Mientras el mundo estaba en confinamiento por el covid-19 el año pasado, Andrew “Twiggy” Forrest, presidente de Fortescue Metals Group, estaba en acción. El magnate del sector minero y su séquito recorrieron 47 países, logrando convencer a algunos de ellos de abrir sus fronteras a pesar de la pandemia.
Pero Forrest no estaba buscando depósitos de minerales, estaba en la búsqueda de energía limpia. El grupo exploraba los mejores sitios para la energía hidroeléctrica y geotérmica.
Cuando Andrew Forrest declaró que Fortescue iba por todo en el hidrógeno verde, dijo que el mercado podría valer hasta 12 billones de dólares para 2050.
“El camino para reemplazar los combustibles fósiles con la energía verde se estuvo moviendo a un ritmo exageradamente lento durante décadas, pero ahora empezó a moverse violentamente”, dijo en una serie de conferencias.
Por teléfono, es aún más directo. “Veremos el cambio en todos lados... en 15 años, la escena energética mundial no se parecerá en nada a la de la actualidad”, dice. “Cualquier país que no tome en serio la energía verde y que se aferre a la energía contaminante, al final quedará rezagado”.
Mientras muchos se muestran cínicos con respecto a la conversión ambientalista del hombre que hizo su fortuna vendiendo mineral de hierro, Forrest es parte de una tendencia.
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A medida que aumentan las preocupaciones climáticas, el mundo empieza a apoyar la transición de energía, incluso en los sectores menos probables.
Docenas de las economías más grandes del mundo adoptan objetivos de emisiones netas cero de gases de efecto invernadero para 2050. Y 189 países se sumaron al Acuerdo Climático de París de 2015. En una carrera para frenar el calentamiento global, los países se apresuran a reducir los combustibles fósiles, impulsar la energía limpia y transformar sus economías.
El nuevo orden energético
Pero a medida que cambie el sistema energético, también lo hará la política. Durante la mayor parte del siglo pasado, el poder geopolítico estuvo íntimamente relacionado con los combustibles fósiles.
El temor a un embargo de petróleo o gas fue suficiente para forjar alianzas o iniciar guerras, y el acceso a los depósitos de petróleo confería una gran riqueza. En el nuevo mundo de las energías limpias, surgirá un nuevo grupo de ganadores y perdedores. Algunos lo ven como una “carrera espacial” de energía verde.
Los países o regiones que dominan la tecnología limpia, exportan energía verde o importan menos combustibles fósiles pueden beneficiarse del nuevo sistema, mientras que aquellos que dependen de la exportación de combustibles fósiles podrían ver la disminución de su poder.
Olafur Ragnar Grimsson, expresidente de Islandia y presidente de la Comisión Global sobre la Geopolítica de la Transformación Energética, dice que la transición a la energía limpia dará lugar a un nuevo tipo de política.
“A medida que los combustibles fósiles salen gradualmente del sistema energético... el viejo modelo geopolítico de centros de poder que dominan las relaciones entre Estados también se pierde.
Gradualmente, el poder de aquellos Estados que fueron grandes actores en el mundo de los combustibles fósiles, o grandes corporaciones como las compañías petroleras, se va desvaneciendo”, dice. En Australia, un grupo de cabildeo cada vez mayor presiona para que el país se convierta en una “superpotencia renovable” gracias a sus abundantes recursos eólicos y solares. Forrest es un inversor en un proyecto de nombre Sun Cable, que espera desplegar un cable eléctrico hasta Singapur.
Cree que el futuro del país está en juego. Surgirán nuevas estructuras de poder junto con la transición. “Las (antiguas) palancas de control, muchas de ellas se disiparán y simplemente dejarán de existir”, menciona Thijs Van de Graaf, profe- sor asociado de la Universidad de Gante y autor principal de un influyente informe de 2019 de la Agencia Internacional de Energías Renovables (IRENA).
“Esta es una constelación completamente nueva, por lo que no podemos pensar como en los viejos tiempos”, agrega. En lo que respecta a exportar electrici- dad limpia, países como Noruega, Bután y Francia ya están muy por delante. En unos meses, Noruega y el Reino Unido terminarán de construir el cable eléctrico submarino más largo del mundo, el North Sea Link.
El lado noruego del cable atra- viesa montañas cubiertas de nieve y un lago profundo, luego viaja bajo el agua durante más de 720 kilómetros, a través del Mar del Norte, hasta llegar al Reino Unido.
North Sea Link será el séptimo interconector submarino de Noruega, lo que permitirá al país exportar su abundante energía hidroeléctrica a sus vecinos. En su forma más básica, la nueva transición energética es un cambio del gas y el petróleo a la electricidad, dice Auke Lont, director ejecutivo de Statnett.
“La razón es que ahora tenemos acceso a electricidad muy barata y vemos que la energía barata puede satisfacer nuestras necesidades energéticas en el futuro”, explica. Ya sea en camiones, coches o calefacción doméstica, el uso de la electricidad ya está aumentando.
