Por: Alberto J. Olvera
Ilustración: Víctor Solís, cortesía de Nexos
Las víctimas de esta guerra son los más pobres entre los pobres, mayormente en áreas rurales y periféricas urbanas; son los invisibles de siempre, los que carecen de poder, los que no pueden organizarse, los que votan poco o lo hacen bajo coerción o compra clientelar. Sólo cuando las víctimas son urbanas y de clase media o alta la sociedad parece reaccionar por un corto tiempo. Por ello atacar las causas de la guerra civil económica no es una prioridad para los políticos de todos los partidos. Más aún, un sistema de justicia realmente autónomo y profesional constituye un riesgo para los propios políticos y para amplios segmentos del empresariado, acostumbrados a operar fuera de la ley, o por lo menos a torcerla o administrarla a discreción. Una justicia de verdad también pondría límites a las élites políticas y empresariales. Este es un riesgo que la clase política no quiere correr. La continuidad de la violencia y de la impunidad es, por consiguiente, un problema principalmente político.