Qué nos dice la vestimenta de la ciudad sobre cultura y política

Opinión. Hay un cambio radical en el mundo de la moda en Washington, que siempre ha sido una urbe formal, mientras que en Londres el estilo tiene que ver más con una especie de creatividad desordenada

El senador John Fetterman suele usar pantalones cortos. AFP
Rana Foroohar
Nueva York /

Recuerdo que cuando me mudé de Nueva York a Londres a finales de la década de 1990, me quedé sorprendida con lo desaliñado que se veía todo el mundo en comparación con mis compañeros de la Gran Manzana. En Nueva York se vestía a la última moda para hacerlos ver poderosos: elegantes trajes de Armani o Calvin Klein y una especie de lujo cuidado y discreto que personificaba la difunta Carolyn Bessette-Kennedy, que fue publicista de Calvin Klein antes de casarse con John F. Kennedy Jr.

Nadie en Manhattan salía sin un secado superliso y un manicure y pedicure frescos y de color neutro. Claro, se veía como algo profesional, pero también era un poco aburrido. La ropa en Nueva York, entonces y ahora, suele ser para encajar más que para destacar. Es la armadura que te protege en un mundo de profesionales de altos vuelos. Las cosas se relajaron desde la pandemia, pero ahora, en lugar de que todo el mundo lleve el mismo vestido de tubo, ahora todos llevan el mismo suéter de cachemira de gran tamaño, pantalones de seda de alto rendimiento y tenis de cuero (en colores neutros, por supuesto).

Londres, por otra parte, tenía que ver con una especie de creatividad desordenada. Cuando llegué en 1998, Alexander McQueen estaba en ascenso, fabricaba bufandas con calaveras y zapatos de armadillo, e Isabella Blow (la de los sombreros increíbles) era la persona cuya foto siempre veías en las páginas de moda. Las mujeres de High Street llevaban el pelo despeinado y el esmalte de uñas astillado, pero también combinaciones interesantes y alocadas de patrones, proporciones y géneros de estilo, todo en un solo atuendo. Destacar, más que encajar, parecía importante. Y ser demasiado en serio no estaba bien.

Estoy pensando en códigos de vestimenta estos días, porque Washington atraviesa por un cambio radical en este aspecto. DC siempre ha sido una ciudad formal, el tipo de lugar que puede hacer que la moda de Nueva York parezca vanguardista. Los tradicionales trajes y corbatas de colores oscuros para los hombres, y las “medias de colores tostados” y los vestidos en tonos joya para las mujeres hasta hace poco eran una vestimenta básica. En esta ciudad, la gente no quiere sorprender, quiere codearse. Solía sentirme un poco a la vanguardia simplemente usando medias negras opacas en Beltway en lugar de pantimedias normales.

Todavía hay mucha de esa vibra de vestimenta conservadora, pero a medida que la política cambia, también lo hace el estilo de Washington. Tomemos como ejemplo al senador de Pensilvania John Fetterman, un demócrata al que le gusta lucir sudaderas y pantalones cortos por el Capitolio. Se trata de un tipo que tiene un título de Harvard, eso sí, pero que alguna vez fue alcalde de una ciudad siderúrgica, y la vibra que claramente quiere proyectar es: “Soy un obrero, no parte de la élite de Beltway”.

De hecho, el líder de la mayoría en el Senado de Estados Unidos, Chuck Schumer, respalda un código de vestimenta más informal en Washington. En lugar de prohibir la entrada a la cámara del Congreso a cualquiera que no lleve traje, “los senadores pueden elegir lo que usarán en el pleno. Seguiré usando traje”. Muchos políticos más jóvenes también lo harán, pero es probable que utilicen versiones más modernas de lo mismo, como informó hace poco The New York Times: los jóvenes progresistas en particular están adoptando estilos más diversos como una forma de comunicar inclusión y creatividad política.

Recuerdo que pensé que algo muy importante había cambiado en Washington cuando fui a hacer una entrevista a la Casa Blanca con Heather Boushey, miembro del Consejo de Asesores Económicos del presidente estadunidense, hace unos dos años y descubrí que llevaba un par de botas de combate geniales. Tal vez eso sea lo que se necesita para librar una batalla política en estos días en la capital de Estados Unidos. Tal vez sea representativo de una administración que lleva a cabo algunos cambios importantes en favor de los trabajadores en la economía. O tal vez solo estoy sobrevalorando todo esto.

Alec, mi pregunta para ti, como editor de asuntos exteriores de Financial Times, es la siguiente: ¿qué nos dice el código de vestimenta de Londres y, en particular, la moda política que se maneja en Londres, sobre Reino Unido? ¿Por otro lado, crees, como yo, que las ciudades nos cuentan algo sobre sí mismas a través de la moda?

