Es difícil no sentir lástima por Rachel Reeves. Intenta ser responsable y estar a favor del crecimiento, pero preside una economía estancada, con un alto nivel de endeudamiento y una serie de normas fiscales que ella misma estableció hace apenas unos meses, pero que ahora parece probable que va a romper. Sus aumentos de impuestos en el momento del Presupuesto fueron (y siguen siendo) impopulares; sin embargo, ahora parecen insuficientes.
Se ve limitada por las promesas, en particular la de no subir los impuestos sobre la renta ni el valor agregado, que se hicieron antes de las últimas elecciones generales. Los mercados financieros ahora exigen recortes del gasto en respuesta al aumento de los diferenciales sobre los bonos estadunidenses y alemanes, mientras que la necesidad de aumentar el gasto en defensa se ha vuelto abrumadora. ¿Qué debe hacer la jefa de Hacienda? ¿Qué debe permitirle hacer el primer ministro?
La situación fiscal la describe Ruth Curtice, la nueva directora de la Resolution Foundation, en un blog publicado el viernes pasado. Curiosamente fue jefa del Departamento Fiscal del Tesoro; sin embargo, ahora dirige un grupo de expertos que se enfoca en el estancamiento del nivel de vida. Esto parece situarla en ambos bandos del debate actual sobre austeridad versus generosidad.
Curtice argumenta que la Oficina de Responsabilidad Presupuestaria quizá ya le comunicó a la ministra, antes de su Declaración de Primavera del 26 de marzo, que “no alcanzará su objetivo de cubrir el gasto diario con impuestos dentro de cinco años (lo que se conoce como equilibrar el presupuesto actual)”.
También plantea dos puntos interesantes sobre la historia fiscal de Reino Unido desde 2010. Uno es que ya pasaron nueve años desde que el último cambio en la política fiscal discrecional fue hacia un endurecimiento. El otro es que la Oficina de Responsabilidad Presupuestaria casi siempre ha pronosticado un superávit presupuestario actual dentro de cinco años. Esto, a su vez, permitió ese largo historial de flexibilización. Pero el margen, sugiere Curtice, ha ido disminuyendo y pudo desaparecer por completo.
Una conclusión de esto es que la política fiscal se ejecutó mal en los últimos 15 años. Hubo un endurecimiento durante la recesión posterior a la crisis financiera y una relajación durante la recuperación posterior (con la expansión durante la pandemia como un caso especial). Esto es lo contrario de lo que debió suceder. Pero, para ser justos con los predecesores de Reeves, la “recuperación” también fue lamentable, como lo demuestra el trabajo de la Resolution Foundation sobre el nivel de vida.
Una respuesta es que la ministra manipulara sus reglas, como otros ya lo hicieron antes, prometiendo recortes inverosímiles en el gasto futuro, pero que demuestren que está cumpliendo sus objetivos. De ser así, estaría demostrando que los objetivos de déficit para dentro de cinco años son ridículos. Al mismo tiempo, flexibilizar sus reglas unos meses después de establecerlas también sería ridículo. Si Reeves se viera obligada a hacer eso, debería abandonarlas y adoptar otras nuevas.
El enfoque alternativo, sería que el primer ministro y Reeves dijeran, con razón, que este es un mundo nuevo. El país ahora debe contribuir a la defensa de su continente, así como hacer todo lo posible para apoyar el crecimiento económico y mantener la cohesión social interna, en tiempos ya difíciles y desoladores. En este contexto, las promesas pasadas no pueden ser vinculantes. Será necesario endeudarse más en el corto plazo para defensa, así como aumentar los impuestos generales sobre la renta, las ventas y la propiedad, y recortar el gasto ineficiente más de lo que se indicó anteriormente. El gobierno también debe impulsar la desregulación y la inversión que fomenten el crecimiento con más entusiasmo que antes y estar abierto a una integración mucho más profunda en las iniciativas europeas en defensa y nuevas tecnologías de lo que antes se imaginaba.
Las reformas no son difíciles de imaginar. No es necesario que el Banco de Inglaterra pague intereses sobre la totalidad de las reservas bancarias, por ejemplo, como ha argumentado mi colega Chris Giles. Reino Unido debería seguir el ejemplo de otros bancos centrales en la estratificación de dichas reservas. Esto no sería un impuesto a los bancos, sino a la intermediación a través de los bancos. De todos modos, necesitamos abandonar un sistema de intermediación financiera basado en la banca. Insistimos en que no deberíamos gastar enormes sumas para mantener a los jóvenes inactivos. También debemos abandonar el triple bloqueo de las pensiones. Además, muchos han disfrutado de enormes ganancias gracias a la propiedad inmobiliaria. Parte de esta riqueza de propiedades ahora debe pagar impuestos.
Sin embargo, estos son detalles, el punto fundamental es que el gobierno debe ver los tiempos difíciles que se avecinan como una oportunidad, además de una crisis. El país necesita liderazgo. Un gobierno audaz afirmaría que se deben reevaluar las restricciones en impuestos, gasto y regulación. Debe crear nuevas restricciones relevantes. Esto no solo es importante para Reino Unido, también para Europa. Los tiempos han cambiado. Nosotros también debemos hacerlo.