La especie desperdigada por ambientalistas opositores a la construcción de la terminal aérea de Santa Lucía, relativa a que en esos terrenos mexiquenses existen yacimientos con fósiles de mamut y de tigre dientes de sable, ha dado al fusilero, que no necesita de mucha cuerda para volver al tema paleontológico, la oportunidad de comentar un par de hallazgos sobre depredadores de un pasado remoto.
Hasta hace poco tiempo había un consenso científico en cuanto a que los famosos colmillos de hasta 28 centímetros de largo de esos felinos prehistóricos agrupados en tres especies de Smilodon (“diente de escapelo” en griego), también llamados dientes de sable, de cimitarra o de daga, eran tan frágiles dada su delgadez y longitud que servían acaso para atacar la garganta de sus presas, pero no para ser armas de pelea capaces de atravesar el hueso de sus enemigos.
Aunque pervive la incógnita de por qué, si la evolución de ese félido siempre fue hacia mayores tallas, hoy en día no hay mayor gato que el tigre siberiano, la ciencia ha descubierto que el famoso cazador del Pleistoceno, abundante en las llanuras desde lo que ahora es Estados Unidos a Sudamérica, sí usaba sus temibles cuchillas para perforar la cabeza de sus rivales de la misma especie.
La revista Science News informa que un equipo del Museo Argentino de Ciencias Naturales, liderado por Nicolás Chimento, halló que los orificios de un cráneo de Smilodon coinciden perfectamente con la curvatura y grosor de los dientes de sable. “Los caninos eran suficientemente fuertes para penetrar en los huesos y eran armas de caza formidables”, dice el experto, que ha dado un paso adelante en la reconstrucción de lo que fue la vida de esta especie que vivió hace entre 125 mil y 11 mil años.
Pero más atrás todavía y a miles de kilómetros de lo que hoy es América, en los bosques de la actual Kenia, que no era una sabana hace 22 millones de años, un carnívoro gigantesco acechaba a sus presas y ha sido bautizado por sus redescubridores, después de liberar sus restos del cajón de un laboratorio en Nairobi, como Simbakubwa kutokaafrica (“gran león de África” en lengua swahili), aunque no se trata de un felino, sino de un antiguo depredador parecido a las hienas, tan grande como un oso polar y con un cráneo del tamaño del de un rinoceronte.
Los investigadores Nancy Stevens y Matthew Borths, de la Universidad de Ohio, lo describen en la revista Journal of Vertebrate Paleontology como un hipercarnívoro, es decir, que al menos 70 por ciento de su dieta se basaba en vertebrados, a los que desgarraba con sus tres juegos de dientes, a diferencia de todos los devoradores de carne actuales, que solo poseen un par. Esa fortaleza, convertida en una especialidad en su larga sobrevivencia, los hizo empero elegibles para la extinción. La ciencia calcula que un carnívoro de más de 25 kilos caza presas con igual o mayor talla, por lo que esta bestia no tenía competidores cuando se trataba de salir en busca de comida, pues abundaba la megafauna herbívora.
Dos carnívoros prehistóricos acechan en el siglo XXI.
@acvilleda