Otorgan el Nobel de Economía a estudio sobre el pánico bancario

Los galardonados, un ex presidente de la Fed y dos académicos, demostraron el papel fundamental que desempeñan las instituciones financieras y, sobre todo, cuando las cosas van mal

Ben Bernanke, Douglas Diamond y Philip Dybvig, los ganadores. EFE, AFP y AP
Martin Sandbu
Londres /

A veces se acusa al Riksbank de Suecia, solo medio en broma, de otorgar el Premio Nobel en memoria de la investigación económica décadas después de que la investigación en cuestión haya marcado la diferencia. Se puede perdonar que uno deseara que la acusación fuera cierta hoy. El trabajo que el premio de 2022 honra —el pánico sobre las instituciones financieras, el daño que causan y cómo prevenirlas— es deprimentemente oportuno.

Los galardonados —el ex presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos Ben Bernanke y los profesores de economía Douglas Diamond y Philip Dybvig— demostraron el papel fundamental que desempeñan los bancos en la economía y, sobre todo, cuando las cosas van mal.

El modelo Diamond-Dybvig, un elemento básico de la enseñanza de la economía desde que se desarrolló en la década de 1980, aclara cómo los bancos intermedian entre los depositantes que quieren tener acceso inmediato a sus ahorros y las empresas que necesitan financiamiento de inversiones a largo plazo. El esquema establece cómo y por qué las instituciones financieras son, por tanto, vulnerables al pánico en los depósitos (cuando los clientes realizan retiros bancarios en grandes cantidades) y establece el argumento central para el seguro de depósitos del gobierno.

Ben Bernanke analizó más o menos en la misma época el efecto devastador que el pánico bancario puede tener en el funcionamiento económico al bloquear los flujos de crédito y destruir el conocimiento sobre la solvencia. Su investigación sobre la recesión de la década de 1930 mostró cómo las quiebras bancarias contribuyeron a convertir una recesión ordinaria en la Gran Depresión, que hasta entonces se había explicado en gran medida como resultado de una mala política monetaria.

La importancia de este trabajo en el mundo real queda patente en la influencia que ha tenido en la forma en que los responsables de la política económica han hecho su trabajo. “El mismo Bernanke utilizó muchas de estas ideas en su enfoque” hacia la crisis financiera mundial de 2008-2010, resalta Ricardo Reis, profesor de economía de la London School of Economics y experto en la materia; sin embargo, advierte que no hay que tomar el premio como un comentario sobre la actuación de Bernanke al frente de la Reserva Federal.

Como señala Reis, la lección de que es necesario una institución de última instancia y un respaldo fiscal para evitar el pánico bancario se ha interiorizado en todos los ámbitos. En la crisis financiera “se vio con claridad cómo los bancos centrales de todo el mundo… intervinieron de forma inmediata para tranquilizar a los depositantes… Esta fue la principal diferencia que evitó que la Gran Recesión (de 2009-2010) se convirtiera en otra Gran Depresión”.

Del mismo modo, durante la pandemia de covid-19, los gobiernos ávidos de preservar la salud del sector bancario emitieron garantías para los préstamos de crisis a las empresas perjudicadas por los confinamientos.

El premio Nobel de Economía entregado ayer, por tanto, debe servir como recordatorio de que, a pesar del golpe a su reputación a causa de no poder predecir las crisis financieras, los enfoques económicos dominantes tienen muchas cosas útiles que decir sobre cómo abordarlas. La rápida intervención del Banco de Inglaterra en los mercados de los bonos del gobierno el mes pasado, que se enfrentó a una dinámica en cierto modo análoga al pánico bancario, es apenas el ejemplo más reciente. 

El premio también demuestra que los bancos solo son una parte de la historia. En parte, debido a la influencia de Bernanke, Diamond y Dybvig, el riesgo de una corrida (del pánico) es mayor en el sector financiero no bancario o “en la sombra” (paralelo) que en el bancario. Y las instituciones financieras que saben que los gobiernos no van a dejar que quiebren se ven tentados a acumular riesgos si los reguladores no se lo impiden.

Estos son temas de investigación más recientes que, de acuerdo con algunos economistas, también habrían merecido el Nobel. En ese sentido, al menos, sigue siendo válido el chiste de que el comité del premio aún está desfasado.


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