Uber también enfrenta el juicio de la opinión pública

FINANCIAL TIMES

Desconfianza. Según la autoridad londinense, la plataforma permitió más de 14 mil viajes con conductores no autorizados.

La capital británica negó la licencia a la empresa. Henry Nicholls/reuters
Matthew Vincent
Londres /

Las opiniones de los taxistas de Londres —según el lugar común y la revista Private Eye— son demasiado predecibles. Pero también lo son las de los demás cuando se trata de quién puede conducir un taxi en la City. La noticia de que a Uber, servicio de solicitud de transporte basado en una app, se le despojó de su licencia de Londres recibió las respuestas conocidas.

Transport for London (TfL), el regulador de transporte de Londres, reiteró las dudas que tiene desde hace mucho tiempo de que el grupo estadunidense se tomaría en serio las reglas de seguridad, después de que 14 mil recorridos los realizaron conductores no autorizados. Dijo que todavía “no tiene confianza en que problemas similares no van a volver a ocurrir”.

Los sindicatos compartieron sus preocupaciones sobre cuestiones de seguridad, pero dejaron escapar otras sobre competencia. “Se trata de la seguridad pública”, insistió la Asociación de Conductores de Taxis con Licencia, antes de admitir que también se trataba de que los conductores de Uber “hacen lo que quieren e inundan Londres con vehículos”. Otros sindicatos lograron simultáneamente deleitarse y denunciar el desempleo de los conductores de Uber. “Tal vez es momento para que busquen trabajo en otro lado”, dijo con una sonrisita el GMB. Pero el IWGB exigió un “plan de mitigación… para proteger a los conductores”.

El alcalde de centroizquierda de Londres, Sadiq Khan, estuvo de acuerdo con el regulador y se solidarizó con los pasajeros: “Esta decisión tal vez sea impopular entre los usuarios de Uber, pero las regulaciones están ahí para mantener a los londinenses seguros”. Los grupos de expertos de la derecha criticaron al regulador y se solidarizaron con los pasajeros. “La prohibición efectiva de TfL a Uber en Londres representa un día oscuro para la competencia”, dijo el Instituto de Asuntos Económicos. “A la app la van a echar mucho de menos los grupos más vulnerables, que pueden sentirse más expuestos al esperar en una banqueta oscura para un traslado a media noche”.

Pero lo que se mantuvo en la oscuridad de una manera más alarmante es el verdadero problema aquí, y algo en lo que la opinión debería estar unida: los sistemas defectuosos de Uber significaron que tanto la compañía como sus clientes no tenían idea acerca de quiénes eran realmente sus conductores, e incluso si tenían licencia o estaban asegurados.

Según la TfL, los sistemas de Uber permitieron a conductores no autorizados a subir sus fotos a cuentas autorizadas, y permitieron a conductores despedidos o suspendidos crear nuevas cuentas. Así que, en 14 mil ocasiones a finales de 2018 y principios de 2019, cuando se subían a un coche de Uber, los clientes no tenían idea en qué se estaban metiendo.

Todo esto por parte de una compañía que afirma ser pionera en tecnología “estableciendo el estándar en seguridad”, al permitir darle seguimiento a los viajes de los pasajeros, a mantener las direcciones anónimas, los centros de apoyo en contacto, las horas del conductor monitoreadas, los paquetes de seguros proporcionados y retroalimentación compartida.

Un discurso sin congruencia

Las irregularidades chocan con el discurso de una compañía que afirma ser pionera en tecnología “estableciendo el estándar en seguridad”, al permitir darle seguimiento a los viajes, a mantener las direcciones anónimas, los centros de apoyo en contacto, las horas del conductor monitoreadas, los paquetes de seguros proporcionados y retroalimentación compartida”. 

Una alerta en la autorización

Nada de esta parafernalia importa si la empresa de transporte no puede operar un proceso de autorización del conductor con señales de alarma que estén funcionando. Dice que desde entonces auditó a todos los conductores y desarrolló un sistema, primero en su historia, de comparación facial. Pero ahora tiene que convencer a las únicas personas cuyas opiniones cuentan: un magistrado de Londres que juzga su apelación de licencia y el público en general.



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