¡Qué mala es la gente! Nomás se anunció que se iba a estrenar la serie de “Dune”, el primer comentario que apareció en las redes sociales fue: “a ver si está tan buena como las películas”.
No, pero espérese. Se pone peor. En la cúspide del odio, un montón de personas comenzaron a subir comentarios como “pues a mí esa saga me da güeva”, “películas mamonas” y más, mucho más.
Ningún chile les embona. Si el contenido es elevado, porque es elevado. Si es simple, porque es simple. Si no se hace la serie, porque no se hace la serie. Si sí se hace, porque se hace.
“Dune: Prophecy” es una de las mejores series de 2024 y si continúa como comenzó, fíjese lo que le voy a decir, se podría convertir en una de las mejores series de todos los tiempos.
Le juro que cuando comencé a ver el primer episodio tuve exactamente las mismas sensaciones que tuve cuando vi el capítulo uno de la primera temporada de “Game of Thrones”, la original.
Si en aquellos años las redes sociales hubieran jugado como ahora, estoy convencido de que las multitudes seudoempoderadas se hubieran encargado de cancelarla.
¿Por qué? Por ser “de güeva”, por “mamona” y por mil cosas peores porque, a lo mejor a usted ya se le olvidó, pero aquella obra maestra inició con la venta y violación de una mujer menor de edad, un incesto y cualquier cantidad de temas que hoy serían impensables. ¡Vaya retroceso social!
“Dune: Prophecy” es el recordatorio que la humanidad necesitaba de lo que fue, es y será por siempre la televisión premium. Aunque viaje por “streaming”, es televisión y es premium.
¿Qué es la televisión premium? Lo que pasa cuando usted paga por pertenecer a un círculo particularmente exclusivo que busca, en esos contenidos, lo que no aparece en otros.
La serie de “Duna” es eso: más producción, más inteligencia, más política, más sangre, más erotismo, más espiritualidad.
¿Qué es específicamente lo que vamos a ver aquí? Me encantaría repetirle los lugares comunes de los boletines de prensa, mal hechos, que se están moviendo en TikTok, Instagram y otros lugares. ¡Pero no! ¡No están bien!
Aquí olvídese de la palabra precuela, da lo mismo si usted conoce las películas de ahora, la de antes o los libros. A nadie le importa y usted no necesita nada para entender, gozar y alcanzar el éxtasis con esta obra.
“Dune: Prophecy” es una serie que narra la lucha de poder entre dos visiones de la realidad después de haber sobrevivido a algo monstruoso.
La primera es la que pretende dejar todo en manos de Dios. Que sea Dios el que decida. Que pase lo que tenga que pasar.
La segunda es la que propone intervenir en la construcción de un destino a través de la ciencia. Que pase lo que creemos que va a ser mejor.
¡Cualquier parecido con lo que usted y yo vivimos hoy es mera casualidad! ¿Acaso no venimos de algo tan monstruoso como la pandemia?
¿Se acuerda usted de los que estaban en contra de las vacunas y que consideraban que era peor el remedio que la enfermedad?
¿Se acuerda usted de las acusaciones que recibían los que apoyaban las vacunas por supuestamente provocar desgracias peores?
“Dune: Prophecy” es eso, es la historia de nuestras vidas y si le seguimos buscando vamos a llegar a las elecciones en Estados Unidos, a que es “tiempo de mujeres” y a muchos asuntos maravillosos más.
El arte es esto: la manifestación de lo que somos, el espejo en el que nos reflejamos. ¡Gracias a todos en la plataforma MAX por hacer arte!
Y no, no se me asuste. No por ser arte es una serie “de güeva” o “mamona”. La invito, lo invito, a que la mire con los mismos ojos (y la misma paciencia) con los que miró “Game of Thrones”.
Y no, no me voy a deshacer en elogios escribiéndole de cada uno de los valores de esta producción o de cada una de las actuaciones.
Mejor le ruego que luche con todas sus fuerzas por ver esto bien, capítulos completos, sin celulares, en MAX.
Si lo suyo, como lo mío, tiene que ver con la televisión premium, le va a gustar. De veras que sí.