Lecturas recomendadas

-Últimamente estoy leyendo muchas revistas, y entre mis artículos favoritos se encuentra el de la reciente historia de portada de Atlantic, “Jenisha From Kentucky”, uno de los reportajes más sinceros e impactantes que he leído en mucho tiempo. Jenisha Watts, editora senior de Atlantic, relata su infancia creciendo en un fumadero. Te entristecerá, pero también te sorprenderá de manera importante.

-Otra calificación sobresaliente para redacción de artículos en Atlantic es para Ross Andersen gracias a su artículo sobre la inteligencia artificial (IA): “¿Sam Altman sabe lo que está creando?”. La respuesta es: no. Todos deberíamos estar preocupados.

-El encantador perfil de Isaac Chotiner que publica New Yorker sobre mi escritor de opinión conservador favorito, Ross Douthat, dice tanto sobre nuestro momento cultural como sobre el tema.

-Tim Wu, ex asesor en materia de competencia de la Casa Blanca, tiene toda la razón al afirmar que el juicio antimonopolio contra Google realmente se trata del futuro de la inteligencia artificial.

-Me intrigó un artículo sobre Gstaad Guy publicado en el suplemento de Financial Times Weekend FT. Se creó un seudónimo burlándose de la cultura eurotrash (los europeos ricos y de la socialité que viven en el extranjero, particularmente en Estados Unidos) en internet. Una historia divertida, pero lo que es más interesante es ver la evolución de la ficción en la era digital.

Alec Russell responde

Rana, me encanta tu idea de que, como editor de asuntos exteriores de Financial Times, debería considerar la moda como parte de mi actividad. En realidad, solo una vez en varias décadas escribir sobre el mundo la moda desempeñó un papel en mis análisis geopolíticos, y fue un caso bastante especial cuando cubrí la figura de Nelson Mandela en la década de 1990.

Como primer presidente sudafricano elegido de manera democrática, utilizó la moda con brillantez para ayudar a sus fines políticos. Se hizo famoso por sus brillantes camisas hasta el muslo de colores vivos. Señalaban el cambio que se había producido en el país desde los días del apartheid. Mandela siempre tuvo fama de vestir de forma elegante, incluso como activista en la década de 1950. Pero también comprendió que el truco está en saber cuándo hay que ir elegante y cuándo no. Llevó un traje oscuro impecablemente confeccionado cuando se reunió con la Reina Isabel II durante una visita de Estado a Gran Bretaña en 1996.

Entonces, ¿qué hay de la moda política de Londres? Por desgracia, es mucho más aburrida que la de la Sudáfrica de Mandela y no muy distinta de la de Washington. En todo caso, Rana, creo que eres un poco generosa con el estilo tradicional de Washington. Cuando yo vivía allí a principios de la década de los 2000, el atuendo habitual de los políticos era un blazer sin forma, pantalones chinos y zapatos cafés o grises.

El primer ministro de Reino Unido, Rishi Sunak, prefiere los trajes oscuros de corte entallado, al igual que su colega financiero convertido en líder mundial, el presidente francés Emmanuel Macron. Supongo que se trata de reflejar un enfoque empresarial nítido. Desde luego, contrasta bastante con el estilo caótico de su predecesor, Boris Johnson, cuyo cultivado aspecto desaliñado tuvo bastante éxito entre los votantes en su ascenso.

Sin embargo, en este momento Reino Unido parece desesperado por ver el menor atisbo de competencia por parte de sus líderes. Mi corazonada es que, sin duda, está dispuesta a prescindir de trajes elegantes o llamativos en el número 10 de Downing Street si eso forma parte del precio por tener un gobierno organizado. Si las encuestas no se equivocan, dentro de un año o un poco más, Keir Starmer, el líder del partido laborista británico, estará en el número 10. Él también es un hombre de trajes sobrios. Si llega al poder, por supuesto que nos sorprenderá; los nuevos líderes siempre lo hacen, pero no creo que nos sorprenda por lo que vista. Corren tiempos de vacas flacas en Gran Bretaña y el código de vestimenta imperante reflejará eso.

Sus comentarios

Y ahora unas palabras de nuestros lectores... En respuesta a:

“Ampliar el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) solo representará el riesgo de una mayor parálisis, como vimos durante la Guerra Fría y, más recientemente, por la beligerancia del Reino Ermitaño. Además, incorporar más miembros al consejo lo convertirá en otro ‘grupo de X’ países, reflejando al G20 en tamaño y alcance. Para orientarse, solo tenemos que fijarnos en la Asociación de Naciones de Asia Sudoriental (Asean), que exige unanimidad para sus comunicados y sus detractores la tachan de ‘tertulia’ sin nada que demostrar. Llamar a la Asean ‘tertulia’ puede ser un poco duro, pero al menos reúne a los jefes de Estado para dialogar. Sospecho que a la ONU le espera un destino similar…” - Nicholas Chia.

Financial Times Limited. Declaimer 2021


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