Cuando la muerte lo acechaba, cuenta Günter Grass (1927-2015), cuando se había secado también la última fuente, lo refrescó, “como si siguiera existiendo esa respiración boca a boca, el beso de una musa no profesional”. Enseguida acudieron imágenes acosadas por palabras, se le brindaron papel, lápiz y pincel, y, en resumen, en su versión, se le soltó sin vergüenza la correa al animal.
De ese momento postrero surgió De finitud (Alfaguara, 2016), una obra inclasificable en cuanto al género, porque reúne apuntes, ensayo breve, sobre todo poesía y acuarelas de la mano del propio autor, cuya primera preparación académica fue de artista plástico, antes de convertirse en el monstruo de las letras alemanas con su novela El tambor de hojalata, ganador del Premio Nobel de Literatura en 1999.
A medio camino entre la memoria y la biografía, que antes ya había ensayado con los títulos Mi siglo (1999) y Pelando la cebolla (2007), esta obra de publicación póstuma bien vale también como una despedida, un testamento del narrador de Danzig, del que es oportuno rescatar algunos puntos en los que advierte sobre lo que se venía para el mundo, con una mezcla de humor negro en cuanto a la vejez y saludos a algunos de sus colegas, como Elfried Jelinek y Hans Magnus Enzensberger.
En “Soliloquio” habla con su Yo en busca de acuerdos hasta sobre el número de mujeres a las que pretendieron amar y en “Me faltan las fuerzas” evoca a Rabelais, que supo burlarse con sus palabras insolentes del eterno retorno de los censores “y mearse en el pensamiento devoto”. Cuenta que una vieja Olivetti lo acompañó hasta el final y, acabándose las cintas entintadas que usaba, un grupo de estudiantes españoles, enterado de la emergencia, le suministró una buena dotación. Platica también con sus muertos, repudia la xenofobia, se dice vigilado por drones, ya no por Dios, que ha muerto, y hace un retrato de Angela Merkel en “Mamá”.
Finalmente, un veredicto irrefutable: “Nuestro yo existe solo en el ciberespacio, todo vive y se comunica digitalmente; lo que no está en la red, finge estarlo. Solo almacenados somos inmortales (…) el escenario de Gaza es solo una invención periodística de la que se ríen miles de millones de usuarios, una tormenta de mierda más”.