La administración Biden quiere provocar un auge de la energía eólica marina en Estados Unidos al hacer crecer el sector de menos de 1 gigavatio (GW) en la actualidad a 30 GW a finales de la década, lo suficiente para abastecer a 10 millones de hogares.
Pero los ejecutivos están cada vez más preocupados por la infinidad de retos a los que se enfrenta el sector y que hacen que ese objetivo quede fuera de su alcance, pues aseguran que los permisos son demasiado lentos, los arrendamientos son muy caros, el equipo escasea y la inflación se dispara.
Esta mezcla de inquietud y entusiasmo se puso de manifiesto en la conferencia ACP Offshore Windpower que se celebró la semana pasada en Providence, Rhode Island, donde se reunieron 2 mil delegados para debatir el futuro del sector.
“Creo que se puede dibujar un panorama, si siguen produciéndose retrasos significativos y los proyectos que ya están en marcha se retrasan, será más difícil cumplir el objetivo de 30 para el 30”, dijo Molly Morris, nueva jefa de la división de energía eólica marina del grupo noruego de energía Equinor.
El sector de la energía eólica marina está bien establecido en Europa. El gobierno federal de EU y los estados costeros abrazaron recientemente esta tecnología y el presidente Joe Biden la convirtió en uno de los pilares de su campaña para descarbonizar la red eléctrica del país y ponerla en el camino de las emisiones netas cero.
Las aspas de las turbinas marinas empezarán a girar el próximo año en el proyecto Vineyard Wind, de 800 megavatios, frente a la costa de Massachusetts, el primer proyecto marítimo a escala comercial de Estados Unidos. A éste le seguirán decenas más, ya que los inversionistas se apresuran a participar en él.
La obtención de permisos fue una de las principales preocupaciones de muchos de los desarrolladores reunidos en el evento de Providence, que afirmaron que las revisiones ambientales deben ser más rápidas y llevarse a cabo con más consistencia y transparencia.
“Nuestra preocupación es que esto puede terminar siendo un cuello de botella muy complicado”, dijo Morris. “Si no conseguimos que estos proyectos que están en primera línea… sean autorizados, entonces es muy difícil hacer despegar realmente esta industria”, agregó.
Los ejecutivos también señalaron los problemas del proceso de arrendamiento. Una subasta para una sección de aguas federales frente a Nueva York y Nueva Jersey en febrero generó ofertas elevadas por un total de 4 mil 400 millones de dólares, más que cualquier venta de gas y petróleo en alta mar; sin embargo, algunos desarrolladores afirmaron que el alto precio de la subasta mermó el capital y dificultó la obtención de utilidades.
Compañías como Equinor y la danesa Orsted se retiraron del proceso de licitación cuando los precios aumentaron. David Hardy, director de la división norteamericana de Orsted, declaró entonces a Financial Times que la subasta era una “oportunidad perdida”.
“No creo que sea saludable tener estos precios de arrendamiento tan altos”, dijo Mark Mitchell, vicepresidente senior de construcción de proyectos de Dominion, una compañía estadunidense de servicios públicos que construye un parque eólico en la costa de Virginia. “En este memento ese dinero solo entra y no beneficia necesariamente a los clientes que en última instancia toman esa electricidad”, advirtió.
Dominion también está inmersa en un conflicto regulatorio por la insistencia de Virginia en un estándar de desempeño que los obligaría a cubrir los costos de la electricidad de reemplazo si el parque eólico no cumple los objetivos. La compañía amenazó con suspender el proyecto, por lo que califica de costos “insostenibles” asociados a esta disposición.
La administración Biden afirma que trabaja con las empresas para resolver sus problemas, ya que pretende desarrollar el sector “desde la base”. Amanda Lefton, directora de la Oficina de Administración de Energía Oceánica de EU, dijo: “Hemos avanzado considerablemente nuestros procesos y seguimos haciéndolo”.
“Con toda seguridad vamos a alcanzar los objetivos de esta administración de 30 gigavatios de energía eólica marina para 2030. También estamos preparados para ir mucho más allá”, dijo Lefton a Financial Times.
La disponibilidad de equipos es otro reto para el sector, un problema que se ve exacerbado por la insistencia de algunos estados en el uso de piezas y mano de obra locales como condición para conseguir contratos de venta de electricidad.
“Solo hay un número limitado de recursos disponibles que puedan soportar el tamaño de las turbinas que vamos a instalar aquí en EU”, señaló Amy McGinty, responsable de construcción en alta mar del fabricante de turbinas Vestas. “Ya sean buques, grúas, capacidad de transporte o de fábrica, tenemos que asumir compromisos ahora… para proyectos que vamos a construir en (los años) 25, 26, 27 y más allá”.
La legislación de EU prohíbe el uso de buques con bandera extranjera para el transporte de piezas entre puertos nacionales. Esta restricción podrá reforzarse con una ley que se está estudiando en el Congreso y que exigirá que los buques de instalación, que operan fuera de los puertos, también estén tripulados por marinos estadunidenses. Los desarrolladores afirman que esto puede frenar al sector.
“Creo que hay que sopesar todos los factores para asegurarse de que hay tiempos de transición para estar seguros de que no se encalle inmediatamente el mercado”, dijo Mitchell, y añadió: “Porque estos grandes buques y recursos no se intercambian de un día para otro. Se necesita tener tiempo para hacerlo”.
Para los fabricantes de equipos, las presiones inflacionarias mundiales se suman a las ansiedades. “Estamos en un sector que está despegando como un cohete”, indicó Steven Dayney, director de la operación de energía eólica marina del fabricante de turbinas Siemens Gamesa. “Sin embargo, muchos de nosotros, en toda la cadena de valor, batallamos para hacerlo con utilidades que nos permitan seguir invirtiendo… en tecnología”.
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