Los programas sociales son el gran logro de Morena. Punto. Bueno, pues ahí está. Una frase escrita sin ningún tipo de exceso o adorno: justa. Empezando con capitular por ser la oración con la que arranca el texto y puesta en ese lugar para imprimirle doble fuerza. Imposible que alguien dude de la opinión que sostengo. Un gran logro y un éxito. (Sí, lo repetí.) No solo porque lo creo, sino porque los programas sociales se han convertido en el tema central en el ejercicio del gobierno, su timbre de orgullo y el dique de hormigón que impide algún avance de la oposición.
El tema es delicado, al grado que se usan como salvoconducto para poder transitar en la narrativa política y en cualquier debate. “Yo siempre estuve de acuerdo”, dice uno. “Puedes ver las minutas, yo los voté a favor”, apresura el otro. Mientras a lo lejos se escucha aquella frase tristemente famosa: “Estampo mi sangre para demostrar que no los voy a quitar”. Tan obvias que se alcanza a ver cómo el miedo se trasmina y las afirmaciones hacen agua con sabor a sal, pero es que ¿cómo no?, si se trata del lazo de unión más poderoso entre Morena y el pueblo. Cuestionar podría representar para los partidos quebrados un rompimiento total con el electorado justo ahora que les urge un futuro y también un mejor pasado. En cambio, para el partido oficial no solo significan la columna desde la cual sostienen su superioridad moral, son también una forma de diálogo constante, cercano y siempre grato con los beneficiarios y votantes. Tan importantes resultan que ya los hicieron constitucionales, con lo cual la pinza no solo ajusta, ya que si acaso algo falla, como dueños hoy de la Constitución, pueden cambiarla en el sentido que les parezca conveniente y así —están convencidos de ello— la pinza cierra.
Pero no, la pinza no cierra. Los programas sociales requieren cada vez de más dinero. Y ya no alcanza. La deuda es 80 por ciento más alta de la que dejó Peña. El dispendio en proyectos emblemáticos poco exitosos y deficitarios no ayuda. Y a pesar de que se ha buscado dinero hasta por debajo de los organismos autónomos, lo cierto es que cada vez hay menos, por lo que hubo que hacer recortes en casi todas las áreas, empezando por salud, educación y seguridad. ¿Cómo?, se preguntan muchos, ¿por qué la gente no reclama? Habrá muchos programas sociales, pero falta país. Y es aquí donde se gesta un acuerdo singular entre la gente y Morena. Un pacto de silencio. Uno no se queja, con tal de que el otro no deje de dar.
Callarse, decir que sí y recibir lo que antes no se tenía. Y así, cuando llega la boleta, ¿quién duda en cruzar la misma casilla? Un pacto. Hace apenas unos días, la Presidenta dijo que el próximo año se destinará una cantidad histórica de recursos a programas sociales. Con lo cual, prepárese: “seguiremos haciendo historia”.
En resumen, para que suene menos fuerte y más familiar, en la práctica, los programas sociales se asemejan a una mordida. Aquí le dejo para su refresco, para sus medicinas, para el hospital privado y hasta para la escuela particular, pero usted vea para el otro lado y así todos estamos contentos. Y sí, estamos contentos.
Mordida tiene como derivada mordedura y remordimiento. Ojalá y cuando se nos acabe todo el dinero no nos muerda y remuerda la conciencia.