El comienzo de un año nuevo trae consigo propósitos, ideas y deseos; algunos corresponden a nuestra persona y están bajo nuestra responsabilidad cumplirlos o no; otros, dependen de cuestiones externas. El diseño e implementación de una política, por ejemplo, depende de múltiples factores que se encuentran en la arena de lucha. La educación, como un campo en permanente debate sobre lo que debe y no debe hacerse, es un espacio donde nuevas políticas se implementan recurrentemente, unas permanecen, otras se modifican y otras más, se desechan. Con la nueva administración gubernamental a nivel federal, es inevitable no pensar en ¿qué políticas son las más pertinentes para mejorar nuestra educación? Pensar en formas diferentes donde las políticas gubernamentales encuentren un vínculo armónico con la sociedad, no es fácil. Siempre están presentes los intereses de diversos actores, se establecen prioridades y/o se busca que respondan al enfoque político de quien gobierna. Esto es lo que define la complejidad de un sistema educativo al momento de diseñar e implementar una política. En este tenor, apunto algunas cuestiones que es necesario reorientar (aunque los giros sean radicales) y que no han ocupado la centralidad en la atención por parte de la Secretaría de Educación Pública (SEP) y demás actores políticos.
La política salarial se ha dejado en el olvido desde la incorporación de esquemas de estímulos (Carrera magisterial, incentivos docentes, promoción horizontal) que sólo responden a las premisas de las políticas neoliberales y a la lógica de mercado en la constitución de sujetos con pensamiento único que contribuyan a la sociedad de consumo. La lógica competitiva (lucha por el estímulo) que se ha implementado para que las maestras y maestros tengan acceso a un salario mejor, no beneficia a todos, sino solamente a un porcentaje mejor. Como podemos advertir, el asunto no está en desaparecer (USICAMM) o crear un organismo que se encargue de regular el otorgamiento transparente de estímulos, sino de implementar una política salarial que beneficie a todos. Los incrementos anuales al salario han tenido un comportamiento casi inamovible por espacio de tres décadas, lo que repercute en el poder adquisitivo que se tiene. El SNTE tiene aquí una tarea pendiente.
La formación docente es otro tema pendiente desde hace décadas. Al igual que la cuestión salarial, la formación docente ha respondido a la racionalidad técnica de las políticas neoliberales. El giro que el actual gobierno ha dado al currículum en la educación obligatoria implica pensar en modelos de formación docente que se articulen con ello. Es momento de que la formación docente abandone los esquemas de capacitación (lógica inmediatista y técnica) para dar paso a verdaderos programas (desde la formación inicial) que les aporten a los docentes el conocimiento y herramientas necesarias para la comprensión, práctica y transformación permanente de su tarea. Esta política se fortalece si se atiende con mayor tino la situación de las Escuelas Normales, de las Unidades de la Universidad Pedagógica Nacional y de los Centros de Maestros. La política que se implemente para la mejora de la formación docente debe considerar puntualmente la participación de estas tres instituciones, abandonadas presupuestal e institucionalmente por dar prioridad a los esquemas de capacitación. La labor de estas tres instituciones sería un soporte y acompañamiento pertinente en la construcción de comunidades de aprendizaje desde los Consejos Técnicos.
Las condiciones de trabajo docente deben ser cuidadosamente revisadas. La política educativa debe orientarse, en este caso, por criterios que prioricen la enseñanza, el aprendizaje y la gestión en las escuelas, y no por criterios de orden económico. Hay innumerables diagnósticos sobre la infraestructura escolar, sólo falta decisión y voluntad política para destinar el presupuesto suficiente y ejecutar su mejora. El número de alumnos por grupo debe establecerse con base en criterios contextuales y de vínculo con la implementación del currículum y enfoques que le acompañan. Priorizar la calidad por encima de la cantidad. Si son necesarios más docentes y escuelas, crear las plazas suficientes e infraestructura necesaria.
El diseño e implementación de este tipo de políticas es posible, y sólo requiere de seriedad, disposición y voluntad para pensar la educación como un dispositivo de transformación social y no como escaparate político y de imagen. Estimadas maestras, maestros y lectores, que el Año Nuevo sea venturoso para todos ustedes.