Le tengo dos noticias: una buena y otra mala. La buena es que “Dune: Prophecy”, de la plataforma MAX, es una obra maestra de la televisión premium.
La mala, que como el final de su primera temporada fue en plenas fiestas navideñas, o nadie lo vio, o nadie lo quiso comentar.
Y le fue tan bien que, como usted sabe, porque se ha publicado en muchos lados, sí se autorizó la temporada dos.
Para que una propuesta así de costosa reciba semejante aprobación, créame, es porque muchas personas, en todo el mundo, la vieron y la celebraron. ¡Felicidades!
¿Qué hubiera pasado si no se hubiera autorizado? ¿Estaríamos hablando de un fracaso? ¡Para nada!
La primera temporada de “Dune: Prophecy” contó una historia tan perfecta y redonda que si la hubieran dejado como miniserie, hubiera trascendido tanto o más que “The Penguin”.
Déjeme le explico bien lo que está pasando aquí para que, en caso de que no la haya visto, sea muy feliz cuando la vea.
¿Qué es la televisión premium? Un nivel de contenidos verdaderamente superior. HBO lo inventó en los años 90 rompiendo las barreras entre el cine y la televisión, abordando temas otrora prohibidos y yendo mucho muy alto en todo: política, sexo, acción, violencia y, por supuesto, valores de producción.
Nada que ver entre títulos como “Oz”, “Sex and The City”, “The Sopranos”, “True Blood” y “Game of Thrones”, por ejemplo, y la televisión convencional de aquellos (y de estos) años.
La televisión premium, con todo y el “streaming”, sigue existiendo, ahora se hace en muchos lugares y sí es importante que usted lo sepa para que, cuando se la encuentre, no espere la ligereza de otros contenidos.
“Dune” es un universo cinematográfico particularmente sofisticado. Son muchos mundos, muchos personajes, muchos conflictos y muchos recursos a nivel fondo y forma.
Y si esto es en cine, imagínese si lo trasladamos a la televisión premium.
Eso es “Dune: Prophecy”, una de las fusiones más enloquecedoras de todo el mundo del entretenimiento. Televisión premium más “Dune”.
Tal y como sucede con los buenos libros, hay que llegar a ella con la mejor disposición para entender lo que está pasando, para ubicar bien a los personajes, para agarrarle la onda a la estructura.
Una vez conseguido eso, le juro, no hay manera de no flotar de placer porque en los seis episodios de su primera temporada se construye algo emocionantísimo, fuertísimo, sublime.
En el muy remoto caso de que usted no conozca los libros, la película vieja ni las películas nuevas, o de que no le gusten, ni se agobie.
La invitación está abierta para que usted se ponga a ver esto con el mismo entusiasmo con el que vería obras como “El problema de los tres cuerpos”, “House of the Dragon” y “The Lord of The Rings: The Rings of Power”.
¿Por qué hay que ver “Dune: Prophecy”? Porque usted merece lo mejor. Porque el espectáculo también es arte. Porque hoy, más que nunca, hay que poner a funcionar el cerebro.
¿De qué trata? Tal y como se lo conté aquí mismo cuando se estrenó, de lo que estamos viviendo hoy: derecha contra izquierda, conservadores contra liberales, demócratas contra republicanos.
Son dos visiones del mundo. La primera consiste en dejar todo en manos de Dios. La segunda, en poner todo en manos de la ciencia. El problema es que, a veces, no se puede ser tan radical.
Y en medio de todo esto hay secretos, conspiraciones, batallas, mucho tono como de tragedia griega y algo que merece una ovación de antología: cosas que pasan en una época coexistiendo con cosas que pasan en otra.
No tengo ni la más remota idea de lo que va a suceder en la temporada dos de “Dune: Prophecy”. Lo que sí sé es que cuando usted llegue al final del episodio seis de la temporada uno terminará extasiado.
Recomendaciones adicionales: llegue descansado, vea sólo un capítulo por día y quédese hasta el final de los créditos porque sale un podcast francamente excelente para quienes amamos esto.
Si a usted, como a mí, le enloquece la televisión premium, luche con todas sus fuerzas por ver “Dune: Prophecy” en MAX. Le va a gustar. De veras que sí.