Aristóteles dice que la trama es una sucesión de incidentes con una unidad interna, de manera que debe prescindir de motivos irrelevantes y mantener la verosimilitud a lo largo de toda la obra. Por eso, cuenta Lawrence Freedman, el drama y la estrategia comparten las características de un buen argumento: conflicto, personajes convincentes e interacciones creíbles, sensibilidad al impacto del cambio y un despliegue de factores que ningún plan puede anticipar o ajustar con antelación.
Volví al libro Estrategia: una historia (La esfera de los libros, 2016) del profesor británico a la luz de la doble jornada de ataques atribuidos al Mossad, servicio de inteligencia israelí, contra blancos de Hizbulá en Líbano, el primero mediante la explosión controlada de unos dos mil 800 localizadores conocidos en México como bíperes y el segundo echando mano del mismo método pero sembrado en q, todos en manos de líderes y operadores de la milicia proiraní.
Recupero esta parte del libro denominada “Guiones: estratégicos y dramáticos”, porque el ataque diseñado y perpetrado por la agencia israelí, sin que haya desmentido de por medio, aunque una fuente contó a Reuters que la autoría es de la Unidad 8200 del ejército judío, tiene todos los elementos para constituir una trama destinada a la literatura o el cine, pero que es tan real como los diez muertos, incluida una niña, de la ofensiva inicial, y los veinte más 400 heridos de la ofensiva que le siguió.
Si el escritor controla el argumento y la trama, manipulando la conducta de todos los personajes e introduciendo elementos azarosos o incidentales para que avance la historia hacia una conclusión predeterminada, el estratega afronta el importante reto de que todo en su historia es real, y si el primero puede permitir que los “malos” ganen, el segundo sabe que es una posibilidad real y tendrá terribles consecuencias.
Tanto el dramaturgo como el estratega, dice Freedman, deben pensar en sus audiencias, pero el problema de tener múltiples audiencias es más complicado para el segundo. Al final de cuentas, ¿quiénes son los “malos” y quiénes los “buenos”? Depende de qué lado del mundo haya asistido el público estupefacto a la novedosa y mortífera campaña militar israelí.