La discusión entre Mauricio y su esposa Ana fue acalorada. En su primer viaje después de casarse en 2015, ella hablaba de los beneficios de invertir en las vacaciones a largo plazo y así “obligarse” a tomar un periodo para desestresarse al menos una vez al año con un presupuesto controlado; pero él no podía quitarse de la mente la aburrida imagen de los 18 años que viajó religiosamente a Mazatlán con sus padres, porque en ese puerto sinaloense es donde ellos habían atinado a comprar un tiempo compartido en la década de 1980.
Ana ganó, ayudada por el club vacacional que eligieron y que les aseguró que podrían intercambiar los destinos, las semanas y las épocas de sus viajes sin problema. En 2020, Mauricio al fin se convenció de que había sido un gran negocio. Con la pandemia encima y el estrés del confinamiento enloqueciendo a la familia, él, Ana y sus dos hijos pequeños armaron sus maletas, agregaron una con alcohol en gel, desinfectantes y cubrebocas y se fueron a Cozumel para disfrutar el verano.
No fueron los únicos. Los socios de las propiedades vacacionales fueron los primeros en volver a viajar. “La recuperación ha sido más rápida por parte de los socios del club, pues son los primeros en querer aprovechar su inversión para volver a disfrutar su membresía. El club es el mejor programa de lealtad que tienen los hoteles”, afirma Rosario Rodríguez, directora ejecutiva de Grupo Royal Holiday, cuyo club cuenta con 80,000 socios de 50 países distintos.
No solo fue impulso de los socios y su decisión de no perder su inversión, los desarrolladores turísticos hicieron su parte y los atrajeron con la certeza de que las cosas iban a estar bien mientras vacacionaban con sus familias.
“En el tema del manejo de la pandemia hay varios jugadores, y los desarrolladores y hoteleros se encargaron de poner a la orden del turista lugares saludables y libres de contagio. Su trabajo es loable porque incrementaron sus costos para asegurar la salud de sus huéspedes”, dice Alejandra Espinosa, directora de Desarrollo de Negocios y Resort Services de RCI, empresa de intercambio vacacional.
Espinosa agrega que, además de procurar las políticas de distanciamiento social y desinfección frecuente de los espacios, “también pusieron atención en el tema de las pruebas anticovid, de monitorear que los huéspedes ingresaran saludables a las propiedades y permanecieran de ese modo... por eso muchos entablaron alianzas con laboratorios, para facilitar las pruebas, y prepararon zonas de cuarentena en caso necesario”.
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Un regreso rápido
Los clubes vacacionales son hoy por hoy uno de los modelos turísticos más resilientes de la emergencia sanitaria de 2020 y sirvieron como punta de lanza en la reactivación del turismo. No era para menos, si se considera que son una suerte de “tataranietos de los Tiempos Compartidos”, nacidos a inicios de la década de 1960 con las familias europeas intercambiando sus casas de verano para vacacionar, aún con la resaca de la Segunda Guerra Mundial en los bolsillos.
“Durante todo este tiempo —de la pandemia—, los socios mostraron un gran compromiso para mantener al día su membresía y asegurar que seguirán viajando y disfrutando de los destinos que el club les ofrece. Ellos reconocen el valor de las vacaciones y hoy más que nunca quieren aprovechar su inversión para salir de la rutina y de tanto estrés causado por el confinamiento”, dice la CEO de Royal Holiday, uno de los consorcios turísticos que manejan este esquema en México.
Cada país puso sus propias reglas y las aperturas en el mundo se dieron a diferente tiempo. En México, donde las fronteras permanecieron abiertas incluso en los peores momentos, los hoteles cerraron en marzo con la primera llamada del gobierno federal a detener las actividades no esenciales en el país, pero algunos pudieron reabrir entre abril y mayo y otros un poco más tarde, entre julio y agosto.
El estudio Análisis y Perspectivas de la Propiedad Vacacional. Latinaomérica y el Caribe, que RCI realiza año con año, encontró que durante 2020 la compra de intervalos en desarrollos mexicanos cayó 56.1% en total, impulsada principalmente por la ausencia de turistas extranjeros, que pasaron de 205,074 en 2019 a 55,487 en 2020. En tanto que los viajeros mexicanos disminuyeron de 71,609 a 66,092 en el mismo periodo.
