Las secuelas del virus obligan areestructurar deuda soberana

El FMI tiene que demostrar que todavía es la parada natural obligada para países como Sri Lanka y Zambia y que exigirá reformas para encarrilar sus finanzas

Un vendedor en África protege su mercancía de las fuertes lluvias. D. Liyanawatte/Reuters
Consejo Editorial
Londres /

El covid-19 perjudicó las finanzas públicas en todas partes. Sin embargo, muchas economías emergentes estaban muy endeudadas. Obligadas a gastar en la lucha contra la pandemia, mientras los ingresos fiscales se desplomaban, rápido acumularon deudas insostenibles. Ahora está a punto de pasar la factura, con incipientes crisis de deuda soberana en Sri Lanka, Zambia y otras economías. El manejo de estos inminentes incumplimientos de pagos pondrá a prueba al Fondo Monetario Internacional (FMI), a nuevos acreedores como China y a toda la desvencijada arquitectura de la reestructuración de la deuda soberana.

Sri Lanka es un ejemplo del desafío. Tras recortar los impuestos en 2019 y sufrir la evaporación de los ingresos por turismo, su deuda pública asciende ahora al 110 por ciento del producto interior bruto (PIB), con 7 mil millones de dólares de deuda y pagos de intereses que vencen este año. Tiene un gran déficit presupuestario y los mercados financieros no le prestarán más. Se trata de una crisis de solvencia, no solo de liquidez, y no hay manera de salir del paso. Un programa de ajuste del FMI, acompañado de una reestructura de la deuda, es el camino más sensato. Cuanto antes acepte el gobierno de Sri Lanka lo inevitable, menos doloroso será.

El FMI existe para manejar este tipo de situaciones. Después de una década empañada por sus problemáticos programas para Grecia y Argentina, el guardián del sistema financiero internacional tiene que demostrar que aún es la parada natural obligada para países como Sri Lanka y Zambia, que exigirá las reformas necesarias para volver a encarrilar sus economías y que no prestará sin una reestructura suficiente para hacer sostenible cualquier deuda restante.

Zambia ya aceptó un programa con el FMI, y su recompensa fue una recuperación de su moneda y un descenso de la inflación. Sin embargo, para utilizar los préstamos debe progresar en la reestructura de su deuda externa de 15 mil mdd. Eso dependerá, al menos en parte, de China, que en las dos últimas décadas se convirtió en un gran acreedor de las economías emergentes, a través de una multiplicidad de bancos estatales. Pekín rechaza cualquier sugerencia de que sus préstamos creen una “trampa de deuda” para las economías emergentes. Su disposición a aceptar un recorte en Zambia y en Sri Lanka, donde China también es un acreedor importante, pondrá a prueba si esto es cierto.

En general, el reto de cualquier reestructura de deuda soberana es coordinar a todos los acreedores. A diferencia del pasado, cuando la mayoría eran países agrupados en el Club de París o unos cuantos grandes bancos internacionales que formaban el Club de Londres ahora hay una plétora de acreedores privados y oficiales. Como señala el Banco Mundial en su Informe sobre el Desarrollo Mundial, el país que busca una reestructura tiene ahora más de 20 acreedores distintos, sin incluir a los tenedores de bonos. Entre ellos se encuentran prestamistas no tradicionales, como las casas comerciales que pagaron por adelantado durante años las entregas de materias primas.

Lo que se necesita es un equivalente moderno del Club de París y del Club de Londres: un marco en el que todos los acreedores puedan reunirse y compartir el sufrimiento. Esto ya existe de forma tentativa. Existe un marco del G20 sobre la reestructuración de la deuda que es paralelo al Club de París para los acreedores oficiales, mientras que las denominadas Cláusulas de Acción Colectiva permiten, en teoría, que los tenedores de bonos privados se coordinen.

Estas instituciones emergentes aún no son suficientes para su pesada tarea. Una de las principales prioridades, entonces, debe ser la resolución de cualquier diferencia restante entre China y el Club de París a través del G20. Los excesos de deuda soberana pueden ser una carga para el crecimiento durante años e incluso décadas. La única manera de acabar con ellos es que todos los acreedores acepten un trato comparable. Mientras las secuelas del covid empujan a los países al incumplimiento de pagos, deben encontrar la forma de hacer justo eso. 


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