La televisión de 2024

Ciudad de México /

Hablar de televisión, deje usted hablar de la televisión de 2024, se ha convertido en un asunto penoso, decadente. Es querer hablar de lo que nadie quiere hablar.

¿Cuál es la nota? Que las mujeres y los hombres de hoy, en ese desesperado afán por sentirse poderosas y poderosos, cancelaron (o creen que cancelaron) la televisión cuando la realidad es que están consumiendo exactamente lo mismo, si no es que cosas peores, a través de otras ventanas con nombres que nadie se atrevería siquiera a cuestionar.

La televisión, como siempre, fue el gran espejo donde eso se reflejó porque, muy mala, muy manipuladora y muy maldita, pero ese medio, la televisión de los últimos 12 meses, fue la madre de los dos más grandes fenómenos de todos los tiempos:

“La mañanera del pueblo” con Claudia Sheinbaum y la temporada dos de “La casa de los famosos México”.

A ver, dígale usted a la primera mujer presidenta de México que está mal. Dígale usted a TelevisaUnivision que se equivocó. No, ¿verdad?

¿Cuál es la nota? Que le guste a quien le guste o le moleste a quien le moleste, la televisión está más viva y más exitosa que nunca. Si no hubo más fenómenos en 2024 fue porque, honestamente, las instituciones y los empresarios no quisieron, no invirtieron.

¿Por qué hablo de instituciones y de empresarios? Porque en los últimos dos semestres, como pocas veces en la historia de México, quedó clara la presencia, el impacto y las diferencias entre la televisión abierta pública y la televisión abierta privada.

Una le pertenece a las instituciones. La otra, aunque está sustentada en un bien propiedad de la nación, le pertenece a los empresarios. Y tan poderosa la primera como la segunda.

¿Por qué afirmo que no hubo más fenómenos porque las instituciones y los empresarios no invirtieron? Porque la gran lección del 24 fue que televisión sin dinero, no es televisión.

No es casualidad que los títulos más memorables del año que acaba de terminar, tanto del lado de los medios públicos como del de los privados, hayan sido los más caros.

El problema es que, en general y por razones diferentes, hubo menos recursos. Resultado: hubo menos fenómenos, menos presencia, menos influencia, menos prestigio.

¿Qué es lo que más llama la atención si volteamos a ver la televisión mexicana de 2024? Su desconexión de las grandes tendencias universales.

Mientras que el cine, las plataformas y las redes sociales apostaron por narrativas cada vez más sofisticadas, por una apertura editorial cada vez más admirable, por un sentido del humor cada vez más crítico y por temas cada vez más profundos, como la salud mental, nuestra televisión abierta, toda, se aisló.

Padecimos narrativas cada vez más bobas. Contenidos cada vez más obvios, o más de izquierda, o más de derecha, o más moralistas, o más impúdicos.

Nuestro sentido del humor se quedó en un pasado cada vez más lejano. Y ni hablemos de los temas porque entonces sí nos deprimimos.

Imagínese usted, por favor, lo que fue vivir, en semejante contexto, un proceso electoral. ¿Por dónde quiere que me comience a quejar?

¿Por los spots de campaña que no fueron spots de campaña, por los noticiarios que no fueron noticiarios o por los debates que no fueron debates?

Salvo honrosas excepciones, que siempre las hay, fue un año muy triste para la televisión mexicana.

¿Qué necesitamos en 2025? Dignidad. Corregir todo esto. Volver a darle prestigio a esta industria, no sólo dos o tres fenómenos incapaces de sostener a tantísimos canales. ¿O usted qué opina?


  • Álvaro Cueva
  • alvaromilenio5@gmail.com
  • Es el crítico de televisión más respetado de México. Habita en el multiverso de la comunicación donde escribe, conduce, entrevista, da clases y conferencias desde 1987. publica de lunes a viernes su columna El pozo de los deseos reprimidos.
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