Actualmente proporciona alrededor de 20% de la energía, y tendrá que aumentar a 50% para 2050, si los países quieren cumplir con sus compromisos climáticos, según la IRENA.
El covid aceleró la transición
La cuestión de qué países terminarán ganando sigue siendo objeto de debate. Pero existe un amplio consenso de que el cambio está ocurriendo. Pascal Lamy, exdirector de la OMC, compara el cambio global de un sistema energético a otro con el advenimiento de la revolución industrial.
“Si comparas el mundo de hoy con el mundo de hace 18 meses, la gran diferencia es esa... solo 25% del mundo tenía un horizonte de descarbonización. Actualmente, 75% de la economía mundial tiene un horizonte de descarbonización. Es un cambio importante”, dice.
La pandemia aceleró la tendencia. El año pasado, la nueva energía renovable alcanzó un récord de 200 gigavatios, mientras que el resto del sector energético se contrajo.
En medio de la recesión que desató el covid, la demanda de petróleo cayó 8.8% y la de carbón 5%, en comparación con el año anterior, según la Agencia Internacional de Energía (AIE).
La energía limpia fue la única del sector que creció en 2020. El ritmo y la escala de la transición a las energías renovables ya superaron las proyecciones más optimistas.
La AIE espera que las energías renovables pronto superen al carbón como la mayor fuente de generación de electricidad. “Podemos decir que las energías renovables fueron inmunes al covid.
Tanto la solar como la eólica experimentaron aumentos significativos (el año pasado)”, dijo Fatih Birol, director de la AIE, en enero. Ese es un pensamiento sombrío para regiones como el Medio Oriente que de- penden de las exportaciones de gas y petróleo para obtener ingresos.
Los países que tienen más que perder ya se están defendiendo. En las conversaciones anuales de la ONU sobre el clima, Arabia Saudita y Rusia juegan habitualmente un papel disruptivo. La transición también será dolorosa para las compañías de energía que producen gas y petróleo.
Pero incluso estas reconocen que el ritmo se está acelerando. En una declaración, BP mencionó recientemente que el pico del petróleo tal vez ocurrió en 2019. Ben van Beurden, director ejecutivo de Shell, dice que la electricidad se convertirá en un pilar de su negocio.
“Los fundamentos de cómo ganamos con la electricidad van a ser realmente diferentes de cómo se gana con la extracción de recursos”, dice.
También hay otras diferencias: el comercio de electricidad puede ir en ambas direcciones. La energía renovable también está más dispersa, en lugar de concentrarse en unos cuantos lugares como los combustibles fósiles.
“Cuando hablamos de energía eólica, solar, biomasa, hidroeléctrica, oceánica, geotérmica, en realidad están disponibles de una forma u otra en la mayoría de los países”, dice Van de Graaf.
En el informe de IRENA se encontraron tres formas en que los países pueden ejercer influencia en el nuevo sistema. Una es exportando electricidad o combustibles verdes.
Otra es controlando las materias primas que se utilizan en las energías limpias, como el litio y el cobalto. La tercera es obtener una ventaja en tecnología, como las baterías de vehículos eléctricos.
China se adelanta
Con los recursos renovables tan fácilmente disponibles, Van de Graaf cree que es la tecnología la que acabará siendo el mayor factor diferenciador. Un recuento de las actividades de los países en materia de energía limpia encontró que uno estaba muy por delante del resto. “Tenemos un país en la primera posición”, dice.
“China”. El extremo sur de la República Democrática del Congo es famoso por la mina de cobre y cobalto Tenke Fungurume.
El área ha sido durante mucho tiempo objeto de disputas de poder, pero la llegada de China es reciente. China Molibdeno compró la mina en 2016. Inicialmente, parecía que la apuesta pasaba por dificultades.
Pero en la actualidad, a medida que aumenta la demanda de cobre y cobalto debido a la transición a las energías limpias, parece un golpe maestro.
El cobre es esencial para los cables eléctricos y las turbinas eólicas, y el cobalto se utiliza en las baterías de los autos eléctricos. China Molybdenum controla más de una décima parte del cobalto del mundo.
La compra es solo una de varios movimientos que ubican a los grupos chinos a la delantera en casi todas las áreas de tecnología limpia. China produce más de 70% de todos los paneles solares fotovoltaicos, la mitad de los vehículos eléctricos del mundo y un tercio de su energía eólica.
También controla muchas de las materias primas cruciales para las cadenas de suministro de tecnología limpia. “Si hablamos de la carrera tecnológica en energía limpia parece que la competencia ya ocurrió y que el ganador es China”, dice Van de Graaf. “Otros jugadores tratan de recuperar terreno”
Estados Unidos (EU), por ejemplo, tiene suministros nacionales limitados de cobalto y litio, y el departamento de Estado en los últimos años trató de mejorar el acceso a los minerales de tierras raras, debido a su importancia estratégica. A medida que las principales economías trabajen para alcanzar sus objetivos de cero neto, tendrán que comprar más paneles solares, baterías y minerales críticos.
