Carolina Varela es madre de tres hijos —13 años, 5 años y nueve meses de edad— y desde hace cuatro años, cuando Chile implementó su ley de etiquetado frontal, es más cautelosa en los alimentos que consume su familia.
Para ella, las calorías no son determinantes en su decisión de compra, pero sí las grasas. “He dejado de comer muchas galletas de chocolates. No les compro cualquier cereal porque si están en muy altos en azúcar y grasas saturadas, por lo general cambio a la avena", dijo a MILENIO la chilena en llamada telefónica.
Desde el 27 de junio de 2016, fecha en que entró en vigor la también llamada Ley Súper 8 —en referencia a un chocolate chileno, ícono de las golosinas de ese país, pero alto en calorías, grasas y azúcares totales—, el consumo de bebidas gaseosas con azúcar ha disminuido más de 20 por ciento en ese país, algo que la industria mexicana teme que suceda en México, dado que el modelo chileno fue tomado como referencia en la modificación de la NOM-051 sobre el etiquetado de alimentos y bebidas no alcohólicas preenvasados.
El espíritu de ambas regulaciones es el mismo: etiquetados claros que contribuyan al abatimiento del sobrepeso y la obesidad.
En México uno de cada tres niños de entre cinco y 11 años de edad tiene sobrepeso y obesidad, lo mismo que siete de cada 10 adultos mayores de 20 años. En Chile, un año antes de que se empezara a trabajar la ley, la Encuesta Nacional de Salud (ENS) 2010-2011 reveló que cerca de 67 por ciento de la población mostraba algún grado de sobrepeso y obesidad; 39.9 por ciento tenía sobrepeso; 25.1 por ciento era obeso; y 2.3 por ciento padecía obesidad mórbida. Una de cada 10 mujeres en el país sudamericano tenía sobrepeso.
A 10 años de esos números aún no hay datos oficiales que puedan medir el impacto de la Ley Super 8, debido a que la más reciente ENS fue aplicada entre agosto de 2016 y marzo de 2017, apenas meses después de la entrada en vigor de la regulación; sin embargo los consumidores afirman que el nuevo etiquetado sí ha influido en sus decisiones de compra.
"Cuando mi hijo de 13 años era más pequeño comía galletas Tritón, que tienen mucho chocolate, mucha azúcar, muchas grasas saturadas. ¡Ahora no!. En la mañana consume leche descremada con Quaker (cereal de avena), a veces le pone frutillas (fresas), plátanos, pero eso es lo que come, o le coloca almendras. Que antes también en la mañana podía comer pan con queso derretido y jamón, pero el queso tiene muchas grasas saturadas, ahora ya no", dice Carolina.
Los componentes obligatorios del etiquetado chileno son dos. Debe mostrar la declaración de nutrientes, que es la información sobre el aporte de energía, proteínas, hidratos de carbono, grasa, sodio y azúcares totales que contiene el producto alimenticio. Pero también debe incluir, cuando corresponda, los sellos “Alto en”; que son sellos en blanco y negro que deben rotular los alimentos que superen los límites establecidos para calorías, azúcares totales, sodio y grasas saturadas.
De manera opcional se pueden incluir propiedades nutricionales y saludables.
Un estudio realizado por Sebastián Arayal, para su tesis Efectos del etiquetado de alimentos en el comportamiento de los consumidores, de la Universidad de Chile, revela que tras la implementación de la ley disminuyó entre 15 y 31 por ciento el gasto en chocolates, golosinas, snacks y bebidas altas en azúcares y grasas; mientras que en jugos la disminución fue de entre 17 y 60 por ciento.
“Chile venía con una contracción en el consumo de alrededor de 2.4 por ciento; en ese contexto y aplicándose la ley de etiquetado cerramos el año con una contracción de 3.2 por ciento. Al inicio hubieron productos que se vieron afectados como alimentos, bebidas y lácteos. Estas restricciones afectaron los primeros meses, hoy a pesar de que ya la ley es más estricta respecto a cómo empezó, las categorías se han venido recuperando en su mayoría”, dijo en entrevista Victoria Montecino, account manager de la investigadora de mercados Kantar Worldpanel en Chile.
