Los bancos son el talón de Aquiles de la economía de mercado. La combinación de activos de riesgo a largo plazo con pasivos líquidos reembolsables a la par es una invitación permanente a la falta de liquidez y la insolvencia. El contagio es también un peligro constante. Los acontecimientos de las últimas semanas hicieron que recordáramos estas realidades.
¿Qué lecciones debemos aprender, también en Reino Unido? En primer lugar, un centro financiero como Reino Unido es vulnerable a fallas regulatorias de otros países.
Segundo, la historia de Credit Suisse muestra que los responsables de las políticas pueden tener dificultades para imponer una resolución ordenada a instituciones sensibles, incluso cuando existe un plan para eso. Las autoridades británicas deben plantearse si pueden actuar mejor en un caso similar y cómo hacerlo. En ese caso, la delimitación de la banca minorista nacional no evitó el problema.
Tercero, si la resolución es tan difícil, es aún más importante que los bancos tengan tanto capital y deuda con pérdidas creíbles y una liquidez tan fuerte que todos los depositantes se sientan seguros. De lo contrario, es probable que se produzcan pánicos bancarios y rescates financieros.
Cuarto, hay que evitar grandes huecos en la red regulatoria. Las pérdidas en el valor de mercado de las carteras provocadas por el aumento de las tasas de interés son un ejemplo.
Quinto, los rescates financieros siempre son sistémicamente significativos. Si los depositantes creen que van a estar protegidos, esto alentará a los bancos a comportarse de forma más irresponsable. Así que, cualquier banco cuyas pérdidas puedan ser rescatadas debe ser regulado como sistémico.
Sexto, la historia de SVB muestra la importancia de una administración responsable. No solo se trata de empresas con fines de lucro, también de servicios públicos que los contribuyentes sostienen de diversas formas. En este caso, la alta dirección sacó decenas de millones de dólares del banco mientras éste se hundía. Los contribuyentes rescataron a los depositantes. Esto se tiene que evitar. Como señala Charles Goodhart, de la London School of Economics, los directivos que fracasan en su administración deben compartir las pérdidas. Deben asumir una responsabilidad financiera personal.
Siete, hay que reflexionar con detenimiento sobre la posibilidad de abrir agujeros en el régimen regulatorio en caso de emergencia, una preocupación menor para EU, donde las actividades nacionales son tan grandes. La delimitación también se diseñó para dar a los reguladores y al gobierno más opciones en caso de resolución.
Por último, la mejor protección contra las grandes crisis bancarias ocasionales son las pequeñas y frecuentes. El miedo funciona. Hemos visto, por ejemplo, algunas desregulaciones imprudentes. La de los bancos más pequeños en EU en 2019, que contribuyó a la reciente crisis, es un notable ejemplo. La presión a favor de la desregulación también ha ido en aumento en Reino Unido. Una conmoción como esta debe hacer que una desregulación sin sentido sea menos atractiva para los políticos y que la toma de riesgos sin pensar lo sea también para los banqueros.
El régimen regulatorio y la supervisión bancaria en Reino Unido han sido eficaces. Los banqueros británicos también han sido sensatos. Así que, aprendimos de la última crisis. Eso es bueno. El mejor resultado de la crisis actual es que debe reforzar esas lecciones.