Hoy miércoles 11 de diciembre es un día histórico para el entretenimiento de toda Latinoamérica porque se estrena, en Netflix, la primera temporada de la serie “Cien años de soledad”.
Tuve el gran honor de ver siete de los ocho capítulos de esta superproducción y lo único que puedo decir es: ¡Gracias!
Gracias, Netflix, por invertir en Latinoamérica porque, como todos sabemos, pudiste haber mandado tus recursos a cualquier otra región del mundo y eso, de veras, se valora.
Gracias, Netflix, por consentirnos convirtiendo en serie el más sagrado de nuestros patrimonios culturales cuando, insisto, como todos sabemos, te pudiste haber ido por lo fácil, por lo probado, por lo barato, por lo que hacen otros.
Gracias, Netlix, por tomártela en serio. Por tomarnos en serio a nosotras y a nosotros como audiencias, pero también por tomarte en serio tu papel como líder global en la industria del “streaming”. Esto habla muy bien de ti.
No voy a dar antecedentes porque la semana pasada publiqué aquí mismo (y en TikTok) mi muy humilde guía para ver este contenido sin conflictos generacionales, sin superioridades intelectuales ni esperando algo que no es.
Por favor busque estos materiales. Ahora sí. ¿Cuál es mi reseña?
No puedo creer el tamaño de obra maestra que es “Cien años de soledad”. Tan buena la serie, como el libro.
Ojo con lo que estoy diciendo porque no estamos hablando de cualquier libro. Estamos hablando de “La Biblia” de Latinoamérica, de la novela de novelas, de la obra por la que el genial Gabriel García Márquez ganó el Premio Nobel de Literatura.
Si la justicia existe, lo más congruente sería que todas las academias que le entregan premios a las series internacionales, le dieran algo a este monumento audiovisual.
¿Qué es lo que más celebro de “Cien años de soledad”, la serie? Que a diferencia de la porquería de adaptación que la gente de HBO hizo de “Como agua para chocolate” o de la falta de información que hubo para el lanzamiento de “Pedro Páramo”, aquí se respetó el libro de principio a fin y Netflix se preocupó por informarle bien a la gente por dónde iba su propuesta.
No sólo hubo eventos con personalidades como Carmen Aristegui en lugares como La Vasconcelos, esto se presentó en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, se llevó a muchas instancias en muchos países y, lo más hermoso de todo, llega respaldado por una reedición de la novela sellada por la mismísima Netflix.
No se trata sólo de amarrarnos al “streaming”. También se trata de leer, de soñar.
Se lo voy a decir con todas sus letras: el problema de las películas (y las series) inspiradas en los grandes clásicos de la literatura es que no consiguen lo más obvio de los libros que es hacernos soñar.
“Cien años de soledad”, la serie, sí lo logra, sí hace que uno sueñe, que uno conecte el alma, que uno viva procesos mentales de ésos que sólo el arte puede conseguir.
La cosa es que usted llegue sin prejuicios, descansado y sin interrupciones y que, al igual que como leería la novela, se disponga a gozar de este espectáculo con calma, observando, escuchando.
Así y sólo así podrá apreciar cómo el inicio del episodio uno se conecta con el cierre del siete (que seguramente nos llevará al gran final de temporada en el ocho).
Así y sólo así, repito, se percatará de cómo ciertas escenas de ciertos momentos se vinculan con otras, y con otras, y con otras.
Todo el trabajo de guionismo es espléndido porque pocas cosas pueden ser más difíciles en la vida que convertir en cine algo tan delicado como el realismo mágico.
No es surrealismo. No es poesía. No es fantasía. Es realismo mágico.
Me voy a aventar una de esas frases por las que luego medio mundo me tira “hate” en las redes sociales pero es mi obligación profesional: creo, sin temor a equivocarme, que por primera vez en la historia del cine alguien le atinó a Gabriel García Márquez.
Perdón por todas las personas que gozaron o idealizaron tantísimas películas que se han hecho inspiradas en sus cuentos y novelas pero, en serio, hasta que uno no ve “Cien años de soledad” consigue ver en pantalla lo que esta figura fundamental de la literatura universal hizo en sus libros.
¿Pero sabe usted qué fue lo que más me impresionó de vivir esta experiencia? La vigencia del texto.
“Cien años de soledad”, el libro, se escribió antes de que yo naciera. Lo leí por primera vez cuando era adolescente, en la escuela. Y es como si lo hubieran sacado este año.
Todo el tema humano, político y social que vivimos en cada uno de nuestros países latinoamericanos y en todos y cada uno de los rincones del mundo, está ahí.
Yo, de repente, y lo digo con mucho respeto, no sabía si estábamos hablando de la Cuarta Transformación, de las elecciones en Estados Unidos, de lo que está pasando en Medio Oriente o de lo que acaba de suceder en mi amada República de Corea.
Ahí es cuando uno entiende quién es quién porque si usted no sabe nada de esto y supone que se trata de un ejercicio propagandístico a favor o en contra de alguna corriente política, le tengo noticias: va más allá.
“Cien años de soledad”, el libro, y “Cien años de soledad”, la serie, valen por muchas razones pero una de las más poderosas es por su sentido crítico.
Agarra parejo con derechas, izquierdas, religiones, patriarcados y con todo lo que usted quiera, guste y mande. Es un vendaval de ideas y de emociones.
Me queda claro que esto es la nota del momento para México, Colombia, Argentina, Brasil y toda nuestra región pero quiero ver la cara del público y de los críticos que reciban este material más allá, en Asia, en África, en las naciones menos latinas del mundo.
Algo me dice que muchas mujeres y que muchos hombres van a descubrir una Latinoamérica muy diferente a la que les llega por las noticias.
Algo me dice que ahora sí nos van a entender y concluirán que somos lo mismo.
Me encantaría irme actriz por actriz, actor por actor o valor de producción por valor de producción, pero sería demasiado obvio.
Si a usted, como a mí, le encantan esta clase de propuestas, no lo piense ni tantito y mate por ver bien (atención con la palabra bien) ya, pero ya, “Cien años de soledad” en Netflix.
Cuando llegue al capítulo siete, su cabeza, como la mía, terminará en otro lado. Imagínese lo que va a pasar cuando llegue al final. ¡Que viva Gabriel García Márquez! ¡Que viva Latinoamérica!