Cuando los precios de las criptomonedas se dispararon el año pasado se crearon hordas de nuevos millonarios digitales. Ahora vemos algunas consecuencias en el mundo real.
Esta semana, el gestor de activos Fidelity reveló que sus clientes donaron 10 mil millones de dólares a su división de beneficencia en 2021, incluidos 331 mdd de donaciones de criptoactivos, en su mayoría bitcóin. Esto fue un incremento de 12 veces sobre 2020.
Algunas de estas donaciones tal vez reflejaron una mera generosidad (o culpa), pero las estrategias preventivas de “optimización fiscal” quizá también lo provocaron, ya que los inversionistas están esperando “la claridad de los servicios de hacienda sobre cómo será la aplicación de impuestos a lo cripto en el futuro”, me dice Jacob Pruitt, jefe de Fidelity Charitable.
En cualquier caso, el patrón muestra que el mundo de las criptomonedas, alguna vez anárquico y antisistema, se mezcla cada vez más con la sobria esfera de la planeación fiscal y las entidades financieras convencionales. ¿Es esto algo bueno? Muchos inversionistas de Fidelity (y las organizaciones benéficas a las que se dirigen) dirán que “sí”, pero para los reguladores, la cuestión ha provocado una angustia cada vez mayor antes de la reunión de los líderes del G20 de esta semana.
Para entender por qué, echemos un vistazo a un importante informe que el Consejo de Estabilidad Financiera (FSB, por su sigla en inglés), un comité mundial de reguladores y banqueros centrales, publicó antes del G20.
El informe señala que el mundo de lo cripto no ha planteado hasta el momento ningún riesgo financiero sistémico. Mientras que su capitalización de mercado ha aumentado mucho más de tres veces en tamaño en 2021, hasta alcanzar 2.6 billones de dólares. “Sigue siendo una pequeña parte de los activos del sistema financiero mundial”. Y los “episodios de volatilidad de precios” se han “contenido hasta ahora dentro de los mercados de los criptoactivos y no se han extendido a los mercados e infraestructuras financieras”. ¡Uf!
Pero el informe del FSB muestra que los reguladores temen que este panorama benigno esté empezando a cambiar. “Los mercados de los criptoactivos”, advierte, “evolucionan rápido y pueden llegar a representar una amenaza para la estabilidad financiera mundial”. Lo que preocupa al FSB puede resumirse en cuatro palabras: legalidad, apalancamiento, liquidez y fugas.
La primera de ellas es fácil de describir: la naturaleza seudónima y sin fronteras de las criptomonedas las ha convertido en un caldo de cultivo para el lavado de dinero y otras prácticas perversas. Esta semana, por ejemplo, un grupo de investigación de criptomonedas llamado Chainalysis sugirió que los delincuentes tuvieron 11 mil millones de dólares en criptomonedas de fuentes ilícitas conocidas en 2021, un aumento de cuatro veces con respecto a 2020.
Sin embargo, las fugas son un problema más sutil. Hasta hace poco, la mayoría de los reguladores del FSB y los bancos centrales parecían considerar a los criptoactivos como fichas de póquer en un casino digital, es decir, tókenes que periódicamente provocaban dramas tormentosos en la mesa de apuestas, pero que no tenían mucho impacto en el mundo “real” más allá de las paredes del casino, ya que no podían utilizarse en el exterior a menos que se convirtieran.
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Pero el FSB cree ahora que los riesgos de contagio o fuga están están en aumento. Una de las razones es que la emisión de las denominadas stablecoins —tókenes de criptomonedas respaldados por activos reales, como el dólar— aumentó de 5 mil 700 millones de dólares a finales de 2019 a 155 mil 600 millones en enero.
Otra razón es que los inversionistas e instituciones de la corriente principal están incorporando ahora lo cripto en estrategias de cartera más amplias. Esto significa que cualquier caída de los precios del cripto en el futuro puede rebotar en otras clases de activos si los inversionistas tienen que liquidar carteras.
Las otras dos palabras del resumen, el apalancamiento y los desajustes de liquidez, pueden exacerbar aún más esos sobresaltos. Los segundos plantean un problema porque las ciberentidades que emiten stablecoins tal vez no tengan suficientes activos líquidos para cambiar las reclamaciones de los inversionistas, señala el FSB. Esto crea el riesgo de fugas, del tipo que hemos visto a menudo en el mundo bancario (y que presenciamos con los vehículos de crédito durante la crisis financiera de 2008).
La cuestión del apalancamiento es motivo de preocupación debido a la evidencia anecdótica de que la deuda se está utilizando cada vez más para turboalimentar las apuestas en las criptomonedas. Por citar solo un ejemplo: FTX Trading, una compañía cripto, cotizó recientemente productos de bitcóin en la bolsa austriaca con un apalancamiento de 20 veces. Y aunque la evidencia también sugiere que éste cayó, en línea con la caída del bitcóin, esa palabra, apalancamiento, suele provocar una reacción pavloviana de los reguladores, dado el papel oculto jugó en la crisis de 2008.
Por supuesto, los entusiastas de las criptomonedas pueden argumentar que preocuparse parece un poco irónico, al tener en cuenta todos los demás problemas de apalancamiento a los que en ocasiones el FSB le ha restado importancia. Es cierto: muchas clases de activos financieros convencionales están plagadas de apalancamiento y posibles desajustes de liquidez, debido a años de política monetaria flexible. Un desplome de los precios de los bonos del Tesoro será más desestabilizador que uno del bitcóin.
Sin embargo, el punto clave que los inversionistas deben entender es el siguiente: el escrutinio regulatorio está en aumento, rápido. De hecho, es probable que el G20 haga suyas las peticiones del FSB de nuevos requisitos de información de datos y otros controles prudenciales.
Y aunque puede tomar tiempo implementar estas reformas propuestas (y una implementación global inevitablemente será desigual), los aspirantes a ser criptomillonarios deben prepararse para un nuevo mundo. En 2022, en otras palabras, vamos a escuchar mucho más de la planeación fiscal de lo cripto; no toda la “caridad” es puramente caritativa.