Las relaciones de EU-China están en una era aterradora

El vínculo entre ambos determinará el destino de la humanidad; la cooperación será una última vía para el futuro

Janet Yellen, secretaria del Tesoro, presentó un plan de “compromiso constructivo”. Reuters
Martin Wolf
Londres /

Es probable que la relación entre Estados Unidos y China determine el destino de la humanidad en el siglo XXI. Determinará si habrá paz, prosperidad y protección del medio ambiente o todo lo contrario. En este último caso, los historiadores del futuro (si es que existen) sin duda se van a maravillar de la incapacidad de la especie humana para protegerse de su propia estupidez. Sin embargo, hoy, por fortuna, todavía podemos actuar para evitar el desastre. Esto es cierto en muchos ámbitos, entre ellos la economía. Entonces, ¿cuál es la mejor manera de manejar las relaciones económicas en un futuro cada vez más difícil?

Janet Yellen, secretaria del Tesoro de EU, y Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, recientemente hicieron declaraciones bien pensadas sobre este tema. ¿Pero plantean un futuro viable? Por desgracia, tengo mis dudas al respecto.

Yellen presenta un plan para lo que denomina “compromiso constructivo”. Tiene tres elementos: primero, “garantizar nuestros intereses de seguridad nacional y los de nuestros aliados y socios, y… proteger los derechos humanos”; segundo, “buscar una relación económica sana” basada en una competencia “leal”; y tercero, “buscar la cooperación en los urgentes desafíos globales de nuestros días”. En su análisis del primer elemento señala que “las acciones de seguridad nacional de EU no están diseñadas para que obtengamos una ventaja económica competitiva ni para sofocar la modernización económica y tecnológica de China”; sin embargo, la dificultad estriba en que para nada es cómo se ve en China, como pude comprobar durante una breve estancia reciente en Pekín.

El debate de Yellen sobre el elemento crucial de la seguridad pone de manifiesto lo problemático que tiene que ser. Destaca, por ejemplo, la preocupación de EU por la asociación “sin límites” de China y su apoyo a Rusia, y le advierte de que no proporcione apoyo material ni ayuda para eludir las sanciones. También subraya la preocupación del país por los derechos humanos, incluidos los que los chinos consideran asuntos internos.

A pesar de estas preocupaciones, afirma que “no pretendemos ‘desvincular’ nuestra economía de la de China”. Al contrario, “una China en crecimiento que respete las reglas del juego puede ser algo benéfico para EU”. Después de todo, recuerda, la nación comercia más con China que con ningún otro país, excepto Canadá y México; sin embargo, agrega, Estados Unidos se opone a las numerosas prácticas comerciales “desleales” de China y seguirá “tomando medidas coordinadas con nuestros aliados y socios en respuesta”. Las medidas sobre las cadenas de suministro, entre ellas el friendshoring (la relocalización de la producción a países amigos o aliados), son uno de los resultados.

El enfoque de Von der Leyen es complementario. Ella también señala que “la desvinculación es algo que no es viable, deseable o incluso algo práctico para Europa”; sin embargo, argumenta que China “ahora dio vuelta a la página de la era de ‘reforma y apertura’ y está entrando en una nueva etapa de ‘seguridad y control’”. Su objetivo, al igual que el de EU, es “reducir el riesgo” de la relación. Una forma es eliminando vulnerabilidades y preservando la autonomía estratégica. Como en Estados Unidos, esto implica inversiones estratégicas en determinados sectores clave. Otra forma consiste en utilizar los instrumentos de defensa comercial. Otra, inventando nuevas herramientas para garantizar que el capital y los conocimientos de las empresas europeas “no se utilicen para mejorar las capacidades militares y de inteligencia de quienes son también nuestros rivales sistémicos”. Esto puede incluir controles sobre la inversión exterior. Una última vía es una cooperación más profunda con los socios.

En un libro reciente, notablemente pesimista, Kevin Rudd, ex primer ministro de Australia, aboga por lo que denomina “competencia estratégica controlada” entre EU y China. Puede decirse que Yellen y von der Leyen están desarrollando los elementos económicos de este enfoque.

De ser así, es poco probable que funcione. Los esfuerzos unilaterales de una parte para sentirse más segura están destinados a hacer que la otra parte se sienta más insegura. Esto es cierto en el área de la seguridad, cuando se define en sentido estricto. Si una de las partes lleva la delantera en una tecnología fundamental, la otra será vulnerable. También es cierto en economía. La negativa a vender tecnologías o recursos vitales hará que la otra parte se sienta económicamente insegura. De hecho, en Pekín quedó claro que los chinos bien informados creen que EU tiene el objetivo de frustrar su ascenso económico. Los controles estadunidenses sobre las exportaciones de chips pueden estar diseñados para reforzar la seguridad la Unión Americana pero también son un freno para la nación asiática.

Tampoco es probable que este conflicto se vuelva más fácil. Si se miden en términos comparables, las economías de EU y sus aliados aún son 80 por ciento mayores que las de China y Rusia juntas; sin embargo, Pekín es un país pobre: en términos de paridad de poder de compra el PIB per cápita de China en 2022 era menos de 30 por ciento del de EU. Supongamos que consiguiera alcanzar la posición de Corea del Sur, su economía volvería a ser casi la mitad de grande que las de EU y la Unión Europea juntas. ¿Sucederá esto? Es probable que no, pero, dados los resultados del pasado, no puede descartarse. En cualquier caso, China ya tiene una economía potente, un papel importante en el comercio mundial y un ejército enorme.

La era de confrontación estratégica en la que entramos es aterradora. Sobre todo para quienes queremos que prosperen los ideales de libertad individual y democracia, al tiempo que cooperamos con China tanto para mantener la paz y la prosperidad como para proteger nuestro planeta. De alguna manera, tenemos que cooperar y competir, evitando el conflicto militar. Nuestro punto de partida debe ser lograr la mayor transparencia posible sobre nuestros objetivos y planes. Aprendimos la necesidad de esto después de la crisis de los misiles cubanos en 1962, pero vamos a necesitar mucho más que eso y quiza durante más tiempo. Pocos líderes en la historia han soportado una carga moral más pesada que los de la actualidad.


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