tacharon de clasistas o racistas) y externalizarse los bienes industriales comunes como parte de la liberalización del comercio mundial, se rompieron los vínculos naturales entre el trabajo intelectual y el manual.
En Silicon Valley, ingenieros de software de alto nivel diseñan chips. El personal de las tiendas minoristas con salario mínimo venden los gadgets que los contienen, pero en EU (a diferencia de otras naciones ricas como Alemania, Corea o Japón) se han perdido demasiados empleos técnicos e industriales bien remunerados. Estas son las habilidades que el país necesita ahora para sacar provecho de la enorme cantidad de dinero federal que se avecina. Incluso antes de la ley de chips, a EU le faltaba medio millón de trabajadores de la construcción.
Esta es una de las razones por las que los programas comerciales están en auge. Hace poco estuve en la sede de capacitación del sindicato United Brotherhood of Carpenters and Joiners of America en Las Vegas, que era enorme, resplandeciente y estaba llena no solo de la fuerza laboral sindical tradicional, también de graduados universitarios y profesionales de mediana edad que cambiaban de carrera. “Nos dimos cuenta de que la gente se acerca cada vez más a los oficios cualificados después de ir a la universidad”, dijo el presidente del sindicato, Douglas J. McCarron.
Una mayor diversidad será clave para eliminar el déficit de cualificaciones. Como señaló Raimondo en su discurso: “Necesitamos otro millón de mujeres en la construcción durante la próxima década para satisfacer la demanda no solo en el sector del chips, también en otras industrias y proyectos de infraestructura”. Las empresas que quieran subsidios tendrán que demostrar que no solo están cortejando a estos trabajadores, sino que colaboran con instituciones educativas de todo tipo, desde universidades y programas de posgrado hasta centros de formación superior y preparatorias, para crear una fuerza laboral que esté “preparada para el trabajo desde el primer día”.
Esto incluirá asociaciones con más centros de enseñanza secundaria de “seis en cuatro años”, que ofrecen preparatoria y dos años de créditos universitarios. Pero también tendrán que asegurar que los que tienen títulos avanzados aprendan los planes más actualizados y útiles. El desajuste entre educación y empleo en EU queda bien ilustrado por el hecho de que los doctorados en humanidades y artes conllevan muchas más deudas que los realizados por licenciados en ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas, y muchos de los primeros están subempleados.
Por fortuna, los silos dentro del sistema educativo de Estados Unidos están empezando a romperse. Algunas escuelas preparatorias imparten planes universitarios. Los miembros de los sindicatos no solo aprenden oficios, también habilidades sociales, liderazgo y administración. Las universidades de alto nivel se encuentran bajo presión de demostrar que también ofrecen una vía hacia el éxito económico. Si EU tiene suerte, el moonshot de la fabricación puede catalizar más de estos cambios tan necesarios en la educación.
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