¿El principal proveedor? China. El dominio de China sobre la fabricación de baterías refleja su estrategia a largo plazo. En 2015, cuando China invirtió miles de millones en su mercado de vehículos eléctricos, el gobierno anunció repentinamente una lista de fabricantes de baterías aprobados que eran elegibles para subsidios, ninguno de los cuales era extranjero.
Esto fue una bendición para las empresas nacionales como Contemporary Amperex Technology, que pasó de producir 6.2 GWh en baterías en 2016 a 34 GWh el año pasado. Ahora es el mayor productor del mundo y tiene contratos con Daimler, BMW y Tesla entre otros Beijing domina la cadena de suministro desde las minas en la República Democrática del Congo hasta la producción final de baterías de iones de litio.
Sus empresas controlan más de 85% de la capacidad de refinación química de cobalto del mundo, esencial para la mayoría de las baterías de iones de litio. También extrae casi todos los minerales de tierras raras del mundo, que se utilizan en motores eléctricos y turbinas eólicas.
Hacer un vehículo eléctrico sin que participe China es casi imposible. A medida que el mundo pasa del carbono al electrón, China participó activamente en el desarrollo de la red eléctrica que será la columna vertebral del sistema de energía limpia.
Uno de los proyectos favoritos es la Interconexión Energética Global, una red de líneas de transmisión de alto voltaje que abarcaría todo el mundo. Si bien aún tardará décadas en construirse, indica cómo los políticos chinos responsables están pensando en el nuevo orden global.
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La carrera por lo verde
El dominio de China en la energía limpia se enfrenta a una reacción negativa, que podría crecer a medida que se acelera la transición energética. EU y la Unión Europea impusieron en repetidas ocasiones aranceles a los paneles fotovoltaicos chinos, mientras que las nuevas reglas en Europa podrían reducir las importaciones de baterías chinas.
Steven Chu, exsecretario de energía de EU, dice que es “absolutamente” una preocupación para EU depender de las cadenas de suministro chinas para su transición energética. “Por estrategia, no quieres estar sujeto a un solo país proveedor”, dice.
Sin embargo, cree que Estados Unidos todavía tiene una ventaja. “Creo que (la mayor parte de la innovación) todavía se encuentra en los EU. Pero es una cuestión de cómo se logra que ese invento se convierta en fabricación a gran escala. Y ahí es donde China sobresale”, dice.
Es probable que esto sea un reto para Biden, quien hizo del cambio climático una prioridad máxima. Quiere que EU adopte un objetivo de emisiones netas cero, pero también se comprometió a reactivar la fabricación estadounidense.
Jonas Nahm, profesor de la Universidad Johns Hopkins, dice que los nuevos objetivos climáticos de EU podrían beneficiar a las empresas chinas, al menos en el corto plazo. Otros líderes globales enfrentan un di- lema similar: a medida que inviertan más en la transición energética, parte de ese dinero se va a filtrar a China.
“Esto genera mucha ansiedad”, dice Van de Graaf, “porque otros países, como Japón, EU y la Unión Europea, harán una transición que es muy costosa y el beneficio económico lo va a cosechar China”. Muchos de esos países están dando sus propios pasos.
En la ciudad de Blyth, en la costa de Inglaterra, el puerto está lleno de actividad de parques eólicos. La antigua ciudad minera se está reinventando como centro para la industria eólica. Blyth también es el punto de llegada del cable submarino de alto voltaje entre el Reino Unido y Noruega. Nigel Williams, director de proyectos del North Sea Link for National Grid, lo ve como el “lugar perfecto para aterrizar”.
El interconector puede proporcionar aproximadamente la misma cantidad de energía que las dos centrales eléctricas de carbón de Blyth, que ahora están cerradas. Los planes de la Unión Europea darán un impulso a varias tecnologías de energía limpia, como la industria del hidrógeno, que recibirá 30,000 millones de euros.
La resistencia a la transición
Las palancas de control en el sistema de energía limpia seguirán existiendo, pero nunca serán tan poderosas como en el mundo de los combustibles fósiles, dice el exlíder islandés Grimsson. Aunque China va a la delantera, eso no debe considerarse como una amenaza: “China puede ayudar a los países hacia lo renovable”.
Durante los próximos años, a medida que la transición energética se acelere, es probable que la mayor resistencia provenga de los países que producen combustibles fósiles. Incluso en el escenario más optimista, pasarán décadas antes de que se eliminen el gas y el petróleo del sistema energético mundial.
Muchos productores seguirán extrayendo hidrocarburos del suelo el mayor tiempo posible. Cualquiera que sea la resistencia, la transición verde ya cobró impulso, que lo que antes parecía imposible ahora parece inevitable.
Así como el advenimiento del carbón y el petróleo hizo una nueva versión del mundo, la energía limpia está lista para hacer lo mismo. La transición energética no solo reducirá las emisiones: va a redistribuir el poder.