Hay una línea discursiva y práctica que no tiene vuelta de hoja y es inútil concebir esperanzas de que tome otro derrotero, es decir, esa que se ha hecho llamar segundo piso de la 4T y que representa la base con la que, bajo el broche con el nombre de AMLO, acaparó más de 35 millones de votos. ¿En qué consiste? Se puede resumir para efectos de este texto en el reparto de dinero de programas sociales, que ha aliviado la situación de precariedad de una mayoría pobre, y un rollo cecehachero contra ricos corruptos y el imperialismo yanqui.
Pero, ¿qué sí podemos esperar en cuanto a cambios con Claudia Sheinbaum? En primer lugar, que se ponga fin a ese discurso pendenciero, que apunta por igual a opositores que a periodistas, siempre con el deseo de que la presidenta exhiba por fin un relato propio y deje de jugar para agradar a una persona. También, a partir de su hoja curricular con un doctorado y bilingüe ella, una nueva política exterior en la que impere la diplomacia a partir de sus principios y no de bandazos como condenar a Perú y consentir a Nicaragua, de infartarse con España y callar por Venezuela, de histeria por Trudeau y de temor ante Trump.
Echada a andar desde ahora la maquinaria para desaparecer los organismos autónomos, hay tiempo y condiciones para que Sheinbaum reconsidere y frene el despropósito de acabar con la transparencia y las elecciones libres de injerencia gubernamental, acción que solo puede reclamarle su antecesor, ya fuera del poder a partir del martes. Ella marchó como estudiante contra las autoridades centralistas que controlaban todo desde Bucareli.
Respetar acuerdos internacionales, buscar consenso con las oposiciones pese a tener mayorías en el Congreso y garantizar certeza jurídica a inversionistas, locales y foráneos, ayudará a mantener un entorno relajado dentro y fuera, que abra un espacio considerable para que mueva sus políticas adicionales a los programas sociales en la búsqueda de condiciones de bienestar que tengan que ver con abatir los índices de pobreza extrema y revalorar la clase media antes que con el puro objetivo clientelar de la cosecha de votos. Esto último está bien para un eterno candidato, no para la primera presidenta de México.