Si hubiera un manual para gobernar en la 4T, la primera regla diría: ¡Estalla todo!
Y es que, si lo piensa, el gobierno de Andrés Manuel López Obrador y ahora el de Claudia Sheinbaum, empezaron de esa misma forma sus sexenios. Haciendo volar por los cielos lo que las reglas más básicas y lógicas de cualquier gobierno dirían que habría que proteger y nunca poner en riesgo: inversión y justicia.
Para López Obrador fue el Aeropuerto de Texcoco. Una enorme inversión que pocos pensaron que el ex presidente se atrevería a reventar en mil pedazos. De hecho, fueron tan pocos los que lo creyeron, que su propio Jefe de Oficina y primera voz frente al empresariado, Alfonso Romo, aseguraba que eso no sucedería. Pedacitos de aeropuerto nos siguen cayendo del cielo: confeti de aeródromo que los mexicanos tendremos que pagar durante largos años, junto con las latas de pintura que se usaron para pintar unas canchas de futbol en Texcoco. El ex presidente ni siquiera se preocupó en justificar la decisión, una encuesta simple y amañada lo resolvió.
Texcoco se canceló y la arbitraria decisión marcó su sexenio, aunque como bien argumentan sus seguidores, y a pesar de que el AIFA nunca funcionó como opción por representar menos de la cuarta parte de lo que hubiera sido Texcoco y estar tan lejano, el tema jamás le afectó al gobierno y el ex presidente logró girar la narrativa a su favor para ganar las urnas de este año aún con más votos que en su propia elección.
Sí, hay algo de venganza y crueldad en el discurso que les funciona de maravilla. Una especie de Robin Hood disfuncional, grosero y sanguinario que conecta con la gente. Ahora bien, si así está el lado de Morena, imaginemos qué habrá hecho la oposición para que esto resulte tan eficaz. El segundo párrafo en el manual parecería claro: Búscate un aeropuerto y hazlo estallar.
No había. El AICM está tan destartalado, que aunque lo estallaran nadie lo notaría. ¿Qué tal la Constitución? ¿Y si estallaban nuestra Carta Magna?
Aprovechando el odio que tenía por la Suprema Corte de Justicia que detuvo por inconstitucionales sus reformas, López Obrador dejó todo preparado desde la campaña para construir la narrativa. Estallar el Poder Judicial y de paso el equilibrio de poderes. Hoy, la agenda de la nueva Presidenta no es la suya sino la del ex presidente, con lo cual pasó lo que nadie se imaginó que pasaría. Este sexenio no parece nuevo. No emociona. Todo suena a viejo y ya vivido: los pleitos, los modos, las mañaneras, los chistes, la pantalla, las preguntas y, sobre todo, las respuestas. No están construyendo nada elevado, solo le están poniendo más cuartos al primer piso. Para volver a emocionar van a tener que regalar más dinero.
Mañana martes se votará el proyecto del ministro González Alcántara que busca la sensatez, solucionar el conflicto constitucional, dándole su lugar a la Presidenta, pero también a las juzgadoras y juzgadores. Morena no lo va a aceptar. ¿Por qué? Porque hay que hacerlo estallar ¿qué no oyeron? Y ¿por qué la velocidad y sadismo de los legisladores siendo que tienen mayoría y podrían hacerlo bien pensado en cualquier momento? Para demostrarle al ex presidente que son como él y no les tiembla la mano para estallar hasta lo que está bien.