Por: Saúl Iván Hernández Juárez
Ilustración: Patricio Betteo, cortesía de Nexos
Según Amnistía Internacional, los países del triángulo norte son los más violentos por los altos niveles de inseguridad que se vive. Las mujeres, las lesbianas, los homosexuales, bisexuales y la personas transgénero están más expuestas y son afectadas directamente por su identidad de género y orientación sexual. A causa de esta violencia, del exacerbado machismo, la homofobia y por la violencia social que generan las pandillas locales, por ejemplo, en El Salvador tiene lugar un fenómeno de desplazamiento interno forzado de las personas LGBTQI, en el que se obliga a este grupo a realizar trabajo sexual y actos delictivos en contra su voluntad. De lo contrario, atentan contra sus familiares, son asesinados o se cometen transfeminicidios. En entrevista, Gabriel Gasteazoro, abogado en movimientos sociales en aquel país, señaló que si en una comunidad rural de El Salvador, se comete un transfeminicidio “se activa una especie de alerta en otros miembros de la comunidad, lo cual significa que es momento de abandonar su hogar”. Las pandillas tienen controladas las regiones más vulnerables y marginadas del país. Incluso, Gasteazoro contó que en Zacatecoluca la Paz, hay una cárcel para mujeres trans, encerradas principalmente por delitos menores y que en la mayoría de los casos fueron obligadas a cometerlos. Ellas se sienten más seguras dentro que fuera, pues su esperanza de vida en aquel país es de sólo 35 años. Por “la discriminación por su identidad u orientación sexual, ejercida a través de las amenazas a su vida por la pandillas; también a causa de extorsiones efectuadas por los mismas estructuras criminales” el desplazamiento interno forzado se vuelve insuficiente.