Por: Rafael Bojalil
Ilustración: Víctor Solís, cortesía de Nexos
Hemos argumentado por qué las escuelas desempeñan un papel importante en el rendimiento educativo, la salud y el bienestar de los niños. Sin embargo, aún existe incertidumbre sobre si deben reabrirse para retomar la educación presencial. Parte de esta duda se debe a que se desconoce la verdadera incidencia del covid-19 en los niños debido a la falta de pruebas generalizadas y a la prioridad de las pruebas para los adultos y los enfermos graves. Evidencias recientes sugieren que los niños probablemente tienen cargas virales similares a las de los adultos y pueden transmitir el virus a otras personas, aun cuando suelen tener reacciones más leves a la infección. A pesar de ello, no hay pruebas de que tengan más probabilidades de transmitir la enfermedad que los adultos. En diversos países se han reabierto escuelas y después cerrado de nuevo cuando repuntan los contagios; sin embargo, datos de Estados Unidos, Inglaterra, Alemania, Australia, Suiza y Suecia sugieren que no han sido las escuelas el origen del aumento de casos en la comunidad. Aun así, hay reportes de brotes vinculados a la propagación dentro de instalaciones escolares, fundamentalmente asociados al personal docente. La gran pregunta es: cuál es el peso de la educación presencial en el cambio de tasa de propagación en la población en general y —en contraposición— cuál es el de la manera en que se comportan los estudiantes y sus familias cuando no están en la escuela.