Los superyates, el lujo y la pandemia

FT MERCADOS

La pandemia impulsó la compra de yates o la mejora de los que ya se tenían porque sus millonarios dueños reevaluaron cómo quieren pasar su tiempo.

El negocio de los yates de lujo explotó con un aumento en los pedidos durante la pandemia.
Harry Dempsey
Ciudad de México /

Después de una de las peores crisis en la historia de la industria del turismo y los viajes, una parte del mercado prosperó. El negocio de los yates de lujo explotó con un aumento en los pedidos durante la pandemia.

La demanda de los superyates pocas veces ha sido más fuerte, con los turistas ricos que disfrutan de los paraísos de vacaciones en el mar para escapar de las multitudes y la amenaza del covid-19

Para las personas que pueden pagarlo, hay de todo, desde deportes acuáticos hasta sesiones de yoga y de acondicionamiento físico a bordo, así como la oportunidad de pasar tiempo de calidad con amigos y familia en una burbuja aislada. 

“Desde que salimos del primer confinamiento (el verano pasado), el mercado se encuentra en pleno auge a niveles que superan por mucho lo que había antes de la pandemia”, dijo Antony Sheriff, director ejecutivo de Princess Yachts. 

La historia de éxito se refleja también en los fabricantes de yates de toda Europa. Ferretti, un constructor naval con sede en Forli, en el norte de Italia, entregó un récord de 56 yates en el primer trimestre del año y señaló que “la fantástica aceleración” en los pedidos desafió los pronósticos de la compañía. 

En otros lugares, se compró un récord de 208 superyates a través del mercado de corretaje por mil millones de libras en lo que va del año, más de los 131 que registro el año anterior, según la editorial de estilo de vida de lujo Boat International. 

Los jefes de la industria de yates dicen que la pandemia impulsó a los ricos a reevaluar cómo pasan su tiempo y a dar el salto para comprar su primer barco o a aumentar el tamaño del que ya tenían, debido a que el incremento en el precio de los activos se suma a sus riquezas. 

“Con el coronavirus, la gente se dio cuenta de que ‘su vida puede cambiar en un segundo’. Su percepción dio un giro y quisieron aprovechar el momento”, mencionó Marco Valle, director ejecutivo de Benetti Yachts, con sede en Viareggio, en Toscana, Italia. “No es un secreto que las bolsas de valores subieron drásticamente el último año. Estábamos listos con los productos adecuados”. 

Incluso la cancelación de varios salones de exposición náuticos en lugares glamorosos como Mónaco no logró frenar la demanda, ya que el auge de las compras en línea compensó las pérdidas de ventas de las ferias comerciales, que normalmente atraen a los compradores. 

En un año sin ferias náuticas, tuvimos una de las mejores entradas de pedidos en la historia”, dijo Rose Damen, directora general de Damen Yachting, un fabricante holandés cuya cartera de pedidos creció alrededor de 800 millones de euros en los últimos 12 meses. 

Sin embargo, no todo ha sido sencillo. Los requisitos de distanciamiento social hicieron imposible recuperar terreno de los meses de producción perdida cuando los astilleros cerraron la primavera pasada, mientras que los costos de las materias primas, que no se pueden trasladar fácilmente a los compradores, se están disparando. 

Lo Dice...

“Con el Covid-19, la gente se dio cuenta de que su vida puede cambiar inmediatamente (...) y quisieron aprovechar el momento”

También se produce después de una década difícil, que destaca por una serie de fracasos en la industria, con 20 astilleros que producen 65 por ciento de los superyates que se entregaron el año pasado, en comparación con un tercio en 2010. 

Además, los fabricantes tienen que lidiar con algunos de los clientes más difíciles del mundo, ya que los ricos son feroces negociadores, con solo un puñado de megaproyectos en el que los errores de cálculo de presupuesto de un acuerdo pueden tener fuertes repercusiones en las utilidades en las empresas. 

“La gente espera que sea un negocio muy rentable porque tus clientes son multimillonarios, pero de hecho no es un negocio de alto margen y puede ser de alto riesgo”, dijo Damen. 

Ahora, la tarea de los constructores de la flota de 5 mil 700 superyates, definida como barcos de más de 30 metros, es mantener a los clientes en el mercado posterior a la pandemia. 

Aunque se espera que crezca el grupo de 520 mil personas con un patrimonio neto superior a 30 millones de dólares (mdd), de acuerdo con los cálculos del Frank Knight’s Wealth Report, muchos clientes superricos pueden decidir gastar su dinero en otras cosas una vez que la crisis haya pasado. 

Los ejecutivos de la industria también dicen que tienen una batalla para superar lo que consideran un estigma injusto de que los superyates son juguetes de los ricos, que aumenta la desigualdad y contribuye de manera desproporcionada al cambio climático. 

Los compradores tampoco suelen ser los oligarcas estereotipados con un puro o los fiesteros representados en el popular programa de televisión Below Deck. “El arquetípico propietario de un yate —piel bronceada, martini en mano— es una especie de símbolo. Eso desapareció”, dijo Brendan O’Shannassy desde el navío de más de 100 metros que navegaba al sur de las Bermudas. 

Los ejecutivos también añaden que en ocasiones se pasan por alto los puestos de trabajo que crea la industria. Estos trabajadores o artesanos a menudo perfeccionan sus habilidades durante largos periodos de aprendizaje o años de trabajo. 

Sin embargo, Valle de Benetti todavía espera una caída en los pedidos y una batalla para ganar y conservar a los clientes una vez que termine la crisis. 

“Nuestra tarea como fabricante es convencer (a los clientes)... que navegar en yate se convierte no solo en algo nuevo, sino en una pasión que repetir, mantener en esta vida y transferir en la familia a los hijos e hijas”.


srgs

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