Los productos que se vieron más afectados fueron los que tenían tres sellos. Los de uno y dos sellos mostraron contracciones en los primeros seis meses, pero con un menor impacto.
En 2016 las ventas de galletas dulces mostraron una contracción de 5.0 por ciento, sin embargo, al cierre de 2019 muestran un crecimiento de 8.0 por ciento. Al cierre del primer año de la implementación de la nueva regulación en Chile, el consumo de cereales para el desayuno tuvo una variación negativa de 3.0 por ciento y para el cierre del año pasado aumentó 1.2 por ciento. La recuperación de las ventas obedeció a la reformulación de los productos.
“Los primeros seis meses fueron muy importantes por el tema de los etiquetados y la reformulación, pues hubo productos que por un tema de sabor vieron frenadas sus compras”, afirmó la especialista de Kantar Worldpanel.
En el último año el número de fabricantes que sacaron dos versiones de un mismo producto —reformulado y el tradicional— incrementó porque algunos compradores no aceptaron el cambio de ingredientes para que postres preparados, lácteos y cereales fueran bajos en azúcar.
Cifras de la consultora muestran que algunos productores que regresaron a sus recetas originales han podido recuperar a consumidores. La categoría de postres que perdió cerca de 8 puntos porcentuales ya recuperó cerca de 3 puntos.
En Chile la publicidad de los alimentos a los que se les haya adicionado azúcares, grasas saturadas o sodio y superen los límites establecidos por el Ministerio de Salud no puede utilizar personajes y figuras infantiles, animaciones, dibujos animados, juguetes, música infantil, ni tener presencia de personas o animales que atraigan menores de 14 años o voces infantiles, entre otros. Esta es la razón de que productos como el Huevo sorpresa de Kinder no se venda en ese país o que el clásico Gansito de Marinela no tenga impreso el clásico personaje.
"Más de 20 por ciento de la industria ha reformulado porque es sentido común. Si la industria quiere volver a tener colores, juegos, animaciones en su producto tiene que ofrecer alimentos saludables. Una parte muy importante de la industria ha reformulado, lo que quiere decir que ha bajado los niveles de sal, grasa, y azúcar de su producto para eliminar los sellos; porque al hacerlo recupera la posibilidad de tener estos elementos", dijo Guido Girardi, el senador chileno que impulsó la ley en ese país.
En su reporte financiero de 2018, la compañía local Carozzi, uno de los jugadores principales del sector de confitería que solo con sus marcas con Costa y Ambrosoli tiene cerca de 37 por ciento del mercado, seguido apenas por Nestlé con 28 por ciento, reconoció el mérito de la Ley Súper 8 en la generación de conciencia transversal sobre la importancia de controlar el consumo de nutrientes como el sodio, azúcar y las grasas saturadas; sin embargo, su presidente, Gonzalo Bofill Velarde, consideró que la ley es incompleta “porque sólo regula los alimentos envasados, que equivalen apenas al 30 por ciento de la ingesta de los chilenos, dejando inexplicablemente fuera incluso a la comida rápida”.
La compañía chilena fue la única representante del país en la reunión del G20 en dicho año, hasta donde llevaron la discusión.
Para Gonzalo Haristoy Catalán, padre de un niño de dos años, sí hubo un cambio de conciencia en la cultura chilena en temas de la alimentación, medioambiente y cultural, pese al “lobby potente que hubo de las empresas”.
“La gente lo recibió bien, empezó a hablar del tema. Si bien seguían eligiendo algunos productos, el tema de decir ‘oye, tiene sello’ era ya un comentario. La gente se detenía a pensar o a evaluar más que antes sin ese sello. Eso se expandió a todo ámbito de la sociedad, todo negocio tiene actualmente su versión más sana. (Otros) siguen vendiendo las mismas basuras de antes, pero con su sellito", dijo.
RLO