A menos que se solucione rápidamente el problema de la recarga, a la revolución de los vehículos eléctricos se le puede volar un fusible. Es cierto que a los conductores les gusta la idea, pero dudan en cambiarse por la ansiedad de la distancia de recorrido y la falta de infraestructura de recarga rápida. Según mi experiencia en conducir uno tienen razón en desconfiar.
Es posible que los fabricantes de coches tradicionales se hayan tardado en empezar, pero ahora producen algunos vehículos eléctricos excelentes, más respetuosos con el medio ambiente y divertidos de conducir. Al volante de nuestro veloz Volkswagen ID.3, alimentado por baterías, disfruto dejar atrás a otros coches en los semáforos. Es ideal para viajes cortos y es fácil y barato cargarlo durante la noche en los puntos de recarga situados en las banquetas de las calles. Pero un viaje de Londres a Francia el año pasado puso de manifiesto los inconvenientes de intentar cargar un vehículo eléctrico fuera de casa.
La necesidad de más infraestructura de recarga pone de manifiesto la importancia de los “complementos”, como los llaman los economistas, para ampliar cualquier nuevo mercado. El hardware de las computadoras es inútil sin el software, las raquetas de tenis no sirven de mucho sin las pelotas de tenis.
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Volkswagen puede saber cómo construir hardware, pero su software de mapeo y reconocimiento de voz es terrible. Los conductores de vehículos eléctricos también tienen que enfrentarse a una fragmentación en los servicios de recarga, por lo que requieren una desconcertante variedad de aplicaciones diferentes; estaciones de recarga mal ubicadas y con mala señalización; puntos débiles; una fijación de precio poco clara; y paradas prolongadas. Los viajes para cruzar el país tienen que planearse con una precisión casi militar para asegurarte de que no te quedas sin energía. Aun así, nuestro viaje se tardó casi una vez y media más para llegar a nuestro destino en comparación con lo que hacíamos antes con un coche diésel.
El sector es consciente de las dificultades y se esfuerza por mejorar la tecnología de las baterías y la infraestructura de recarga. “La recarga debe ser agradable, confiable y rápida”, escribió Herbert Diess, presidente de Volkswagen, en una publicación en LinkedIn en la que promocionaba el nuevo centro de recarga de Audi en Nuremberg. Esto contrasta con un comentario anterior en el que reprendió a la compañía de recarga IONITY (en la que VW es inversor) por su mal servicio en Italia. “No hay baño, no hay café, un punto de carga fuera de servicio/descompuesto, una triste situación. Fue cualquier cosa menos una experiencia premium, ¡IONITY!”.
La gran pregunta es si la infraestructura de recarga puede construirse con la suficiente rapidez como para adelantarse a la demanda de vehículos eléctricos que estimula los subsidios gubernamentales. Esto es especialmente cierto en Europa, que es el mercado de mayor crecimiento del mundo. En diciembre se vendieron 176,000 vehículos eléctricos en Europa, superando por primera vez las ventas mensuales de coches diésel. Según la Agencia Internacional de la Energía (AIE), el mundo podría necesitar más de 200 millones de puntos de recarga de vehículos eléctricos para 2030, si los gobiernos quieren alcanzar los objetivos de cero emisiones. En 2020 había alrededor de 9.5 millones de puntos de recarga, y China representaba la mitad del inventario mundial.
Liderados por Tesla, que creó su propia red de recarga de alta calidad, los grupos automotrices invierten cada vez más en proveedores de recarga. Las grandes compañías de energía, como Shell, Total y BP, ya entraron en el mercado de la recarga para compensar las pérdidas previstas en las ventas de gasolina, mientras que un pequeño ejército de startups también se unió a la refriega.
Tom Callow, director de visión de la compañía de recarga BP Pulse, es optimista y cree que esta industria “vibrante e incipiente” puede estar a la altura del desafío, incentivada por la previsibilidad del aumento de la demanda. Por ejemplo, el gobierno del Reino Unido ordenó que las ventas de coches de gasolina y diésel terminen en 2030. Esto proporciona la confianza necesaria para que las compañías de recarga inviertan a gran escala.
Pero para lograr el equilibrio adecuado entre el suministro privado, en la vía pública y el suministro público rápido (como en las estaciones de servicio y los supermercados), algunos miembros del sector automotriz argumentan que los gobiernos deben dar una dirección clara para dirigir el sector y mejorar las redes eléctricas. Deberían imponerse mayores expectativas, regulatorias y objetivos al sector de la recarga para garantizar una infraestructura verdaderamente integrada a nivel nacional, afirma Mike Hawes, director ejecutivo de la Sociedad de Fabricantes y Comerciantes de Automóviles de Gran Bretaña. “Si lo dejas en manos del mercado, los operadores se centrarán en las oportunidades comerciales, no en el interés del consumidor”, afirma.
Es posible que sea más glamuroso diseñar coches llamativos que instalar estaciones de recarga básicas. Pero la revolución de los vehículos eléctricos no se producirá tan rápido como debe ser a menos que la infraestructura de recarga sea cómoda y completa.
gaf