Rosario Rodríguez, de Royal Holiday, señala que hasta noviembre no se había normalizado el flujo de socios en los destinos del club vacacional de la cadena, pero que desde el verano del año pasado empezaron a viajar y a reactivar las reservaciones que tuvieron que cancelar en primavera con el cierre de hoteles. “Consideramos que para el siguiente año recuperaremos los números que traíamos en 2019”, agrega.
Previo a la pandemia de coronavirus, Grupo Royal Holiday tenía una facturación de 2,000 millones de pesos (mdp) en hotelería y otros 2,000 mdp en el concepto de club vacacional; el año pasado tuvieron un descenso de 50% en ambos negocios, según Pablo González Carbonell, presidente del grupo de hospitalidad.
Entre otras estrategias para recuperar sus niveles prepandemia, Royal Holiday contempla un plan de inversión de 400 millones de dólares (mdd) para la construcción de cuatro nuevos hoteles de su marca Park Royal en Cabo San Lucas, Baja California Sur; Riviera Maya, Quintana Roo y República Dominicana, un país “que tiene mucho potencial y donde queremos estar presentes”, explica Pablo González Carbonell.
De hecho, la operación más exitosa del grupo, señala Rosario Rodríguez, CEO de Royal Holiday, se da en el Caribe mexicano, seguido de República Dominicana, pues “estos destinos son en los que hay más frecuencia de vuelos, más cuartos hoteleros y una combinación interesante de mercados, por lo que hay mucho más turismo internacional. En el Pacífico mexicano, lo que más se acerca al Caribe es Puerto Vallarta, que tiene un buen componente de clientes de Estados Unidos”, cuenta la ejecutiva.
Una evolución natural
Como una de las dos compañías de intercambio de tiempos compartidos más importantes del mundo, con presencia en alrededor de 110 países y más de 4,200 hoteles afiliados, RCI tiene muy claro cómo este modelo vacacional evolucionó con la pandemia de coronavirus, de la mano principalmente de los miembros de clubes y propietarios ya existentes.
De acuerdo con el mismo estudio de RCI, durante 2020 comenzó a repuntar el volumen de ventas en todas las modalidades de tiempos compartidos con las que la empresa trabaja —club vacacional, club de puntos, club de descuentos, propiedad vacacional—; sin embargo, “70% del negocio fue con los mismos propietarios haciendo upgrades, es decir, cambios en sus membresías hacia arriba”, afirma Alejandra Espinosa.
“Con la pandemia y el confinamiento los socios replantearon sus prioridades y se dieron cuenta dónde está lo realmente importante: disfrutar tiempo en familia, de calidad. Sin duda valoran aún más las vacaciones luego de estar encerrados tanto tiempo”, explica Espinosa, quien comparte que las salas de ventas de sus afiliados (resorts y clubes) están regresando rápidamente a sus niveles de operación de 2019.
“Algunos países ya están allí; México todavía no, pero va avanzando bien, con crecimientos altos en 2021 sobre lo que fue 2020, del orden de 50 a 70%”, basados principalmente “en la reconfiguración de las membresías del turista que sí invierte, que ya tenía un plan pero está yendo por más años, más puntos de entrada, más destinos, más comodidad en las propiedades; esto en cualquier categoría de tiempo compartido, pero prevalecen los que son más flexibles”, agrega Espinosa, de RCI.
“Sin duda, quieren tener unas buenas vacaciones garantizadas por si deben confinarse otra vez”, dice Alejandra Espinosa y señala que otro cambio importante en el perfil de los socios de clubes vacacionales se da en el concepto de lujo, al menos mientras el encierro no quede en el olvido. “Hoy les importa qué pueden disfrutar en familia... y esas son unas grandiosas vacaciones, ¿de qué sirve un auto deportivo en el garage o ropa de diseñador en el clóset?”, puntualiza.
gaf