¿Qué posibilidades de acción pedagógica pertinente puede presentar el currículum obligatorio? La implementación del Plan de estudios 2022, como es natural, ha traído filias y fobias, adhesiones y resistencias, certezas e incertidumbres. Lo anterior se debe a diversos factores que tienen que ver con el marco de referencia sobre currículum con que cuentan las maestras y maestros, con la forma en que recibieron la información sobre el nuevo currículum (generalmente con base en la estrategia de “cascada”) o bien, por la configuración que han elaborado respecto a las políticas educativas (“más de lo mismo”). Independientemente de ello, el currículum está en marcha, colocado en cada una de las escuelas de educación básica y los docentes tienen la obligación de desarrollarlo. Es pertinente pensar entonces que las maestras y maestros tengan que clarificar su posicionamiento político-pedagógico frente al currículum para encontrarle sentido y significado. Para arribar a esa clarificación apunto algunas cuestiones que parecen importantes.
En primer lugar, tener presente y claro que la docencia exige responsabilidad y compromiso ineludible con los alumnos y con la construcción de una ciudadanía diferente. Para ello, es necesario garantizar ambientes democráticos de aprendizaje en los espacios escolares que atiendan a la diversidad de capacidades, valores y estilos de aprendizaje del alumnado, así como su posicionamiento frente a cuestiones religiosas, de género, étnicas y de clase social. Pensar en una educación democrática y justa es inherente a pensar en una docencia que es armónica a ello.
En segundo lugar, los docentes tienen que leer detenidamente el Plan de estudios y comprender su fundamento y enfoque (democracia, pedagogía crítica, humanismo, emancipación, autonomía); conocer la estructura curricular que se plantea (campos formativos, procesos de desarrollo de aprendizaje, ejes articuladores); reconocer los materiales de apoyo para su trabajo pedagógico-didáctico (libros de texto, libros de apoyo al maestro); conocer la diversidad de metodologías para el tratamiento de los contenidos escolares (proyectos, secuencias didácticas, unidades didácticas, guías didácticas, entre otras); y conocimiento sobre el proceso de planificación, desarrollo y evaluación de la enseñanza y aprendizaje.
En tercer lugar, corresponde a las autoridades de la Secretaría de Educación Pública (SEP) pensar en una revisión exhaustiva de los planes y programas de estudio para la formación inicial de los docentes a fin de encontrar y desarrollar puntos de articulación claros con el currículum de educación básica, una tarea que debe involucrar a los formadores de docentes en función. De igual manera, corresponde a la SEP repensar en una estrategia factible de formación continua (no capacitación en “cascada”) para que los docentes se apropien de manera significativa del currículum propuesto, con la amplitud señalada en punto anterior. Una política de formación en este sentido llevará a los docentes a un conocimiento y perfeccionamiento en el diseño, desarrollo y evaluación del currículum, a involucrarse en propuestas innovadoras y, lo que es mejor, a comprometerse con su trabajo en el aula.
Como podemos advertir, un conocimiento claro del currículum obligatorio, ofrece a los docentes posibilidades de una práctica reflexiva y con sentido porque tiene presente que el curriculum es una construcción histórica y social que recupera las narrativas sociales que la sociedad ha venido demandando por años: democracia, diversidad, inclusión, pensamiento crítico, interculturalidad. Sin olvidar que el currículum tambien es una selección cultural (por qué estos contenidos y no otros), lo docentes tienen la posibilidad de incorporar otros contenidos con la acción de codiseño, lo cual permite una práctica más contextualizada y problematizada. Tienen la posibilidad de desarrollar en los alumnos una mirada integral y comprensiva del conocimiento con las metodologías integradoras. Y tienen la posibilidad de construir comunidad y colectividad en el entorno escolar al repensar a la escuela como un espacio social de interacción permanente y de responsabilidad compartida con la familia y comunidad en la formación de las niñas, niños y adolescentes.