El Supermartes, el día en que el mayor número de estados de EU celebran primarias presidenciales, está a punto de llegar. Los resultados están cantados, Donald Trump y Joe Biden serán los ganadores, pero estas votaciones pueden ayudarnos a comprender mejor la brecha entre lo que muestran los datos, sobre todo los económicos, y lo que sienten los votantes.
Uno de los mayores misterios de esta temporada electoral es por qué Joe Biden no recibe más crédito por el auge de la economía estadunidense. El producto interno bruto (PIB) subió, la inflación bajó y el mercado laboral difícilmente puede ser mejor. Y, sin embargo, la confianza de los consumidores sigue siendo baja, lo que probablemente se verá reflejado en las encuestas de salida de mañana, en las que no solo se estudia a qué candidatos eligieron los votantes, sino por qué.
Sospecho que esas encuestas nos dirán que los datos económicos y la experiencia que sienten los votantes chocan entre sí o, como mínimo, no están correlacionados de la forma que imaginamos.
Por ejemplo, la inflación. Sí, se está enfriando, aunque el desempleo sigue siendo bajo y los salarios suben; sin embargo, la gente no siente las cifras del índice de precios al consumidor. Sienten el impacto acumulado de cómo los precios de los comestibles, el alquiler, el gas, la electricidad, el seguro del coche y otras necesidades subieron más de 20 por ciento en los últimos dos o tres años.
Para la mayoría de los estadunidenses, en especial los más jóvenes y vulnerables, la experiencia de inflación no es: “oye, las cosas están caras, pero los aumentos de precios están descendiendo y tengo más dinero en mi bolsillo”. Es ira. Como dice el encuestador demócrata Stan Greenberg: “Mi aprendizaje clave (durante esta temporada de campañas) es que incluso cuando se sale de un periodo inflacionario, la gente permanece enojada durante mucho tiempo”.
Ese pesimismo persistente se agrava por el hecho de que los cambios económicos generacionales (como una inflación que supera 5 por ciento, algo que no ocurría desde 2008) suelen dejar huella en las personas por el resto de sus vidas. De hecho, hay investigaciones que demuestran que incluso un año realmente duro que se experimente en la edad adulta temprana es suficiente para cambiar el comportamiento durante toda la vida.
Pienso en mi abuela británica, enfermera en la Segunda Guerra Mundial, que usaba una bolsita de té varias veces. O, por el contrario, mis padres boomers, que se sienten cómodos teniendo una hipoteca ya con mucho tiempo desde su jubilación. Los sentimientos impulsan nuestras decisiones económicas y nuestra forma de votar.
Tengo la sospecha de que esta verdad no solo se va a reflejar en las percepciones de los precios, sino también en torno a la migración y la seguridad fronteriza, que cobran gran importancia como tema electoral. Por supuesto, los migrantes siempre han sido fundamentales para el éxito económico de Estados Unidos. Incluso hay nueva evidencia que sugiere que los trabajadores nacidos en el extranjero son una razón clave de por qué la inflación laboral no ha sido más alta.
Eso incluye tanto a migrantes con documentos como a indocumentados. Un informe reciente de Strategas Research Partners sobre cómo la “gran migración” es clave para comprender el crecimiento de EU señala que: “En la medida en que la migración en EU ha sido difícil de medir plenamente en los últimos años, los datos reportados (que muestran el impacto desinflacionario de la migración) pueden estar subestimando este impulso.
“La política que adoptaron algunos estados para reubicar a los migrantes de la frontera sur a ciudades más grandes tal vez también tuvo el efecto (probablemente no buscado) de vincular a las personas con regiones donde tenían la capacidad de trabajar, aunque fuera de manera informal”.
Sin duda veo eso cuando recorro Nueva York. Sí, tenemos grandes problemas para alojar a los migrantes, pero también contamos con una enorme reserva de trabajadores informales que mantienen bajos los costos de los servicios en ámbitos como los restaurantes y la economía de los cuidados. Me encantaría que se acelerara la concesión de permisos de trabajo formales para migrantes que puedan llenar los vacíos en mercados laborales con escasez, pero soy una minoría, pues 61 por ciento de los estadunidenses —y 91 por ciento de los republicanos— considera la migración de indocumentados un problema “muy grave”.
Esa división refleja la forma más importante en que los sentimientos, más que los hechos, dictan la realidad política en la actualidad: la creciente división partidista en las percepciones económicas. Un estudio publicado en 2022 por académicos de Stanford y la Universidad de Nueva York encontró que la brecha en cómo demócratas y republicanos veían los mismos datos económicos se duplicó entre 1999 y 2020. Ambos partidos se alejaron por igual de las opiniones de base de los votantes independientes. Todos somos partidistas ahora.
Es más, la división suele aumentar en épocas de recuperación económica, como los años de Obama después de la gran crisis financiera, o el auge actual de Biden. Los autores del estudio plantean que esto puede deberse “a que los ideólogos de todas las tendencias pueden encontrar datos o puntos de vista económicos que favorecen sus creencias políticas”.
Hay que considerar que los condados con dificultades económicas, que representan 8 por ciento del PIB de EU, recibieron 16 por ciento de las inversiones del sector estratégico en ámbitos como energía limpia y semiconductores desde 2021, gracias a la atención que prestó la administración a la economía basada en el lugar; sin embargo, dado que se trata de proyectos a largo plazo que tardan años en convertirse en una experiencia palpable en estas comunidades, muchas de las personas que viven en esos lugares votarán por Trump.
Los hechos del Supermartes son algo conocido. En lugar de eso, hay que estar atentos a los sentimientos y a lo que puedan decirnos sobre noviembre.